“La política secreta de la última dictadura argentina (1976-1983)”
Crítica del libro
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Con motivo del 40° aniversario del golpe militar han aparecido una serie de libros sobre el tema. Entre ellos se destaca el de Paula Canelo, que tiene la virtud de diseccionar 280 “Actas Secretas de la Junta Militar” (julio 76 – noviembre 1983), “acompañadas por numerosos anexos, planes e informes secretos” que estaban ocultas. Se descubrieron casualmente mientras se realizaban tareas de mantenimiento en algún altillo del Edificio Cóndor, sede central de la Fuerza Aérea, durante 2013.
La autora se propone hacer una interpretación política de la política de la dictadura. Esto en contraposición a lo que ella llama las interpretaciones “economicistas” existentes, que afirman que el golpe se hizo para imponer una política económica ‘neoliberal’ con Martínez de Hoz a la cabeza, a las que considera reduccionistas. En ese sentido Canelo tiene razón. Pero se bandea para el otro lado, porque parte de lo que los generales referentes de la dictadura afirman y se proponen sobre sí mismos.
Según los documentos analizados, la dictadura se propuso una vez instaurada tres objetivos políticos básicos: a) crear una nueva elite política que la sucediera, el llamado Movimiento de Opinión Nacional; b) reformar la constitución para instaurar un cuarto poder que institucionalizara la intervención del alto mando militar: un poder corrector con derecho a veto y c) digitar -con mucho tiempo- una ‘salida’ política a través de elecciones municipales para seleccionar a los referentes ‘naturales’.
Era una utopía reaccionaria. No tenía ninguna base de sustentación.
Desde el punto de vista del análisis es legítimo diseccionar un fenómeno político-histórico. Pero luego hay que integrar lo diseccionado a un análisis de conjunto. Cosa que a Canelo le cuesta pues su objetivo es “recuperar como clave interpretativa fundamental la autonomía de la política con respecto a la economía” (pág. 11).
La historia la hacen los hombres, pero condicionados por el medio ambiente histórico-social en que viven. El golpe de 1976 fue decididamente apoyado por toda la clase burguesa, incluyendo la burocracia sindical y el peronismo. Su objetivo directo fue aplastar la radicalización y combatividad de la clase obrera, la juventud y las masas explotadas que venían rompiendo con el movimiento nacionalista burgués, que las había monopolizado políticamente desde 1945.
Habiendo fracasado todos los intentos represivos y políticos para contener este proceso abierto con el ‘cordobazo’ de 1969 (Cámpora, Perón, Triple A, etc.) la burguesía dio vía libre al golpe represivo. Las Fuerzas Armadas golpistas tenían como problema central el “aplastamiento de la subversión”, no sólo de las organizaciones guerrilleristas-foquistas en amplio retroceso y desbande, sino, fundamentalmente, la radicalización política obrera y juvenil en creciente desarrollo. El programa económico del golpe surgió del fracaso del remedo nacionalista impotente que llevó al país al borde del defol y a la burguesía a un ‘cambio de frente’ hacia el capital financiero internacional. Proceso que había iniciado (y fracasado) el ‘rodrigazo’.
La dictadura va a caer, a su vez también, producto de la crisis económica (quiebra de bancos, etc.). Lo que demuestra la vigencia de aquella famosa frase del ministro Talleyrand a Napoleón: “sire, las bayonetas sirven para muchas cosas, menos para sentarse sobre ellas”. Sea civil o militar, democrático o dictatorial, si el régimen no logra dar salida a la crisis será fagocitado por ella (cualquier parecido con la actualidad del ascenso de Macri y la continuidad del giro iniciado por los K hacia el capital financiero no es mera coincidencia).
La crisis mundial y la resistencia de las masas (en el libro desarrollada como la irrupción de los reclamos por “los derechos humanos”) hicieron pomada a la dictadura y sus reaccionarios sueños ‘refundacionistas’. En sus páginas desfilan las diversas fracciones militares en pugna y de modo lacerante la complicidad de las direcciones políticas de los partidos burgueses y del PC con la dictadura y su objetivo de impunidad por los crímenes cometidos.
Desde 1980 va dominando en la preocupación del mando militar la búsqueda de mecanismos que garanticen la impunidad. Canelo publica un documento secreto que hace el balance de un extendido proceso de “diálogo” con entrevistas a políticos, dueños de diarios, empresarios y sindicalistas de marzo de 1981 donde se caracteriza que “el régimen obtuvo una actitud favorable de la dirigencia política sobre la ‘lucha antisubversiva’”. En julio de 1981, ya en plena debacle económica de la dictadura, se crea la Multipartidaria y saca un documento (“Convocatoria al país”) “donde no se pronunció sobre los desaparecidos, ni cuestionó a las ‘Fuerzas Armadas victoriosas’”. Madres de Plaza de Mayo y Familiares de Desaparecidos por Razones Políticas venían ganando protagonismo creciente con apoyo de la juventud. Proceso en el que intervino activamente nuestra Política Obrera.
La burguesía argentina como clase, con sus instituciones y partidos, apoyó el golpe represivo, la represión y la posterior impunidad de los genocidas.
Paula Canelo hace una revisión de la lucha contra la impunidad en estos 40 años, pero llamativamente se queda a mitad de camino con los gobiernos K, a los que pinta con formas progresistas. No sólo por la inexistencia de antecedentes de los Kirchner en la lucha contra la represión dictatorial, sino que deja fuera del tintero la promulgación de la ley Antiterrorista y de los Proyectos X. Se olvida de Milani -represor responsable de desapariciones llega a comandante en Jefe- y de Stiuso, jefe de la Side, que son continuación de la dictadura militar.