Cultura

5/4/2020

Poco Ortodoxa, una mirada sobre el machismo de las mujeres

La nueva miniserie de Netflix está basada en el bestseller de Deborah Feldmann.

Willimsburg es un barrio judío de Brooklyn, donde convive una comunidad jasídica ultraortodoxa. Este es el escenario principal de la miniserie alemana éxito de Netflix Poco Ortodoxa que cuenta la historia de una joven, Esther Shapiro (Esty), que huye hacia Alemania en busca de independizarse. El guión esta basado en la autobiografía de Deborah Feldmann Poco ortodoxa: el rechazo escandaloso de mis raíces jasídicas.


Esty, interpretada por la actriz israelí Shira Haas, es una adolescente de 19 años casada en un matrimonio arreglado, con Yanky. Ambos son miembros de la colectividad jasídica que vive sus días ensimismada, con el objetivo de reproducirse para engendrar y devolver a la comunidad a “los 6 millones aniquilados”, como cuenta Esty en referencia clara al holocausto nazi. Aferrados a las tradiciones, interpretando estrictamente los mandatos de la Torá, desconfiados del mundo exterior a fuerza de la dolorosa historia de su pueblo.


Esty se define a sí misma como “diferente a las demás”, esta carta de presentación ante su prometido será el desarrollo de su historia, la búsqueda de encontrarse la llevará a huir hacía Alemania.



Cuando el patriarcado lo imponen las mujeres


La dramática historia contrapone con flashbacks la vida de Esty en Willimsburg y el presente en Berlín.


Si bien esta tradición judaica verticalista impone a los hombres como símbolo de autoridad, desde el rabino, como figura máxima en la toma de decisiones de toda la comunidad, pasando por cada uno de sus miembros. Los varones son los que estudian la Torá, son los que hablan primero en las reuniones y citas, son quienes se dedican a los negocios fuera del hogar. En tanto las mujeres cumplen el rol subordinado de obediencia a sus maridos, “tienen que sentirse reyes”, estando a cargo de procrear y encargarse de los quehaceres domésticos. Sin embargo, lo que más destaca esta historia es el rol de imposición y opresión de las propias mujeres para hacer girar la rueda de esta cultura. La madre aparece representada como la garante de este status quo de la comunidad, presionando al resto de las mujeres de su familia, al punto de opinar sobre las relaciones sexuales de las parejas, recordando que el fin único de la mujer es la procreación y el servicio a su esposo.


“Recuerdo que me sorprendí cuando fui a Sarah Lawrence, y tomé una clase de filosofía feminista en la que todos me dijeron: ‘¡Dejaste el patriarcado!’. Yo estaba como: ‘Bueno, sí, dejé el patriarcado, ¿dónde estaban todos los hombres en este patriarcado? ¿Por qué siempre se inclinaban sobre los libros mientras las personas que me oprimían eran mujeres? ¿Por qué las personas que más me hicieron daño fueron mi tía, mi suegra, maestras, la asistente de mikvah, la maestra de Kallah y la terapeuta sexual? ¿Por qué siempre me sentí lastimada y traicionada por las mujeres? Tuve muy poca interacción con los hombres, y lo poco que me había hecho ver a los hombres como muy pasivos y estancados”, señalo Feldmann en una entrevista con The New York Times.


La necesidad de libertad en un mundo que no es libre


En la búsqueda de libertad y rotura de las cadenas sociales que la oprimen, Esty encuentra que el mundo fuera de Willimsburg es hostil para volver a empezar. Sin estudios, con todo el peso de su tradición y costumbres sobre los hombros, sentirá la presión del desarraigo.


En un constante y bien logrado antagonismo entre fragilidad y fortaleza, Esty encuentra en su necesidad de cambiar su vida el motor que la acompañe en este viaje. “Es una historia hermosa, muy singular, que muestra dos lados: no es una historia sobre la existencia de Dios ni nada parecido, es más sobre el derecho a tener voz propia”, sintetiza su protagonista Shira Haas.


La historia atrapa por la fidelidad de sus vestuarios y escenas al contar con detalles poco conocidos, las costumbres y tradiciones de esta comunidad. El relato sobre el camino a la emancipación que aspira Esty, muestra como la cultura machista y patriarcal no es propiedad de un género, sino una costumbre muy arraigada y reproducida incluso entre las mujeres.