Cultura

13/4/2020

Películas en cuarentena: un recorrido por el Studio Ghibli y algunas de sus joyas, ahora en Netflix

Una oportunidad para la reflexión crítica a través de la mejor animación.

En enero de este año Netflix, el gigante del streaming, anunció haber llegado a un acuerdo de distribución con Studio Ghibli, el aclamado equipo de producción japonés de cortos y largometrajes animados. De esta manera, los 21 films de la cartera del estudio se encuentran ahora disponibles en la plataforma en su idioma original. Se trata de una oportunidad para viejos y nuevos fans de redescubrir o descubrir una producción elogiada mundialmente por la crítica especializada.

Studio Ghibli fue fundado en 1986 por Hayao Miyazaki e Isao Takahata, que serían los directores y productores de buena parte de las películas del estudio. En ellas, a diferencia de lo que ha predominado en la mayoría de las producciones del género, más del 90 por ciento de la animación es cuidadosamente hecha a mano, lo que da como resultado un espectáculo único, más aun tratándose de films sumamente taquilleros -El viaje de Chihiro (2001), la cinta más popular del estudio a la fecha, es la película japonesa con más tickets vendidos en la historia. La música, a cargo por lo general del compositor Joe Hisaishi, es otro elemento distintivo de estas cintas, habida cuenta su combinación del clasicismo europeo con ritmos japoneses tradicionales.

Una mirada crítica y reflexiva

Despejando el prejuicio que pueda existir sobre una liviandad inherente a las películas de animación aptas para todo público, los films del estudio cuentan con una importante densidad conceptual.

En ellos, el eje principal suele ser el encuentro de la tradición, lo mágico o la naturaleza con la vida de una sociedad moderna o industrial. Los personajes ingresan a un mundo sobrenatural, basado fuertemente en el folclore japonés y en el sintoísmo, lo que incluye todo tipo de espíritus y criaturas. La resolución de los conflictos que generan esos encuentros arroja una reflexión y también una síntesis de la visión que los directores tienen del propio Japón, sociedad constituida por la convivencia entre el pasado y la costumbre, por un lado, y la modernidad por el otro.

El contenido cinematográfico que genera Ghibli es reconocido por establecer un canon de personajes bien desarrollados, tanto femeninos como masculinos, así como una narración cuidada en cada una de sus historias.

Con el contacto de los personajes con lo mágico y lo espiritual se inician las tramas y argumentos que suelen estar atravesados por una mirada crítica de la sociedad, con sus desigualdades, sus guerras y su tendencia a la destrucción del medio ambiente. Si el rechazo a estos fenómenos se manifiesta por momentos como una crítica más o menos abierta al capitalismo, otras veces parece inclinarse hacia una mirada centrada genéricamente en los individuos, en quienes se carga las responsabilidades por su afición al consumo, comportamientos avaros o relaciones poco orgánicas con lo naturaleza.

Un elemento a destacar, tratándose Japón de un país con prácticas machistas particularmente arraigadas, es el protagonismo de las mujeres en todas las películas, tanto en los roles de heroínas como de “villanas”. El entrecomillado no está de más, toda vez que no estamos ante obras que ofrezcan con claridad un contrapunto entre sus antagonistas, sino que los personajes tienen claroscuros, con virtudes y defectos, mostrándonos más un debate argumental que un conflicto simplificado entre el bien y el mal. Que la mayor parte de los protagonistas sean femeninos es un dato a tener en cuenta ya que décadas atrás la producción cinematográfica, y más aún la animación destinada a un público infantil, aún continuaba reproduciendo un rol secundario o pasivo de las mujeres supeditado al papel de los varones. En estas obras el género no existe como condicionante de las acciones y roles de los personajes, pudiendo varones y mujeres cumplir papeles distintos a los que se les suelen adscribir en las producciones tradicionales. La naturalidad con la que Studio Ghibli aborda esta cuestión contrasta incluso con buena parte del animé en donde suele darse una mirada estereotipada de las mujeres, presentadas usualmente como ingenuas y precipitadas, a la espera de que un valiente héroe las saque de sus problemas.

Compartimos a continuación una breve reseña de algunos de los títulos más destacados.

El viaje de Chihiro (2001, Hayao Miyazaki)

Chihiro es una niña de 10 años que fortuitamente ingresa en un mundo habitado por espíritus,  el cual busca permanecer ajeno al conocimiento y contacto con la civilización moderna. Para salvar a su familia deberá ingresar en la lógica con la que se rige ese mundo; un amor juvenil será clave en la resolución de la problemática, así como también la bondad y valentía de la protagonista. La película aborda de manera crítica a la codicia, ya que esa actitud lleva a la ruina a parte de los personajes. El rechazo a la contaminación también es un eje argumentativo del film. Todo esto transcurre en el marco de situaciones ambientadas con maestría técnica y con la aparición de todo tipo de personajes entrañables. El viaje de Chihiro batió récords de audiencia y ganó el Oscar a la mejor película animada, así como el Oso de oro del festival de Berlín (única película animada en lograrlo) y el equivalente de la academia japonesa de cine. Se trata, sin dudas, de una de las películas claves del género.

La princesa Mononoke (1997, Hayao Miyazaki)

La película nos adentra en un punto indeterminado de la historia de Japón en el que coinciden comunidades que llevan una vida agraria tradicional, una ciudad donde se está iniciando la manufactura industrial y el mundo de la naturaleza y los espíritus del bosque. Conceptual y espiritualmente es considerada una secuela de Nausicaa (1984), una obra previa de Miyazaki. El film nos convoca a reflexionar sobre la relación (conflictiva) entre los seres humanos y la naturaleza, pero también sobre las desigualdades sociales y sobre la emancipación de las mujeres, ya que proporciona una alternativa a los roles de género habituales. La ‘ciudad de hierro’ dirigida por Lady Eboshi acoge en su seno a los excluidos del resto de la sociedad, a  la vez que para hacerse con los medios para defenderse arremete contra el bosque y sus habitantes. Como contraparte, San (la princesa Mononoke), aborrece a los humanos por destruir el hábitat de animales y espíritus. El amor jugará también un papel en la resolución de los problemas planteados. Lejos de brindar sentencias firmes y concluyentes, la obra presenta problemáticas y deja que los espectadores realicen sus propias reflexiones.

Nausicaä del Valle del Viento (1984, Hayao Miyazaki)

Nausicaa, la protagonista del film, vive en un mundo postapocalíptico en algún momento del futuro; la humanidad ha llevado al mundo al borde del precipicio y la contaminación ha hecho que gran parte de él sea inhabitable.  Además, los humanos han perdido la mayoría de los conocimientos industriales de sus antepasados. En ese contexto, grupos de personas entablan guerras por los pocos recursos que existen en una tierra envenenada. Muchos están cegados por cosas como la ambición, la avaricia, la ira, o incluso por ideas equivocadas, alimentando la destrucción del mundo. Este panorama contrasta con la naturaleza increíblemente pura y comprensiva de Nausicaa. que asombra a la gente que la rodea.  La mayor parte de su batalla personal se centra en pelear contra el odio en el mundo. Pero el eje pasa a ser otro cuando se presenta la amenaza en torno a la cual gira este film. Nausicaa es la princesa de un pequeño grupo de personas y su posición como hija del rey le otorga poder y responsabilidades.  El hecho de que Nausicaa tenga poder es un aspecto no menor: por el bien de su pueblo, deberá convertirse en una rehén política haciendo peligrar su posición.

Considerando la alta calidad de elaboración, la construcción de tramas complejas, y las reflexiones a las que invita, estamos ante obras a las que vale la pena destinarles nuestra atención.