Cultura

3/5/2023

La rebeldía sutil de ser puto

"Un Lugar para Mungo", la segunda novela de Douglas Stuart.

La carátula y el autor

El humo de las incontables fábricas que desde la Revolución Industrial hasta hace no tanto se cernía sobre el paisaje urbano de Glasgow ya no oprime más los techos de los tenements del East End en la novela “Un Lugar para Mungo” (Young Mungo) del escocés Douglas Stuart. El resultado de las políticas privatizadoras del gobierno conservador de Margaret Thatcher se hace sentir a mediados de los años noventa, donde nos encontramos con Mungo, un adolescente de 15 años camino a un fin de semana de pesca en un remoto lago escocés con dos integrantes de alcohólicos anónimos. Un hálito de decadencia, nostalgia y ternura oculta embebe esta novela que logra una intimidad profundamente autobiográfica a la vez que retrata una pugna que ineludiblemente atraviesa e interpela al lector.

El autor Douglas Stuart nació en Glasgow en 1976 y creció en un barrio carenciado donde el thatcherismo había hecho estragos en la clase trabajadora. Fue criado por una madre alcohólica que murió cuando tenía 16 años, y luego fue criado por su hermano. Su primera novela “Shuggie Bain”  con temáticas similares a “Un Lugar para Mungo” ganó el Premio Man Booker y se encontró en las listas de los mejores libros de 2020 del “New York Times”, “The Telegraph”, “The Guardian”, entre otros medios de comunicación.

La narración comienza presentándonos a Mungo, un adolescente manso e inocente que se ve arrastrado por las personalidades fuertes que lo rodean en su humilde familia. El padre brilla por su ausencia y su madre aparece de a ratos, alcoholizada o con abstinencia, con un genio que oscila entre el maltrato brutal y el cariño irrefrenable. La familia Hamilton vive en un pequeño apartamento en una vivienda social que se encuentra en la tradicional barriada protestante de Glasgow. La hermana de Mungo, Jodie, hace de madre mientras trabaja por las noches en un bar, lucha por terminar la secundaria y sueña con ser la primera en la familia en ir a la universidad. Su hermano, Hamish, lidera la pandilla protestante del barrio, que se dedica al vandalismo y al conflicto constante con las pandillas católicas en una Escocia marcada a fuego por el sectarismo religioso. En un contexto familiar complejo, Mungo intenta satisfacer a todos mientras lleva una vida errante y desesperanzada en la sombra de la pobreza, la soledad y la opresión.

Nos encontramos también con diversos retratos de personajes que han sido empujados a la adicción y al alcoholismo como consecuencia del desempleo y la pobreza que resultó de las privatizaciones de Margaret Thatcher. Se menciona a menudo el cierre de los astilleros y las fábricas luego del gobierno de la Dama de Hierro, cuyas políticas estuvieron signadas por la guerra sin cuarteles contra los sindicatos en el Reino Unido y las privatizaciones y subas de impuestos que golpearon el bolsillo de los sectores más carenciados en los 80 y los 90.

La narración oscila capítulo a capítulo entre las calles violentas de Glasgow y el idilio de un loch escocés. La ciudad le depara a Mungo una membresía obligatoria en la pandilla de su hermano, donde el enemigo principal es el inmigrante irlandés católico, que ha sido designado chivo expiatorio de los sufrimientos económicos de la época, los que agarraron todos los puestos de trabajo sumiendo a los escoceses protestantes en el desempleo y miseria. El joven tiene una aversión innata a la violencia y rehuye del “negocio” familiar. Los paisajes intactos de la Escocia rural contrastan fuertemente con el espacio urbano que promete pobreza y sufrimiento en los ojos de Mungo, que apenas ha salido de su barrio en sus 15 años de vida, mucho menos ha visitado el campo. El giro siniestro del viaje de pesca no se hace esperar sin embargo, y el idilio se torna en una pesadilla cuando la violencia que impregna a la ciudad infecta tambien el refugio de Mungo junto al lago.

La monótona vida del joven parece estar marcada por el ritmo de las salidas obligadas con la pandilla de su hermano a cagarse a trompadas con coetáneos católicos, hasta que irrumpe James, su vecino católico, que pertenece a un escalafón social levemente más alto de la clase trabajadora y cría palomas en el terreno baldío que separa los edificios donde viven ambos adolescentes. Lo que comienza como una amistad tímida y secreta entre dos hijos de grupos religiosos enemigos se torna rápidamente en una frágil historia de amor. A medida que Mungo se adentra en su romance con James hace a la vez un viaje de introspección en su propio deseo y sexualidad, que hasta ese momento le habían sido tan desconocidos como los paisajes de la campiña escocesa. El romance entre ambos se desarrolla en un contexto altamente homofóbico, donde las consecuencias de ser descubiertos podrían ser fatales. A pesar de esto, los jóvenes perseveran en su deseo de estar juntos a pesar de las circunstancias opresivas que los rodean.

“Un Lugar para Mungo” retrata los obstáculos que dificultan el amor, la prosperidad y la libertad en una sociedad tensionada por la desigualdad profunda, el fanatismo religioso y la homofobia. Sin embargo, la narrativa de Stuart también nos da motivos para creer que la rebeldía y la pelea por el epónimo lugar, donde los flagelos nombrados con anterioridad sean cosa del pasado, vale la pena. La lectura de esta novela es poco menos que una obligación.

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