Cultura

13/9/2016

Muere el payaso Plin Plin: el negocio detrás de una canción

La historia de la apropiación capitalista de una melodía.


Francis Ruggieri, el clown rosarino autor de la popular canción infantil “El payaso Plin Plin”, falleció este lunes en su ciudad natal, donde se había hecho conocido como personaje de un programa televisivo para niños durante los años 70 y donde también había ejercido como docente de escuela primaria. La canción, que fue incorporada al repertorio popular argentino y cuya incorporación se realizó de manera anónima (sin que quienes la cantaban se preguntaran por su autoría), está basada en la melodía del “Feliz cumpleaños”, cuyos sones tienen un alcance universal y versiones en incontables idiomas. A pesar de que se haya señalado el uso de tal melodía por parte de Ruggieri –aspecto que más adelante esta nota comentará–, en realidad la discusión da pie para comentar una de las apropiaciones capitalistas de un producto de la cultura popular más escandalosas de la historia.


En 1893 las hermanas estadounidenses Mildred y Patty Smith Hill, maestras de profesión, crearon la canción como incentivo para homenajear a los estudiantes de sus clases que dieran los “buenos días”: la letra original acompañaba la melodía con las palabras: “Good morning to all”. La partitura apareció en un libro llamado Canciones para el jardín de infantes de ese mismo año y no hubo reclamo de derechos por la música. Sin embargo, el tema se popularizó con la letra del “Cumpleaños feliz”. Jessica Hill –otra de las hermanas Smith Hill–, que trabajaba en la compañía de discos Clayton F. Summy Publishing Compañía, registró la letra de la popular canción a nombre de esa empresa en 1935.


La operación se realizó a pesar de que la letra del “feliz cumpleaños” había sido una versión popular anónima, creada a partir de la melodía que no tributaba derechos. La compañía Clayton F. Summy vendió los derechos al gigante de la industria musical y fílmica Warner Brothers, que desde ese año cobró regalías inmensas por su uso en espectáculos públicos, versiones discográficas, películas, teatros y programas de televisión. Al cambio actual, Warner Brothers cobraba dos millones de dólares por año y lo podría haber seguido haciendo hasta 2030 debido a que se aseguró extensiones por el cobro de derechos en los Estados Unidos, hasta que una demanda judicial planteó que la canción pertenecía al dominio público, petición reconocida recién en 2016. El proceso judicial había sido iniciado por unos cineastas que estaban haciendo un documental sobre la historia de la canción, a los que la Warner Brothers les pidió dos mil dólares como pago de derechos por el uso de la canción. Finalmente, el tribunal se expidió contra la multinacional discográfica y desestimó sus pretensiones de seguir cobrando hasta 2030. Todo el proceso configura una de las mayores apropiaciones empresariales de una creación de la cultura popular.


No se podría decir lo mismo de Ruggieri, quien ni siquiera había registrado a su nombre la letra de la canción que había creado sobre la base musical del feliz cumpleaños y que, a partir del programa de televisión en el que participaba, se popularizó y luego creció excediendo a la voluntad de su creador. Ruggieri había realizado una operación intertextual, tomando un elemento de la cultura popular como el “Feliz cumpleaños” y resignificándolo, sin negar jamás el origen de su creación. Ruggieri siguió con su personaje luego de acabado el ciclo televisivo y trabajaba animando fiestas infantiles en Rosario (a veces llegaba a animar treinta por mes), sin abandonar su rol como maestro de música en una escuela primaria a la que asistía acompañado de su acordeón. Tal es la pérdida de la noción del origen de la canción “El payaso Plin Plin” (el mismo que se pincha la nariz y hace fuerte: “atchís”) que la similitud entre la melodía con la del “Feliz cumpleaños” recién fue puesta de manifiesto de manera masiva mediante un diálogo de la película de Damián Szifrón Tiempo de valientes, de 2005. Como toda obra auténticamente popular, la canción había sido apropiada por las masas y su autor podía reconocerse en las infinitas versiones que se hacían de ella. Afortunadamente, Ruggieri no debió pagar derechos a la Warner Brothers como tantos otros miles de artistas a lo largo de décadas y décadas. Falleció el lunes, en Rosario, a los 67 años.