Cultura

29/6/2006|952

La prueba del Cine Militante


Pasaron cuatro años de la Masacre de Puente Pueyrredón. De esa “atroz cacería” pergeñada por el gobierno de Duhalde y todo su gabinete para intentar resolver, mediante una represión en regla, su desafío más urgente (y el de la burguesía de conjunto): derrotar la rebelión popular y terminar con el protagonismo que asumía el movimiento piquetero en la etapa marcada por el Argentinazo, las asambleas populares y las fábricas ocupadas.


 


¿La imagen o la lucha…?


 


A la luz de estos cuatro años resulta pertinente retomar el debate sobre el papel jugado por las imágenes del hecho (fotos y videos).


 


En primer lugar, reivindicamos el papel de las imágenes como pruebas incriminatorias de la represión estatal (como las del Ojo Obrero, en particular en el caso de la Masacre de Avellaneda y en el 19 y 20 de diciembre). El Ojo Obrero nunca podría subestimar el rol de las imágenes y tampoco lo haremos en esta oportunidad, pero como no queremos que se haga de ellas un fetiche, intentaremos correr algunos velos al respecto.


 


En el juicio sobre los hechos de la Avenida Pavón que culminó hace poco, nuestras imágenes, que son nombradas decenas de veces en los fundamentos de la sentencia, fueron una prueba irrefutable de la culpabilidad de Fanchiotti en relación a los disparos efectuados con postas de plomo, ya que fueron sincronizadas con las imágenes captadas por el camarógrafo de Canal 7. De esta manera, los peritos demostraron científicamente mediante el estudio de las referencias visuales y de los rebotes acústicos de los disparos, que son el comisario Fanchiotti y el cabo Acosta, entre otros, quienes disparan a quemarropa a la manifestación.


 


Dentro del aparato jurídico de la burguesía la imagen puede constituirse en una prueba para defender las causas de los explotados. Es por eso que a la clase dominante le preocupa tanto la pérdida del control de la producción de imágenes y de la producción simbólica en general.


 


La derrota de la intentona represiva de 2002 y la precipitación de las elecciones no sucedieron gracias a las imágenes. La teoría del enfrentamiento entre piqueteros no fue desbaratada por una foto publicada en Clarín, sino por la inmediata movilización popular unitaria de piqueteros, asambleas populares, estudiantes y trabajadores que un día después copó masivamente la Plaza de Mayo para pedir la cabeza de Duhalde (que no es poca cosa…).


 


Lo que realmente pesó en la situación fue la conciencia de un sector del movimiento piquetero y la izquierda argentina sobre el momento político de extrema debilidad de la burguesía, luego del Argentinazo. Una caracterización que existía aún antes del 26 de junio, cuando cuatro días antes, en la Asamblea Nacional de Trabajadores (ANT) se lanzó el plan de lucha que cortaría varios puentes de acceso a la Capital, a sabiendas de que las posibilidades de represión gubernamental eran muy altas.


 


Esta conciencia de la etapa y esta audacia política es la que reivindicamos en primer lugar, porque sin ellas y sin la incansable movilización independiente durante estos cuatro años por el juicio y castigo, ni 30.000 imágenes hubieran alcanzado, y nuestro presente podría ser bien distinto.


 


La imagen y la lucha


 


Pero queremos llamar la atención sobre una cuestión más que pone en su justo lugar nuestra tarea como cineastas militantes, sirvan o no nuestras imágenes para un juicio. Las imágenes también pueden ser utilizadas para afianzar y desarrollar las luchas, pueden ser una herramienta militante y clarificadora.


 


Es lo que sucedió con el video “Piqueteros Carajo”, que fue proyectado en infinidad de lugares como herramienta de colectivización de la experiencia y de preparación masiva de la lucha por el esclarecimiento de los asesinatos y contra las maniobras de enkubrimiento del nuevo gobierno.


 


El terreno de la producción simbólica es un terreno de lucha sin tregua en el cual la burguesía corre con enormes ventajas, sin embargo, vale destacar el papel del cine militante aportando una prueba objetiva en un juicio, pero sobre todo, como un factor subjetivo en la lucha de clases, produciendo el sentido de sus imágenes desde la perspectiva histórica de la clase obrera.


 


 


 


Extractos del Editorial de Piquete de Ojo Nº 4