Cultura

1/10/2025

Sonic Youth y la resistencia del ruido: 30 años de "Washing Machine"

Canciones largas, guitarras disonantes y la negativa a complacer al mercado

La carátula del disco

En septiembre de 1995, Sonic Youth lanzó el álbum Washing Machine. El contexto no era menor: el grunge ya había sido absorbido por las grandes discográficas, el rock alternativo se transformaba en un producto de consumo masivo y bandas de la escena independiente entraban en el circuito del mainstream. Sonic Youth, ya con un lugar consolidado en Geffen Records, eligió responder con un disco que no iba detrás del hit, sino que apostaba a lo contrario: alargar las canciones, saturar de disonancias, exponer un manifiesto de libertad en tiempos de domesticación musical.

Grabado en Memphis, Washing Machine es un álbum expansivo. Becuz abre con guitarras que nunca terminan de resolverse, como un desafío al oyente, sin un relato lineal pero con fragmentos llenos de pensamientos. Skip Tracer se burla de la cultura pop y sus segundas manos. Little Trouble Girl, con la voz de Kim Gordon, mezcla ironía feminista con dulzura inquietante que deja como resultado una sátira sobre los roles impuestos sobre las mujeres. The Diamond Sea, de casi veinte minutos, se despliega como un océano de ruido y feedback: una canción que rompe con toda lógica comercial y que se convirtió en una de las piezas más emblemáticas de la banda, un canto a la permanencia.

Los casi veinte minutos de duración de The Diamond Sea y la faceta experimental de la banda fue el punto de partida para las críticas: demasiado largo, disperso, poco digerible. Pero esa fue justamente la apuesta: no entregar un producto “redondo”, sino defender la disonancia como bandera. Tres décadas después, el disco se entiende como un punto de inflexión: Sonic Youth eligió correrse del camino del éxito inmediato y reafirmar que la música puede ser un espacio de resistencia.

Esa resistencia no era solo estética. La banda fue parte de una contracultura que disputaba sentidos: Kim Gordon, referente feminista y artista visual; Thurston Moore, ligado a causas progresistas; una postura permanente contra la guerra, el machismo y la homogeneización cultural. Incluso desde el seno de una multinacional como Geffen, Sonic Youth eligió seguir siendo incómoda, defendiendo lo marginal y el ruido como forma.

Esa coherencia atraviesa hasta hoy. Mientras buena parte de la industria musical calla frente el genocidio en Gaza, Thurston Moore ha suspendido presentaciones en Tel Aviv y declaró su apoyo al BDS, movimiento de boicot, desinversión y sanciones. Kim Gordon no dudó en usar sus redes para amplificar la voz de médicos palestinos que viven denunciando la amenaza constante de ataques por parte de Israel. Un gesto breve, pero significativo: la misma artista que en 1995 se negaba a complacer al mercado, hoy se posiciona públicamente frente a un genocidio que intenta ser silenciado. Cabe señalar que en el 2021 la banda recaudó fondos, a través de publicaciones inéditas y demos, para garantizar el derecho al aborto en Texas.

Por eso, reseñar Washing Machine en su aniversario es más que un ejercicio nostálgico. Es reconocer que el ruido, la incomodidad y la disonancia siguen teniendo una potencia política. Sonic Youth no solo cuestionó las formas del rock: propuso otra forma de entender el arte, como espacio de resistencia frente a lo establecido.

En un presente atravesado por guerras, genocidios y la censura a quienes se pronuncian, el disco resuena como recordatorio, como un testimonio de una forma de estar en el mundo: el ruido puede ser denuncia. Washing Machine no limpia ni ordena; ensucia, desacomoda y nos enfrenta al poder. Esa sigue siendo, 30 años después, su mayor vigencia política.