Cultura
25/6/2024
José “Pepe” Guerra: se apagó una voz de denuncia y protesta
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José Pepe Guerra.
El pasado jueves 13 de junio, a los 80 años, a causa de un cáncer, falleció un músico y cantante reconocido en el Uruguay. Artista que con su canción y su poesía acompañó importantes luchas del pueblo trabajador.
Nacido el 31 de octubre de 1943, en la ciudad de Treinta y Tres. A los 17 años crea, junto a Braulio López, el duo Los Olimareños. Nombre en homenaje al Río Olimar, que baña las orillas de su ciudad natal.
Así como Víctor Jara y los Quilapayún en Chile, el Cuarteto Zupay y Mercedes Sosa en la Argentina, Caetano Velloso y Chico Huarte en Brasil, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés en Cuba, por nombrar algunos, Los Olimareños marcaron un antes y después en la música popular rioplatense. Mezclando Folklore, murga, tango y candombe expresaron la lucha del pueblo que se levanta contra los gobiernos del hambre, el ajuste, la miseria y la represión.
En su repertorio, que supera los cuarenta discos grabados, pueden reconocerse obras que han quedado internalizadas en el cancionero popular, como:
Angelitos Negros: relato del deceso de un niño de barriada humilde. Suceso, lamentablemente cotidiano, a causa de las políticas de barbarie, que descarga el Estado burgués, y el régimen capitalista por sobre el pueblo laburante. “Si sabes pintar tu tierra / Oye tu tierra / Si has de pintar tu cielo / Como el que tuesta blancos / Como el sol que suda negros / Aunque la virgen sea blanca / Píntame angelitos negros”. Este es Mi Pueblo: A ritmo de candombe, homenajea su fuerza de lucha. “Este es mi pueblo / El de siempre / El de toda la vida / El que ofrenda su vida / Y su sangre por la libertad”.
Y su más aclamada y emotiva Milonga del Fusilado. Canción, como lo dice su titulo, en homenaje a los todos los caídos en la lucha contra el ajuste y la represión, en la historia del movimiento obrero. Letra que nos lleva a los 30 mil compañeros detenidos desaparecidos en la dictadura cívico militar, a Darío y Maxi, masacrados en Avellaneda, en 2002, por el aparato represivo del Estado, a cargo de Eduardo Duhalde (PJ), y a Mariano Ferreyra. “Mi tumba no anden buscando / Porque no la encontrarán / Mis manos son las que van / En otras manos tirando / Mi voz, la está gritando / Mi sueño, el que sigue eterno / Sepan que solo muero / Si ustedes van aflojando / Porque el que murió peleando / Vive en cada compañero”.
El 23 de febrero de 1973 se produce en Uruguay el golpe de Estado cívico militar (que dura hasta 1985) encabezado por Juan María Bordaberry. Al año siguiente, Los Olimareños son prohibidos, censurados y perseguidos, motivo que los obliga a exiliarse. Al igual que un conjunto de artistas, como Mario Benedetti, Daniel Viglietti, Alfredo Zitarrosa y Aníbal Sampayo, entre otros. En el ’76, el compañero musical de Guerra viaja a la Ciudad de Córdoba, donde es detenido por un año. En 1977, de forma obligada parten a Europa, donde continúan su canción.
Terminada la dictadura, el 18 de mayo de 1984, retornan al Uruguay. Seis años después el dúo se separa y cada cual continúa su carrera de forma solista. Con la llegada del siglo XXI, efectúan recitales juntos, pero solo para ocasiones especiales, como aniversarios del 23 de febrero, algunas ocasiones del 24 de marzo en Buenos Aires, y del festival Cosquín.
En tiempos de gobiernos ultraderechistas, de los dos lados del Río de la Plata, con sus fuertes medidas ajustadoras, anti derechos y represivas, en búsqueda del perdón a los genocidas, desarrollando un fuerte discurso negacionista, más que nunca, que siga sonando su música, y que fluya su poesía militante, en homenaje a “Pepe” Guerra, para “…que se mueran los lobos / Los que siempre decían “El peso lo arregla” / Los que mataban sin culpa / Al chico de la camisa / Y exprimían al obrero / Dejándolo seco de vida” (El Hombre del Mameluco).
Se ha ido un hombre que la ha puesto voz y música a la lucha del pueblo uruguayo y latinoamericano, demostrando cómo el arte y la cultura son herramientas fundamentales en la construcción de la conciencia del pueblo trabajador. Impulsándolo a ganar las calles por sus derechos y reivindicaciones históricamente postergadas.