Cultura

2/4/2020

Los pichiciegos, de Fogwill: Malvinas y una visión sin mitos de la guerra

Lecturas en cuarentena.

“Aquella tarde, creo que fue el primer martes de mayo de 1982, al llegar a la casa encontré a mamá y a la empleada que la cuidaba pegadas al televisor y mamá me recibió gritando entusiasmada.


-¡Hundimos un barco…!


Ni la imagen de decenas de ingleses violetas flotando congelados, que de alguna manera me alegraba, pudo atenuar el espanto que me provocaba el veneno mediático inoculado a mi familia.


Entonces, subí a mi pocilga, escribí la frase “mamá hoy hundió un barco”, di por terminada para siempre mi fallida novela, cargué una nueva hoja en la máquina de escribir y doce horas después empezó a amanecer, y había completado la mitad del relato de Los Pichiciegos.”


Esta es una parte del prólogo que Rodolfo Fogwill escribió para la edición del 2010 de Los Pichiciegos, poco antes de morir. La novela circuló en fotocopias antes de junio del ´82. Nadie la quiso publicar. En 1983, tuvo su primera edición. Allí Fogwill advirtió que no había escrito una novela contra la guerra de Malvinas, sino contra una manera estúpida de pensar la guerra y la literatura.


Los Pichiciegos relata el encierro antiépico de un grupo de pibes, soldados y sargentos argentinos, en una cueva construida por un Ingeniero y otros conscriptos durante la Guerra de Malvinas, a la que llamaron “La pichicera”. Los cuerpos sucios, semidesnudos, escondidos en el calor y el olor a mierda, las caras iluminadas mientras pitaban un Jockey Club, el dolor de las caras cuando la linterna los iluminaba, escaldadas, en la chimenea, en el tobogán, en el almacén: todos los reductos de una cárcel subterránea llena de bolsas, estantes y mercaderías que los pichis intercambiaban con los ingleses con el único objetivo de sobrevivir.



“Córtense solos, porque de esta no salimos vivos si no nos avivamos”, les dijo el sargento a los que luego formarán la comunidad pichi. Ese derrotero va a configurar todas las peripecias que se sucedan en la novela. Martín Kohan nos cuenta que el mundo de Los pichiciegos está dividido en dos: los vivos y los boludos. No los ingleses y los argentinos, no los patriotas y los desertores, no los valientes y los cobardes, tampoco los pacifistas y los belicistas; sino los vivos y los boludos. Es que la viveza de sobrevivir se constituye en la única escala de valores nacionales que une a los protagonistas.


La guerra transcurre así sustraída del credo nacionalista, se desarman todos los mitos; no puede prosperar la argentinidad al palo que inventó el Estado. La destreza ficcional de Fogwill brilla y fluye a través de diálogos hiperrealistas, sublimes. Recomendable e imprescindible lectura un 2 de abril en cuarentena. Probémosla en voz alta.