Militantes católicos robaron tres obras de la muestra “Contratapa’s”, de la revista Barcelona. Antes, habían presionado a la Universidad Nacional de San Luis, organizadora de la muestra, para que la censurara. También irrumpieron en la muestra, se reunieron a rezar en las escalinatas de ingreso de la universidad y pintaron las paredes con consignas de cuño fascista “UNSL = dictadura del relativismo”, “¡Viva Cristo Rey!” y “ni 30.000 ni inocentes”. Argumentan que las tapas de Barcelona “insultan y se burlan de la religión”.

Cada vez con más frecuencia, los sectores clericales intentan violentar o destruir aquello con lo que disienten: los encuentros de mujeres, las muestras del artista plástico Alfonso Barbieri en Córdoba, las exposiciones de León Ferrari. El Estado no interviene para ponerles un límite.

Pero Barcelona no irrita sólo a la Iglesia. En agosto, en Tucumán, una patota que llegó en dos camionetas de la Municipalidad, también secuestró la totalidad de la muestra, organizada por la Asociación de Prensa de Tucumán y la librería El Griego. Rehusaron identificarse y le dieron una trompada a uno de los organizadores cuando intentó fotografiarlos.

Muchos definen a Barcelona como una revista de humor, pero sus editores la consideran una revista periodística. Es editada por un grupo de periodistas y amigos con años de trabajo en los medios, que se propusieron no depender de la publicidad para que les fuera posible “decir cualquier cosa”. Barcelona se convirtió, apelando a un humor corrosivo, en una implacable crítica de la realidad política y social, y del tratamiento que le dan los medios. Denunciamos los intentos de acallarla y nos solidarizamos con quienes la hacen.