Cultura

14/12/2023

Hojas de Otoño: el musical proletario

Hojas de Otoño.

El jueves 30 de noviembre se presentó en las salas de cine el nuevo film del director finlandés Aki Kaurismaki. Un musical, no porque sus actores se la pasan cantando (es más, no lo hacen en ningún momento del largometraje) sino entendido como un oscuro collage social, con mucha música, como contexto y telón de fondo, muy presente, hasta protagonista de la narración.

Presentada en la última edición del Festival de Cannes, ganadora del premio a mejor película por la Asociación de Periodistas Críticos del Cine Internacional (Fipresi), y precandidata a competir, como mejor film extranjero, en los Oscars. La obra presenta a dos personajes solitarios, angustiados, en crisis, tanto económica como personal, reflejo de la bancarrota financiera y social. Inmersos en una ciudad fría, gris y apática (Helsinki, capital de Finlandia). Contexto en el cual se conocen, en un bar, e inician una relación romántica, con sus idas y vueltas.

“Ansa trabaja en un supermercado pero la echan porque descubren que se lleva algún que otro producto vencido a su casa. Los guardias no entienden justificaciones y no les importa que esa comida igualmente se termine tirando. La despiden bruscamente. Holappa, en tanto, trabaja en una fábrica y, poco después, le sucede lo mismo. Su consumo de alcohol es un tanto excesivo y en este caso hasta tiene una lógica su despido, aunque igualmente brutal para su estado anímico” (Micropsia Cine, 28/11).

Sin escaparle a la actualidad oscura, Kaurismaki introduce, como parte de contexto sombrío, la guerra en Ucrania, relatada por radios antiguas, como retrotrayendo el tiempo casi un siglo atrás. Algo así con comparar el presente con los años entre las guerras mundiales del siglo XX.

“El look, la estética, las locaciones, las referencias temporales, los dispositivos electrónicos podrían ser de hace 10 o 20 o incluso 30 años atrás. Sin embargo, Aki decidió que apenas los personajes prenden las radios (viejos artefactos a transistores) se escuchan noticias de la invasión rusa a Ucrania, por lo que claramente esta tragicomedia agridulce y con no pocos momentos de humor negro transcurre en nuestros días. No importa demasiado porque el cine de Kaurismaki es atemporal, clásico, imperecedero. Y Hojas de Otoño no hace más que potenciar su privilegiado, fundamental lugar en la historia” (Otros Cines, 30/11).

Pero no es novedad en la carrera del realizador y artista cinematográfico. En sus obras, los personajes principales son trabajadores que relatan la cotidianeidad de la explotación capitalista, tanto dentro como fuera de sus lugares de labor. Así lo refleja en Ariel (1988), La Chica de la Fábrica de Fósforos (1990), Nubes Pasajeras (1996), El Puerto (2011) y El Otro Lado de la Esperanza (2017).

Volviendo a la película presentada hace pocas semanas, no es exagerado catalogarla como una bella composición artística. Tanto desde su banda de sonido, fotografía, actuaciones y libro. Repleta de escenas con una fuerte carga emotiva. Que terminan provocando un nudo en la garganta y el estómago. Como por ejemplo, la secuencia en que Ansa acomoda el pequeño monoambiente, donde reside, y tiene que salir de urgencia a comprar un plato, ya que se da cuenta que solo tiene el suyo. Jugando con el humor, y sin decirlo, habla de la pobreza, sin caer, en ningún momento, en la estigmatización, ni el golpe bajo.

Hojas de Otoño es la denuncia de la brutalidad capitalista. De la explotación del hombre por el hombre, y sus efectos cotidianos. En especial de aquellos que van quedando fuera del mercado laboral, a temprana edad. Un diagnóstico del régimen político, social, económico y cultural en caída libre, que hunde, de forma constante y sonante, no solo a la pareja de protagonistas, sino también a millones de laburantes a nivel mundial. Se leen los créditos con un sabor amargo, que ni el bocado más dulce lo quita.

Pese a no exponer un avise de solución, es una interesante obra de nuestros tiempos (no tan) modernos.