Cultura

1/7/2015|1370

La rebelión para augurar un futuro


“Miren esta relación profunda: la violencia contra la mujer es un producto de la sociedad en que vivimos, donde todo es violencia, violencia contra la naturaleza, contra el trabajador, contra los niños. Hay un Estado que asegura el ejercicio de la violencia, y no sólo el Estado, hay un poder ‘espiritual' que asegura el ejercicio de esa violencia, que es la Iglesia católica, y la mayor parte de los jueces son clericales. Entonces, cuando una mujer va a reclamar un derecho dicen: “Niña, tienes que defender el matrimonio, piensa en los hijos”, y en lugar de tomar medidas para que cese esa violencia, no toma ninguna medida y es lo que denuncian todas las mujeres que han hecho reclamos de ese tipo. Es antes que nada una violencia de un sistema de explotación, que se manifiesta en una violencia de género, y no una violencia de género separada de un sistema de explotación” (Prensa Obrera, 9/6/).


En La patota, de Santiago Mitre, todas las conclusiones presentes en estos párrafos citados de un discurso de Jorge Altamira son deducibles con total facilidad. La película aporta a su vez elementos de mayor complejidad: el juez que aparece en el film no es clerical, no rechaza el aborto, pero tampoco puede actuar sobre un caso de violencia de género sin aplicar la violencia del Estado y recurrir a una policía que tortura. Paulina, en cambio, la víctima directa de esa violencia, cree poder buscar otra salida…


“…si queremos arreglar este asunto, por algún lugar tenemos que arrancar, y la forma de arrancar es que gobiernen los trabajadores, no que se imparta una clase de educación, porque ninguna clase de educación puede superar la presión del clero, del Estado, de los partidos y del poder económico. ¿Desde cuándo? ¡Ni Sarmiento pensaba en esas boludeces!”, concluía Altamira.


En La Patota, Paulina intentó con la educación y aunque ella está lejos de la conclusión política de Altamira, la película también expresa los límites de la educación, incluso “no formal”. Sin embargo, en Paulina hay una fuerza vital y a la vez racional que incomoda profundamente al público, la radicalidad de su entereza frente a la violencia sufrida. Su actitud es revolucionaria.


La Patota es una obra que abre. En la incomodidad que generan las decisiones de su personaje principal radica la más profunda crítica a este sistema de explotación y violencia, mientras que en su actitud revolucionaria desprovista de un curso de acción late la rebelión necesaria para augurar un futuro.