Cultura
24/3/2022
“Soy una tonta por quererte”, la sexualidad y la potencia en el centro del relato
El nuevo libro de Camila Sosa Villada.
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"Soy una tonta por quererte"
El nuevo libro de Camila Sosa Villada construye un universo travesti actuante y policromático. La autora de Las malas da el siguiente paso en su carrera como escritora para explorar, en nueve cuentos, una variedad de subgéneros, registros y personajes.
A Camila Sosa Villada -la actriz- la escritura parece quedarle chica, le resulta insuficiente para dar carne al relato. Tal vez por eso su obra como escritora desborda de oralidad y de referencias literarias. Orgullosamente travesti y cordobesa, es dueña de una prosa que ilumina de rabia. Irreverente, provocadora, intensa, no se guarda ninguna emoción, incluso aquella que reivindica el poder del resentimiento.
Soy una tonta por quererte es su quinto libro, editado por Tusquets en marzo de 2022. La autora ya había incursionado en varios géneros: la poesía con La novia de Sandro (2015), el ensayo en El viaje inútil (2018), alcanzó la fama con su primera novela Las malas (2019), que fue multipremiada y se tradujo a más de 10 idiomas, y se consolidó en ese camino con la segunda, Tesis sobre una domesticación (2019).
Esta vez, por consejo de Juan Forn, aceptó el desafío de cumplir con el rito de pasaje que le impone la industria editorial: trascender el registro autobiográfico, tan explorado y explotado por escritores noveles, para consagrarse en el relato breve de ficción. Como ella cuenta en varias entrevistas, a pesar de que nunca reveló cuánto de historia propia y cuánto de invención literaria había en Las malas, le quedaba por demostrar que es una escritora idónea que puede mentirnos en la cara tantas veces como quiera y no solo una persona que puede escribir bien sobre su vida.
El resultado es este libro de cuentos lleva como título el nombre en español de la canción “I´m a fool to want you”, interpretada por Billie Holiday en su disco Lady in satin (1958). La propia cantante de jazz afroamericana protagoniza el más extenso de los nueve relatos que lo componen y que reflejan una variedad impensada de opciones literarias que van desde la historia personal hasta la ficción distópica, pasando por cuentos fantásticos y realistas. “La primera persona -advierte a las pocas páginas- es tan inútil de disfrazar en la escritura”. No serán pocas las veces en las que Camila, la autora, rompe la cuarta pared para evitarnos una impostura de la narración, pasarnos la mejor receta para preparar scones o recomendar un disco para escuchar de principio a fin, mientras nos encerramos a solas en un cuarto.
Continuidades y rupturas
A pesar de este giro literario, Sosa Villada dejó hilos muy visibles que permiten conectar a estas nuevas historias con situaciones y personajes de Las malas. El primer cuento, sin duda, los hilvana -un viaje al santuario de la Difunta Correa, la vergüenza de los padres- pero en los que siguen también se respira un aire cotidiano para el público lector -los avatares de la prostitución, la “merca”, el nacimiento y la muerte, el monte, la maternidad en todos sus visos. Don Sosa, La Grace, la Machi son retomados y expandidos en algunos cuentos, donde van ganando espesor. Otra veta en común son las masculinidades. Vuelven los “hombres sin cabeza”, que aman a las travestis más allá cualquier designio, pero también los rugbiers con sus “cuerpos de rinocerontes llenos de cicatrices y moretones”, los maridos hipócritas que viven en el clóset y los patriarcas de mano pesada. Algunos son rústicos y, a la vez, frágiles. Otros ejercen su poder de hombres blancos y adinerados, pero son también burlados en el texto, expuestos en sus traumas, miserias y somatizaciones. Una tercera trama está vinculada a la religión: santos populares, monjas, ritos paganos, transmutaciones, mitologías, deidades aztecas. Las referencias bíblicas sobreabundan y alcanzan su clímax en el relato final: ¿Qué pasaría si, acostumbradas al buen vivir, en una sociedad plenamente integrada, las travestis olvidaran la violencia original, esa “violencia honrada” que las mantenía a salvo en el pecado? ¿Cómo harían frente a una humanidad cuyos discursos de odio derivaran en fascismo? Perseguidas, emprenderían un éxodo agónico pero imprescindible hacia tierras alejadas y se verían en la necesidad de fundar una nueva tribu. Ya no estamos, como en Las malas, en el terreno del realismo mágico sino en las primeras páginas del Génesis:
Al comienzo éramos las recién llegadas, las extranjeras con olor a culo. El clima cambió año tras año y su crueldad llegó sin ruido como el desamor. Aquí nos quedamos y supimos que la tierra nos protegía al hacer crecer espinas como un muro…
El segundo cuento, No te quedes mucho rato en el guadal, es una belleza del realismo. Tiene como protagonista a Martincito, un niño que, en compensación por el abandono, recibe de regalo un cachorro, un perro recién destetado al que decide llamar “Don José”. Junto a su hermana, deben lidiar cotidianamente con un padre borracho y autoritario que los hace cargar con la culpa y las consecuencias de la huida materna, en salvaguarda de un secreto a voces del que todo el pueblo no quería anoticiarse: se fue porque su carne “no admitía un golpe más”. La historia no se agota en las violencias que los niños pueden poner en palabras, sino que deja abierta la posibilidad de muchas más.
Cotita de la encarnación es una apuesta osada. No es simplemente, como señaló cierta crítica, “una historia de la Conquista gay”. El anteúltimo cuento fusiona en una misma historia la potencia de dos genocidios, las crónicas mexicanas de la Conquista y la Inquisición. Para atentar, nuevamente, contra el relato binario, Sosa Villada hace visible lo sexualmente ambiguo. Cuenta el encarcelamiento y la mutilación de cincuenta sodomitas indios, mulatos y negros que fueron cazados como brujas, torturados en catacumbas e incinerados en la plaza pública, hasta que las fogatas los redimen de su sufrimiento. La operación profana y reinventa dos discursos “sagrados” de la historia blanca: el genocidio contado desde el punto de vista del historiador varón (“ellos eran intocables”) y la explicación fundante del feminismo europeísta.
La Julieta travesti en el balcón
“Parda con algo de señora inglesa adentro”, “crédula y pajuerana”, “sin tetas”, lo que se dice “un desastre de puta”. Si el género, además de una construcción social, es también una performance, una práctica de actuación, Camila Sosa Villada juega con esta idea acentuándola, del mismo modo en que lo hace en cada aparición pública con su propia presencia, y pone en el centro de la escena lo que en otros autores aparecería como marginal: el universo de las travestis, no como submundo abyecto que existe por fuera de la norma, sino como un universo actuante y policromático, desbordante de sexualidad, con sus ambigüedades, sus peligros, sus venganzas, sus metáforas zoológicas y sus parafernalias:
«¿Qué hacen todas esas travestis trepadas a un árbol, como nidos de pájaros cubiertos de lentejuela y cuero sintético? ¿Qué hacen allí como frutos de perfumes baratos, pelo escaso y el maquillaje grueso que relumbra bajo la luna? Parecen panteras. Parecen murciélagos que penden del sueño. Qué hacen allí en ese árbol de corteza oscura que las sostiene como una mano que lleva entre sus dedos el enredo de las travestis. Se esconden de la policía, eso hacen. Tienen terror de la policía, por eso trepan a los árboles como felinas del fin del mundo».
En varias entrevistas, la autora no ahorró críticas a las políticas de género de los sucesivos gobiernos, críticas que tienen que ver con todo lo que no se ha hecho para mejorar las condiciones materiales y concretas de vida de las travestis, a pesar de los marcos legales.
Esta actitud beligerante la hace extensiva a sus personajes. Los protagonistas de estos nueve relatos -llámense niños, travestis, indias, marrones o estrellas en decadencia- nunca son completamente víctimas. Nos revelan sus tormentos y sus terrores pero también sus estados de alerta, sus tácticas para defenderse frente a lo que les toca vivir, sus reivindicaciones, sus debates internos. Todos en algún momento van a buscar lo que es suyo:
Por lo que nos han hecho. Por lo que hemos sufrido. Por el pan que nos quitaron. Por el amor negado.
Y lo toman.
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