Cultura

13/9/2007|1009

Pavarotti: La popularización de lo culto

El jueves 6 falleció, en Módena, víctima de un cáncer pancreático, el tenor Luciano Pavarotti. De chico se sintió más atraído por ser futbolista que por el canto. Su padre lo estimuló para que estudiara lírica haciéndole escuchar tenores como Beniamo Gigli, Giovanni Martinelli, Tito Schipa y Enrico Caruso, y enviándolo a profesores del “Bel Canto” para que desarrollara las cualidades que había demostrado cantando con él en el coro parroquial.


Comienza a actuar en el circuito de la ópera hasta que en 1963, en el Covent Garden de Londres, reemplaza a Giuseppe Di Stefano en La Bohéme (Puccini). Se convierte en uno de los pocos tenores del Do de pecho, la nota más aguda a la que puede llegar el tenor, que va del Do 4 al Do 6 (Do de pecho).


Breve historia de la ópera


Hace cuatro siglos el compositor y teórico de la música Vincenzo Galilei —padre de Galileo-; Giovanni Caccini, cantante y compositor; Otavio Rinuccini, poeta, y Iacopo Peri, músico, se constituyeron como el Cuarteto Florentino con el propósito de restaurar la dramática griega clásica incluyendo la música como elemento añadido a los textos. Recién en el siglo XVI los músicos empiezan a preocuparse por encontrar un lenguaje musical capaz de expresar los textos. Se tiene a Dafne como la primera ópera, actualmente perdida, escrita por Peri y estrenada en 1597.


En un principio la ópera se asoció a las festividades y manifestaciones de poder de la nobleza y de la Iglesia, siendo ésta crítica del género por tenerla como pecaminosa por la temática, el amor sin prejuicios de clase —muchas óperas relatan la pasión entre nobles y campesinas o prostitutas-, así como por las representaciones con cantantes femeninas. En 1637, Benedetto Ferrari abre la primera sala para exhibir óperas a cualquiera que pagara la entrada. El espectáculo se complementaba con salones de comidas y juegos para solventar los altos costos.


En los siglos XVIII y XIX la ópera alcanza su punto más encumbrado con Giacomo Puccini, Gioachino Rossini, Giuseeppe Verdi, Wagner, Beriloz, Saint Saëns.


Una vuelta de tuerca


El lugar natural de la ópera es el teatro. Las principales ciudades del mundo mantienen grandes escenarios como la Scala de Milán, la Opera de París, la de Estocolmo, el Bolshoi de Moscú, el Colón de Buenos Aires.


En la actualidad, el gran negocio no es sólo llenar teatros sino comercializar masivamente un género artístico (mediante CDs, televisión, megarecitales, etc.) y el patrocinamiento de grandes empresas.


Los españoles Plácido Domingo y José Carreras, y Luciano Pavarotti ("Los Tres Tenores") salieron a los estadios deportivos, parques y a la industria discográfica. Pavarotti puso ahínco y tesón para que el Bel Canto saliera del circuito reducido. Son recordadas sus presentaciones en los Juegos Olímpicos de 2000 con Nessum Dorma (Ninguno duerma), aria de Turandot (Puccini, e interpretando otros géneros como rancheras, tangos, boleros (cross over).


Un aspecto que dejará la obra de Pavarotti al popularizar obras de cientos de autores e intérpretes, que circulaban por salones privados y teatros, es romper la falsa creencia que distingue la llamada música culta de la popular, haciendo masivo lo que históricamente fue calificado sólo para oídos “cultos”.


Pavarotti fue un excelente virtuoso de las formas clásicas de la ópera. Escucharlo da placer, y gracias al intento de masificar su arte puede escuchárselo en difusiones que llegan a millones de oyentes cuyos oídos eran considerados no aptos.