Cultura

24/7/2016

Orozco-Rivera-Siqueiros y la muestra que no fue

“La exposición pendiente” y “La conexión del sur” estarán en el Museo Nacional de Bellas Artes hasta el 7 de agosto.


El 11 de septiembre de 1973, en Chile, la estampida de las bombas lanzadas por tanques de guerra y el silbido de los aviones sobrevolando el Palacio de La Moneda, entre fuego y balaceras, irrumpieron violentamente bajo órdenes del general Augusto Pinochet. Los comandos militares asesinaron al entonces presidente Salvador Allende e instalaron, así, una de las más sangrientas dictaduras que enfrentó el pueblo latinoamericano.


 


Dos días después, el Museo Nacional de Bellas Artes de Chile tenía planificado inaugurar una maravillosa exposición artística de tres muralistas y precursores del arte moderno en México: José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Las obras, pertenecientes al Museo Carrillo Gil, eran extraordinarias no sólo por su asombrosa belleza, sino también por su peso histórico y político: representaban la pobreza, la barbarie, la muerte.


Sin embargo, el golpe impidió aquella inauguración. Las peripecias que el encargado de la muestra atravesó para devolver las obras —15 días después del golpe y de manera clandestina— a su país de origen, salvándolas de la destrucción, son otra larga historia.


 


Cuarenta y tres años después, dichas obras se presentan en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. La muestra, inaugurada en Chile un año atrás, consta de dos partes: “La exposición pendiente” y “La conexión sur”. La primera, expone 76 de las obras que integraban aquella exposición caduca, de los tres mexicanos que, unidos por la misma disciplina artística, resultaron, sin embargo, enfrentados por motivos políticos. La revolución rusa opuso ferozmente a Rivera y Siqueiros, a tal punto que éste último, comprometido con el estalinismo intentó —fallidamente— asesinar al revolucionario ruso León Trotsky, mientras éste permanecía exilado bajo protección de Diego Rivera y su esposa, Frida Kahlo, en su casa de Coyoacán, en México.


 


“La conexión sur”, por su parte, ilustra la influencia que los tres mexicanos tuvieron en las obras de los muralistas argentinos como Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo o Juan Carlos Castagnino, como así también la intervención de sus obras en los procesos políticos de nuestro país. En “La exposición pendiente”, como señaló un curador mexicano, “está el pueblo representado, el pueblo manifestándose, organizado”.


 


Las obras de arte son, también, su época, su historia: la comprometida y enfrentada militancia política de los autores (una contundente síntesis de los engranajes del arte y la política  y de la descomposición estalinista), sumada a los trágicos acontecimientos que impidieron la exposición en Chile, en medio de un contexto en que la necesidad del capital por aplastar la insurrección obrera dominaba la escena mundial. Y, por otra parte, la enorme potencia del trabajo de estos artistas, hacen de la exposición una escena ineludible.


 


Aún más, el texto que acompañaba la muestra en 1973 fue lo último que escribió Pablo Neruda. El poeta chileno —que le llegó a escribir una “oda a Stalin”— murió 12 días después del golpe militar. El texto, llamado “Tres hombres”, decía:


“Estos tres grandes figurativos trazaron en muro o en tela la figura de una patria, estos tres creadores la recrearon, estos reveladores la revelaron. México les debe figura, creación y revelación. Y México no es tierra de así no más, ni de baile especulativo o virreynal: es trágica grandeza, épica serenata, cadencia del corazón más volcánico de nuestro continente.”