Cultura

15/3/2021

“La hija única”: maternidades en tiempos de mujeres en movimiento

Reseña de la novela de Guadalupe Nettel.

La hija única, de Guadalupe Nettel, comienza con una dedicatoria que al terminar la lectura de la novela adquiere una dimensión notable. En ella la autora agradece la generosidad de su amiga, Amelia Hinojosa, quien merced a una serie de entrevistas largas le contó los detalles de una historia tan singular pero con ribetes tan universales que sólo la realidad, cuando se asume como novelista o dramaturga, puede lograr.

A la vez, Nettel también le agradece a su amiga la libertad para inventar o ficcionalizar lo necesario. Es por eso que esa dedicatoria -que al comenzar la lectura aparece como advertencia de lo que puede venir- bien podría haber sido el cierre dado que en ese doble ruedo de realidad y ficción, de historia y literatura como un todo inseparable, Nettel construye una novela profunda donde las distintas maternidades, las variadas formas que asumen las familias, la complejidad de los vínculos familiares y de amistad, la inevitable presencia de los mandatos sociales -con su bullicioso coro de culpas, asunciones, negaciones y, felizmente, también enfrentamientos- aparecen como un fresco tan amplio como complejo pero de trazo simple.

Maternidades, mandatos e incertidumbres

La novela cuenta en primer plano la historia de Alina y la de la enorme transformación que supuso en su vida un hecho crucial: el anuncio, poco después de cumplir ocho meses de embarazo, de que su hija no podrá sobrevivir al nacimiento: “tu bebé no va a vivir (…) su cerebro no se desarrolló. Está muy por debajo del rango de crecimiento (…) morirá cuando las separemos”. Este es el evento de una historia real que abre en la novela una profunda y lúcida reflexión sobre la incertidumbre, los miedos, la fragilidad de la existencia y la inaudita experiencia de tener que duelar la vida que no será, la inmersión en la espera del nacimiento de la muerte.

Ese duro proceso es narrado con una prosa simple que elude los golpes bajos y que va haciendo de lo incierto, el dolor, el amor y el odio -y todas sus acciones y reacciones- una invitación para reflexionar sobre las maternidades alejándose de la solemnidad o pretendida profundidad. Nettel muestra cómo lo particular puede volverse universal cuando la literatura apunta bien. Inspirada en las novelas de Emmanuel Carrère sobre todo en cuanto al modo de trabajar con los materiales que la realidad le sirve y al uso de distintas técnicas como entrevistas, materiales de archivo e investigaciones personales, Nettel construye una novela dura pero no sensiblera y con una prosa aparentemente despojada pero profundamente atractiva.

La segunda historia es la de Laura. Laura y Alina son grandes amigas y durante muchísimos años construyeron su amistad con un acuerdo: eludir la maternidad. La idea era escapar de ese “grillete humano” que a su generación la obligaba a enfrentar el dilema entre “abdicar de su libertad e inmolarse en aras de la conservación de la especie” o “asumir el oprobio social y familiar con tal de preservar su autonomía”.

Y es que para dos mujeres jóvenes con expectativas profesionales un embarazo asoma como uno de los eventos con mayor posibilidad de truncar la promesa de desarrollo. Esa promesa, además, tiene como marco a la precariedad y a la sobreexplotación económicas. Laura estudia un doctorado en literatura con una beca y con la obligación de trabajar freelance que como ella confiesa: “estaban lejos de proporcionarme cualquier seguridad económica” y “Alina tenía un trabajo demandante en un instituto de arte y hacía lo imposible por formarse, sobre la marcha, como gestora cultural”. Del otro lado, el mandato social y familiar de la maternidad que, si bien había dejado de sancionar como aberrante la decisión de no tener hijos -como sí hizo con generaciones anteriores-, se limitaba a aceptarla como una simple abstención reafirmando su “normalidad”.

Las dos amigas se reencuentran en su México natal pero ya no son las mismas. Alina está embarcada en el sueño de ser madre para lo cual se somete a todo tipo de tratamientos. Laura lucha por escribir su tesis de doctorado y lo hace en un departamento que linda con otro donde una madre sola, Doris, pelea contra las permanentes crisis, muchas veces violentas con ella, de su hijo Nicolás.

Un nido de palomas construido en el balcón de la casa de Laura y la intrusión de otra ave que deja sus huevos para que las palomas los críen le sirven a la autora para mostrar cómo lo diverso se manifiesta en la naturaleza. Hembras con la necesidad biológica de procrear pero también con la necesidad biológica de no criar a sus hijos.

Del otro lado, el de las palomas, la asunción de la crianza de seres de otra especie viene a mostrar que ese parasitismo de puesta (tal como se llama esa acción de dejar los huevos en nidos ajenos) rompe con los preceptos que el conservadurismo le asigna a la naturaleza para darle legitimidad a sus -nefastas- posiciones políticas: no todas las hembras cuidan a sus crías y no todas las crías deben ser cuidadas por hembras.

“A mí me intrigan más las aves a las que parasitan”, dice un personaje en la novela y en su decir marca lo plural que inevitablemente es un proceso de crianza. “Saben que no son sus crías y aún así las cuidan y las atienden. Yo pienso en que llega un punto en que todas las madres nos damos cuenta de esto: tenemos a los hijos que tenemos, no a los que imaginábamos o hubiéramos querido tener”. Ese proceso es el que también experimentará Laura al establecer una relación de cuidado y protección con Nicolás.

Nicolás, por su parte, no puede evitar sus crisis y su mamá Doris irá cayendo en un pozo por no poder asumir el rol de madre. El niño deberá alejarse, irse a lo de su tía y, al poco tiempo, las crisis desaparecerán y la violencia dejará de ser un modo de relacionarse: “ahora se peina como los primos” se cuenta en la novela dejando a la lectura la tarea de ver cómo ese querer “parecerse a” era parte fundamental de su conducta. Nicolás no hizo más que parecerse a su padre maltratando a su madre y ahora, felizmente, tiene otros espejos donde mirarse.

En el aire el movimiento de mujeres y las mujeres en movimiento

Hay otra gran madre en la novela y es aquella frente a la cual Laura se construyó: la suya. En esa relación de madre-hija se pone el foco en la maternidad y sus mandatos pero también en el modo de mirarlos y la necesidad de transformarlos. Laura no puede relacionarse con su madre y gran parte de esa distancia fue producto del mandato de la maternidad cumplido a rajatabla por una y de la férrea oposición por parte de la otra. Sin embrago, se irán acercando. Laura empezará a entender más a su madre luego de asumir “parasitariamente” el cuidado de otros.

Su madre, por su parte, achicará la distancia a partir del gran cambio en su vida que significó ser parte de La Colmena, un grupo feminista que le permitió romper con el hecho de ser procesada por otro: el sistema patriarcal.
“ALTO CON LOS FEMINICIDIOS, NI UNA MÁS, NO ES NO, MÍ CUERPO ES MÍO” son algunas de las frases que colman los carteles de una marcha de mujeres descripta en la novela.

Ese gran alboroto que había tomado las calles “con una mezcla de furia y entusiasmo”, donde “las había de todo tipo: jóvenes colegialas en uniforme, madres de familia, oficinistas y mujeres mayores acompañadas por sus nietas. Algunas llevaban la cara cubierta con pañuelos verdes” que recorre la Avenida de los insurgentes pintando con aerosol en las paredes de la estación de policía las palabras “ASCO, HARTAZGO, NO + VIOLENCIA, ASESINOS y BASTA” y cantando: “hay que abortar, hay que abortar a este sistema patriarcal” o “Señor, señora no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”.

De la movilización no forman parte ni Alina ni Laura. La primera porque su vida cambió para siempre con el nacimiento (finalmente nació contra todos los pronósticos) de Inés (“nombre de poeta feminista”) esa “hija única”. Laura está cuidando de Doris y se cruza con ese “río interminable de mujeres” y, si bien no se suma, le alegra pensar que su madre “puede estar en la marcha”.