Cultura

9/6/2005|903

La guerra de las galaxias, episodio 3

Una lectura politica

Algunas veces el cine comercial nos provee material para una discusión política. Mucho se puede decir acerca de la trilogía de George Lucas e incluso más del reciente estreno que marca el final de la primera trilogía: La venganza de los Sith. La saga de ciencia ficción más famosa de la historia fue utilizada para bautizar proyectos belicistas del imperialismo yanqui (como el proyecto del escudo Star Wars de Reagan en los ‘80). Según algunas analogías realizadas por críticos y fans, Episodio 3 tendría un fuerte condimento anti Bush.


El senador Palpatine —más malo que el que le pega a la madre— repite ante el parlamento intergaláctico los mismos argumentos que George W. para la “defensa de la democracia” y en contra de “los enemigos de la República”: justifica la guerra como “método pacificador” y defiende la persecución y exterminio de los opositores y traidores (los Jedis, una orden mítico-religiosa de guerreros que luchan por el bien y la justicia). Palpatine es, además, en secreto, el máximo representante del Lado Oscuro, la Orden de los Sith: el Emperador que quiere dominar al universo y aniquilar a la Orden Jedi, para lo cual se vale de las instituciones de la República. En resumen, el Lado Oscuro no es más que un fascismo intergaláctico que surge de las entrañas de la propia República.


Para sus fines, Palpatine coopta al joven jedi Anakin (finalmente Darth Vader, el “malo” de la segunda trilogía). Aunque la única oposición a los planes del emperador son los Jedis, cuyo máximo maestro es el pequeño anciano Yoda, el Consejo Jedi no logra caracterizar la lucha política existente ni se pone a la cabeza de defensa de las libertades republicanas, aun cuando tiene las posibilidades de hacerlo. No tiene vocación de poder.


Su intervención se limita a servir a la República y subordinarse al parlamento (es decir, a Palpatine). A pesar de su aparente autonomía, por su carácter democratizante no logra plantear una salida independiente frente al régimen. De esta impotencia se sirve Palpatine, que utiliza esas instituciones para preparar su golpe. Durante el discurso de Palpatine, la Princesa Amidala (aliada de los Jedis), sentencia: “Así muere la democracia en medio de un estruendoso aplauso”.


Los Jedis (en definitiva, democratizantes) son prácticamente exterminados, dejando a la República indefensa hasta nuevo aviso o espe rando la aparición del “elegido”. Sólo algunos rebeldes se organizan clandestinamente para resistir.


Para George Lucas, los Jedis son “los buenos”. Con ello revela su incapacidad, propia de su origen de clase y de la ideología democratizante, de aportar una alternativa política fuera del sistema dominante.


¿Pero la impotencia de los Jedis no es, también, el retrato de la impotencia de los opositores burgueses y democratizantes de Bush-Palpatine? En este caso, cualquier semejanza con la realidad no es una simple coincidencia. ¿En fin, es sólo una película?