Cultura

27/7/2018

La vuelta del ruiseñor

Sobre “El ruiseñor, el amor y la muerte”, el nuevo disco del Indio Solari.

Mi lengua dice todo el tiempo, tonteras

Que vine a vivir…. con mi muerte también

La Gran Lady existe para que

Vos no me asfixies, amor



¿Qué rosa oscura vive y florece en los pantanos?

Será que ya no puedo bailar

El ritual simple y gris de un soñador


“El ruiseñor, el amor y la muerte”, cuarto tema del disco homónimo de Carlos Alberto Solari


El astro del rock nacional cautivó anoche a sus seguidores con el esperado lanzamiento de su último disco, El ruiseñor, el amor y la muerte, que grabó junto a su banda Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado.


Carlos Alberto Solari, el Indio, lo difundió anoche a través de una radio online que hace tiempo anticipa las novedades del cantante -y atrajo ineludiblemente, como es usual, la atención de todos. Esta vez, a diferencia de sus últimas repercusiones públicas, lo que primaron fueron las canciones. Y otra vez, Solari volvió a conmover con su lírica y sus melodías fantásticas.


El emblema de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota pasó toda su vida envuelto en un manto de misterio, de mística – y de esa tierra desconocida cosechó tempranamente un fanatismo arrollador, inédito, de parte de sus seguidores. Ese marco caracterizó a todas sus presentaciones, desde los Redondos hasta acá. Sin embargo, la sensación es que esta vez es diferente. Tal vez asistimos al cierre de toda una etapa del rock nacional porque, probablemente, este sea el último disco del Indio Solari.



La placa, que lleva en su arte de tapa (otro ícono de la mística ricotera y del propio Indio) una foto en blanco y negro de sus padres, en un intento por plasmar a quienes lo inspiraron -según comentó el escritor y amigo del músico Marcelo Figueras- y que está plagada de sonidos que remiten a tiempos ricoteros, de viajes a Momo Sampler (último disco Redondo, año 2000) o al Último Bondi a Finisterre (anteúltima placa,1998), suena, también, a despedida. Lo que deja en sus oyentes es una sensación contradictoria: la alegría de volver a escuchar sus canciones y el fantasma de que sean las últimas.


En marzo del año pasado, en medio de uno de sus shows en Tandil, el Indio reveló que pelea contra el parkinson. Que le viene pisando los talones, dijo. De esto estuvo teñida también su última presentación en Olavarría, en la cual murieron dos personas aplastadas por la negligencia y el negocio de los empresarios de la música, que hicieron del show una combinación explosiva. Esa vez se percibió que era el último, en medio de una desazón general y del enojo de una parte de su público que se sintió entregado a la desidia. Unos meses más tarde, su mánager dijo que Solari no volvería a tocar. Después, el propio Indio lo desmintió y fue lo último que se supo de él: que está enfermo, que está enfrentando a la muerte, que está colapsado por su imagen pública, que no iba a hacer declaraciones por los muertos en Olavarría así como no lo hizo en su momento por Walter Bulacio, asesinado por la policía durante un show de los Redondos en 1991.


El disco nuevo sale ahora envuelto en esa nebulosa: en su decadencia personal y humana, el Indio arremete con canciones conmovedoras y auténticas en donde la muerte se enfrenta con la vida, la oscuridad convive con la luz, lo humano y lo decrépito forman un resultado explosivo, vital, que es fruto de esa unión y que Solari la expresa con la maestría que le dio el lugar enorme que indiscutiblemente tiene y que lo inmortalizó, hace rato, en la cultura nacional.


La vuelta del ruiseñor es una nueva prueba de su latente inmortalidad.