Cultura

22/6/2024

TEATRO

“Los secretos”: el amor se planta a la soledad

La obra está en cartel hasta el 23 de julio

El tótem se yergue en el centro de escena de los “Los secretos”, como un monumento enigmático a la soledad del ser humano en la modernidad. Nos recuerda al monolito de “2001: Odisea del espacio” de Stanley Kubrick, espanta e hipnotiza a la vez, pone en marcha la acción. La obra de Juan Andrés Romanazzi indaga en la posibilidad de sentir, de conectarse y de amar en el presente, donde las relaciones humanas se reifican y se pulverizan bajo la presión de la modernidad capitalista.

“Los secretos” comienza con una profesora de literatura sin nombre en primer plano, interpretada por Paula Fernández Mbarak, que sufre de una adicción al juego. La docente está rodeada de torres de libros que la protegen, que se van derrumbando a medida que avanza la trama. Se encuentra sola en la oscuridad, le cuenta al público sobre su vida, su adicción a las “maquinitas” y su profesión. Con dificultad se sale de su rol pedagógico, analizando sintácticamente oraciones, clasificando palabras, está enajenada.

Más tarde, en la esquina diametralmente opuesta del escenario, en tercer plano, tenemos a un guardia de seguridad de un edificio, también anónimo, interpretado por Iván Moschner. Con elegante simetría sufre otra adicción, en este caso a la pornografía. No es cualquier guardia, sino que está sentado en una oficina, mirando el palier de más de una decena de edificios, mientras que su cara aparece en una pantalla, vigilando a los que entran y salen. El personaje no sólo vigila, sino que es vigilado por un software que detecta cuán a menudo quita la vista de la pantalla, comportamiento que será medido por algoritmos, y que luego se traducirá en una pérdida de ranking en la empresa. La despersonalización capitalista es total, la vida del guardia consiste en mirar las imágenes de las entradas de los edificios, e intentar no ser descubierto mientras mira porno grotesco en una esquina de su pantalla.

El tótem de vigilancia preside la escena, en el centro, bisecando la línea imaginaria que de otro modo conectaría sin impedimentos al guardia y a la profesora. Un día, ella se tropieza frente a cámara, y las palabras “Pero señora, ¿está bien?” del guardia en la pantalla, un mensaje telegráfico, para el personaje de Fernández Mbarak guardan encriptada la cifra del amor y desencadenan el romance. El tótem actúa de panóptico foucaultiano, observando a las personas de ambos lados de la pantalla, pero ellas logran subvertir su vigilancia, convirtiendo a esta pantalla opaca en una ventana para ver a, y enamorarse del otro. Estos dos marginados desafían a la monotonía de la modernidad y se enamoran, se desean, a través de la pantalla que los separa.

El guion de Romanazzi es pregnante y elocuente, dándole a los actores un texto verborrágico y profundo para encarnar. La escenografía austera y necesaria nos centra en las actuaciones de Paula Fernández Mbarak que se luce con su carisma y versatilidad e Iván Moschner que se planta firmemente con su precisión y confianza. Los actores son acompañados por la música en vivo de Gabriel Motta y el diseño de luces de Leandro Crocco, que marca con una certeza quirúrgica los límites que se le imponen a los personajes y que los amantes pugnan por desbaratar. “Los secretos” es una obra chica, pero con un corazón grande cuyos latidos desafían a la soledad de la modernidad capitalista.

“Los secretos” está los martes a las 21hs en El Porton de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034) hasta el 23 de julio.