Cultura

10/3/2016|1402

“Spotlight”: periodismo, poder y descomposición clerical

Con este film, Tom McCarthy produce, en tanto denuncia social, una línea de continuidad respecto a otra película suya, The Visitor (2007), un trabajo cinematográfico de calidad sobre las condiciones de opresión y represión que viven los inmigrantes en Estados Unidos después del 11-S


La película Spotlight (“Primera plana”, en español), escrita y dirigida por Tom McCarthy, relata la investigación verídica del diario The Boston Globe, que destapó en 2002 los casos de pedofilia en la Iglesia católica, donde estaba involucrada la cúpula eclesiástica de Boston, en particular el cardenal Bernard Law. El film (representando aquella notable investigación periodística que ganó el Pulitzer) revela cómo la Iglesia, con una política sistémica, encubrió los abusos cometidos por casi un centenar de curas entre 1984 y 2002.


Spotlight, la palabra que da nombre a la película, retrata el nombre del equipo especial de investigación del Boston Globe. Los periodistas sacaron a la luz el caso tras un inapelable y ejemplar trabajo periodístico. Eso es: horas de entrevistas a las víctimas, chequeo de fuentes, decenas de llamadas, trabajo de archivo, búsqueda de documentos en la Corte, entrevistas a los victimarios, derecho de réplica a la Iglesia.


 


“La gran historia no está en los curas, como individuos, está en la institución; práctica y política. Hay que apuntar contra los males del sistema”, caracteriza en un momento el entonces editor del Globe, Marty Baron (representado por el actor Liev Schreiber), hoy al frente de The Washington Post. Se muestra cómo la Iglesia, desplegando su poder, opera y presiona para encubrir los abusos, mediante un metódico ocultamiento: la víctima firmaba un acuerdo de confidencialidad para lograr un arreglo, los abogados tomaban un tercio (también se refleja su negocio carroñero) y el clero se mantenía, así, fuera de los registros.


 


“La Justicia mantiene casos sellados por presión de la Iglesia”, se denuncia en un tramo. En otro: “La Iglesia quiere que creamos que sólo son algunas manzanas podridas, pero es un problema mayor”. Se apunta a la regla, no a la excepción. Queda evidenciado cómo intervenía la institución para que los sacerdotes abusadores evadieran los cargos, mientras los iban mudando de parroquias bajo eufemismos como “permiso por enfermedad”.


 


El arzobispo Law tuvo que renunciar a su cargo en diciembre de 2002 tras el escándalo. Fue nombrado en mayo de 2004 arcipreste de la Iglesia de Santa María Maggiore -tal como revela el film sobre el final- una de las basílicas más simbólicas de Roma. En 2005, encabezó una misa en la Basílica de San Pedro. “No perdió influencia. Fue miembro de más congregaciones que cualquier otro obispo” (The Guardian). “Desde ahí pudo influir en el nombramiento de los obispos estadounidenses a lo largo de los años” (La Nación). Law nunca fue llevado a la Justicia. Se lo exoneró sobre la base de un acuerdo con el episcopado.


 


El diario del Vaticano (L’Osservatore Romano) evitó polemizar con el film -reciente vencedor del Oscar a la mejor película- y lo consideró “emocionante” y “no anticatólico” porque “da voz al horror y al dolor profundo de los fieles”.


 


La película, pese a la denuncia, despliega un discurso admisible y hoy estratégico para el clero: la denuncia es hecha en un diario (The Boston Globe) de mayoría de lectores católicos (53%), al igual que parte de los periodistas del equipo, quienes, según se relata, se sienten alejados de la Iglesia. Orbita así un discurso de condena a las franjas más corrompidas como método de ‘purificación’. Su productor Michael Sugar lo graficó en la premiación: “Esta película dio voz a los supervivientes. Y este Oscar amplifica esa voz, lo cual esperamos se convierta en un coro que llegue hasta el Vaticano. Papa Francisco, es hora de proteger a los niños y restablecer nuestra fe”. La orientación de Francisco es la de salvar al conjunto de la institución de la crisis -que se derrumba bajo escándalos financieros y casos de pedofilia- y a miles de abusadores ante las avanzadas judiciales.


 


Spotlight, por otra parte, es un canto a la supuesta independencia de la prensa. No existe ni puede existir su independencia. Los grandes medios de la burguesía -aún cuando investigan al poder- accionan de acuerdo a los intereses políticos y económicos del periodo histórico en que se desarrollan, y operan desde la ilusión de la objetividad. Los medios de prensa, asimismo, hoy tienden a la supresión sistemática de cualquier posibilidad de un equipo ‘spotlight’: vaciamiento, ajustes, multitarea, despidos, cierres, anulación de especializaciones, son la característica de época en las redacciones, en medio de la ‘convergencia’ entre el formato papel, la web y las nuevas tecnologías.


 


Con este film, Tom McCarthy produce, en tanto denuncia social, una línea de continuidad respecto a otra película suya, The Visitor (2007), un trabajo cinematográfico de calidad sobre las condiciones de opresión y represión que viven los inmigrantes en Estados Unidos después del 11-S.


 


Spotlight es una obra valiosa, la expresión de la total descomposición de la Iglesia.