Cultura

15/9/2020

Raised by Wolves: planetas inhóspitos, inteligencia artificial, religión y ateísmo de la mano de Ridley Scott

Aaron Guzikowsi y Ridley Scott retoman algunos de las inquietudes clásicas del género sci fi en su nueva serie de HBO Max.

Ridley Scott es uno de los más renombrados directores de ciencia ficción contemporáneos. Con películas como Blade Runner o The Martian, o con su exitosa Alien de 1979 y las precuelas de décadas después siempre ha intentado (aunque no en todos los casos con éxito) abordar grandes preguntas sobre el sentido de las cosas, y el qué nos hace humanos, a través de la exploración de este género.

No es de sorprender que cuando el guionista Aaron Guzikowski le trajera la idea de Raised by Wolves (“Criado por lobos”), Scott se sumara no solo con su productora sino personalmente en el proyecto, incluido su rol como director de los dos primeros capítulos.

Esta nueva serie de sci-fi de HBO se concentra en la historia de dos androides (Madre y Padre) enviados a un planeta desconocido, aparentemente deshabitado, con el objetivo de criar niños que puedan crear una civilización atea en este planeta. La Tierra fue destruida por una gran guerra entre dos facciones: los mitraístas, fanáticos religiosos creyentes en el dios Sol que llevan vestimentas reminiscentes a los caballeros templarios, y los ateos, dejando a los niños como los únicos sobrevivientes y el futuro de la humanidad. La serie se desarrollará entre la inevitable colisión de ambos grupos frente, a la necesidad de sobrevivir en este nuevo planeta.

Raised by Wolves presenta temas recurrentes de la ciencia ficción clásica: la inteligencia artificial, la supervivencia en mundos hostiles e indiferentes donde la vida humana no es más que una insignificante partícula de un todo mayor, son la base desde donde deciden abordar temáticas como la religión, la ideología y la fe. También, mientras vemos como Madre y Padre crían a sus niños y cómo ellos responden a sus dudas y recelos, la serie juega a explorar la paternidad, la ética, la autoridad y el abuso de ella, la dualidad entre la naturaleza humana y aquello que nos es dado a través de nuestro entorno, y la distancia a franquear en relación con un otro atravesado por diferentes orígenes.

Quizás quien mejor resume la impronta fue Aaron Guzikowski en una entrevista: “tengo tres hijos pequeños y, ya sabes, solo pienso en ellos y en la invasión de la tecnología y en lo que podría traer el futuro: si alguna vez se les da la oportunidad de comenzar una nueva civilización, comenzar desde cero, pero ellos saben qué sucedió en la Tierra, tienes toda esa información, tomando esa decisión de ¿qué vas a llevarte y qué vas a intentar dejar atrás? ¿Es eso incluso algo que podemos hacer? ¿O estamos tan genéticamente programados como seres humanos para seguir cayendo en estos ciclos? ¿Hay alguna rutina de la que no podamos salir, o es algo de lo que podemos liberarnos y encontrar un sentido renovado de propósito?”

Desde este punto de vista, los primeros capítulos muestran un panorama desolador para estos interrogantes, presentando muchos de los recursos visuales característicos de este director mezclando elementos de body horror y otras vertientes del terror. Entre la amenaza creciente de los mitraístas, de la dualidad de Madre y del enigmático planeta, parecería que la “naturaleza” del hombre tendería a repetirse.

Todavía quedan por salir la mayoría de los capítulos, aunque estos primeros, junto a a las palabras de guionista y director, arrojan pistas sobre su mirada y lo que está en juego. En el caso de Guzikowski, señala que “la serie trata más sobre la fe”, aunque entendida en un sentido amplio: los habitantes de este nuevo planeta “deciden en qué van a creer: en la tecnología o en una mitología antigua, en nosotros mismos o en una historia que creamos”. Así, la exploración de la serie parece moverse entre dos formas de la alienación: de un lado, el sentimiento de pérdida de lo humano ante la tecnología (uno de los temas por excelencia de la ciencia ficción, ya desde sus orígenes); del otro, la enajenación del sujeto en el sentimiento religioso. Se trata de dos aspectos de la experiencia de las personas en el mundo capitalista, donde las leyes que rigen su vida le resultan ajenas, y la religión continúa jugando como solución (imaginaria) a esta desazón.

En la misma entrevista, Ridley Scott también observa que “hay un momento en la historia egipcia en la que la ciencia y la religión iban de la mano y fue el momento más sano”, en una añoranza injustificada. El conocimiento científico del mundo avanza, golpeando la base de las explicaciones místicas; si la religión permanece en pie es por su rol como sostén de un mundo de opresión.

Gran parte de las producciones audiovisuales de ciencia ficción de los últimos años han hecho hincapié en las catastrofe. Futuros distópicos, ya sea creados por un cataclismo que obliga a la humanidad a sobrevivir o resultantes de un creciente abismo entre las clases, reflejan la ansiedad que atraviesa al capitalismo moderno en su etapa de mayor crisis y con la consecuente conflictividad social. Con el estreno de Raised by Wolves y con el anuncio de la adaptación de la clásica saga de Isaac Asimov, Fundación, por parte de Apple, pareciera estar empezando a aparecer una intención de explorar el después: la reconstrucción o creación de nuevas sociedades, sobre los cimientos de la anterior.

Luego de estrenarse el 3 de septiembre los primeros tres capítulos de la serie en HBO Max, y a la espera de su estreno en TNT, la serie ha recibido grandes críticas y se plantea como una parada obligada para los fanáticos de ciencia ficción. Finalmente abre muchos cuestionamientos e interrogantes sobre temas ya abordados por el género, pero resta ver si logrará otorgarles nuevas respuestas a la altura de su ambición.

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