Cultura

23/3/2011|1169

Sobre Vargas Llosa: esa manía de tapar las bocas

Escritores de LuchArte - Córdoba -Biblioteca de Alberdi- PO

Un grupo de escritores militantes y/o simpatizantes del Partido Obrero de Córdoba nos pronunciamos ante la reciente exigencia de no permitir al escritor peruano Mario Vargas Llosa presidir la inauguración de la Feria del Libro de Buenos Aires, rechazando abiertamente esa postura.

Parece que a los integrantes de Carta Abierta, del Centro Cultural de la Cooperación (Banco Credicoop-Tarjeta Cabal, etc.), a José Pablo Feinmann, a Mario Goloboff, no les basta con las distinciones ni la trayectoria literaria de ningún escritor para reconocerle dignidad y autoridad moral suficiente para opinar; también es preciso que conforme única y exclusivamente los preceptos ideológicos de estos demandantes. Porque, ¿no fueron algunos de ellos también los que se encresparon con la CD de la SEA (Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina) cuando ésta se pronunció contra la invasión a Gaza por el Estado de Israel, en 2008? Claro, aquellos argumentos eran distintos: que ese tipo de pronunciamientos no estaba entre las funciones de una asociación gremial como la SEA (ni así fuera un hecho bélico de escandalosa injusticia, repudiado por miles de escritores y artistas en todo el mundo), que si en la discusión intervino el dirigente del PO Jorge Altamira…

Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, por su parte, no parece entender el desacertado ejemplo que significa su actitud para los directores de hasta las más humildes bibliotecas populares. Descalificar los méritos de un escritor a los efectos de cumplir un acto dentro de una actividad específicamente literaria, por su mero pensamiento político, es no sólo un error sino una incitación a la censura. Si bien puede entenderse su reacción como funcionario de un determinado régimen político frente a las declaraciones de Vargas Llosa, la función pedagógica que debe cumplir es la de promover la más absoluta libertad de expresión de los escritores y también de acción, en lo atinente a sus actividades literarias. El objeto más democrático que posee hasta el presente cualquier cultura es una biblioteca: los autores sólo están separados por temática y orden alfabético.

Que Vargas Llosa enfrente a la opinión del público si así debe ser. Si algo deba reclamársele al escritor peruano en cuanto a sus opiniones políticas y sociológicas que se lo invite a un debate público, que no se pida silenciarlo. Porque a esa manía de tapar las bocas de los escritores que disienten con sus posturas, pretendiendo impedir sus actos y pronunciamientos, ¿qué tal si esta lista de firmantes la pierden de una vez, y se acuerdan de que la libertad es el más alto premio al que puede acceder la tarea de un escritor?
La presidenta Cristina Fernández -demasiado ocupada en temas de candente prioridad política y económica, en medio encrucijadas políticas, gremiales, sociales, como para echarse una brasa más entre las manos- les pidió retirar su pedido. Claro, “intentar censurarlo al PO en cuanto a los hechos del asesinato de Mariano Ferreyra es una cosa, pero ¡a un premio Nobel con llegada a tantos gobiernos internacionales!… Vuelvan a su trabajo, muchachos, que bien se les paga”, habrá pensado CFK.

¡Por la irrestricta libertad de expresión en el arte y la literatura!

¡Por una ley de presupuesto provincial y nacional que permita abrir más bibliotecas populares, en vez de cerrar las que existen!