Cultura

11/6/1987|185

"Pelotón" y "Salvador"

Con "Salvador" primero y con "Pelotón” después (sobre la guerra de Vietnam), Oliver Stone ha realizado un vigoroso testimonio de la política imperialista en dos teatros políticos claves de las últimas décadas. Con un despliegue de recursos técnicos y fílmicos de primer nivel, ambas películas conmueven al espectador con secuencias en las que quedan registrados el bombardeo indiscriminado contra la población civil y el asesinato de los habitantes de una pequeña aldea vietnamita (en “Pelotón"), y las masacres, secuestros y asesinatos (con obediencia debida incluida) ejecutados por las tropas salvadoreñas y los grupos paramilitares (la “mano blanca”), armados y financiados por el imperialismo yanqui, en “Salvador”.

Las películas de Stone están basadas en experiencias directas de sus autores. El propio Stone es veterano de Vietnam y su co-guionista en “Salvador", Richard Boyle, es un periodista que vivió en el país centro-americano a fines de 1980 y principios de 1981 (durante la transición entre Cárter y Reagan): la película lo tiene como protagonista.

Dirigiéndose fundamentalmente a sus compatriotas, Stone centra sus denuncias en la política yanqui de represión Indiscriminada y de apoyo político y militar a los gobiernos derechistas de Centroamérica.

Stone denuncia el Reaganismo: las bandas paramilitares salvadoreñas celebran alborozadas el triunfo de Reagan y los representantes del Pentágono y la CIA anuncian el inminente incremento de la ayuda política, económica y militar (recordemos, de paso, que la dictadura argentina, incluyendo algunos prohombres de los sublevados de Semana Santa, como el coronel Seineldín, fueron los adelantados de la intervención yanqui en Centroamérica a principios de la década del ‘80).

En este sentido, el tremendo impacto de las películas de Stone en Estados Unidos, son inseparables de la crisis en que ha entrado todo el proyecto Reagan un lustro más tarde (lrangate-"contras"; reciente marcha de cientos de miles de personas sobre Washington contra la intervención yanqui en Centroamérica). Este es el fenomenal valor del testimonio de Stone. El público argentino se siente muy tocado por estas denuncias y aplaude inevitablemente la secuencia en la cual se denuncia la obediencia debida.

Stone también desliza críticas al “carterismo” por su inconsecuente defensa de los derechos humanos: el embajador carteriano aparece vacilante frente a las presiones del Pentágono y la CIA y finalmente "cede” autorizando en un momento clave un masivo apoyo económico y militar, para no ser acusado después de haber “permitido” una nueva derrota como la de Nicaragua.

Pero Stone no supera las limitaciones del ala liberal de la política Imperialista (ala izquierda del Partido Demócrata). En "Salvador” critica a la guerrilla salvadoreña por practicar fusilamientos sin juicio previo durante la batalla de Santa Ana, pretendiendo colocarse por encima de los campos en lucha y en favor de una salida democratizante. En ese sentido enraíza al arzobispo Romero, asesinado por un comando paramilitar en una secuencia impactante, presentándolo como arquetipo de los derechos humanos, omitiendo toda referencia al partido demócrata cristiano de Napoleón Duarte, que pasó a comandar el timón del Estado, con el apoyo yanqui, poco después de los sucesos que relata la película.

Pese a sus limitaciones, el testimonio de Stone es una denuncia irrefutable sobre la verdadera “decadencia del Imperio americano".