Cultura

14/5/2015|1363

UN SIGLO DE LA TEORIA DE LA RELATIVIDAD – 2015


Paradojas de la historia: Albert Einstein nació en el mismo año que Trotsky, en 1879. En 1905, el revolucionario ruso se transformó en el líder del Soviet de Petrogrado, a los 26 años, en la primera revolución rusa. La misma edad tenía Einstein cuando trabajaba en la Oficina de Patentes de Berna, en Suiza. Einstein escribió entonces cinco pequeños artículos que cambiaron la física y la concepción del mundo preexistente. En la historia de la ciencia se los conoce como el “año milagroso”. Según el historiador de la ciencia C.P. Snow, tres de ellos “figurarían entre los más importantes artículos de la historia de la física”. El primero de ellos analizaba el efecto fotoeléctrico y le valdría el Premio Nobel. El segundo confirmó la existencia de los átomos, algo que buena parte de la física de la época consideraba imposible de probar y cuya misma realidad fue puesta en duda. El tercero sencillamente cambió el mundo. Era el que se conoce como la Teoría de la Relatividad Especial, antecedente de la Teoría General, que Einstein completó cien años atrás en 1915.


 


La coincidencia cronológica sobre momentos decisivos de la vida de Trotsky y Einstein carece de significado en sí misma. Sólo tiene un valor particular si consideramos que Einstein se “caracterizaba por una extraordinaria intuición física, que le permitía leer la jugada de la naturaleza, mientras otros se desorientaban en el aparente caos de los resultados experimentales… poseía la capacidad de dialogar con la realidad de un modo inmediato y profundo, con una serie de clarividencias que luego articulaba lógicamente” (la cita es del físico David Blanco Laserna).


 


Trotsky, notablemente, destacó la capacidad única de Lenin para captar lo esencial en circunstancias sociales revolucionarias, que son momentos de transición histórica, de virajes decisivos, de cambios clave en la actitud y la conciencia colectiva de las masas. Momentos, virajes, oportunidades, que Lenin podía captar con lo que Trotsky llamó un “golpe de vista político” del cual derivaba todas las consecuencias para la acción práctica. Algo que puede asimilarse a una intuición excepcional, cimentada tanto en una larga experiencia revolucionaria como en una tenacidad a toda prueba. Un “golpe de vista” que le permitía detectar lo esencial y lo accesorio en el “aparente caos” de los acontecimientos, una “clarividencia” política para fijar una orientación y una perspectiva para actuar “lógicamente”. Las comillas, claro, son las que subrayan las palabras de la cita previa sobre Einstein, escritas por Laserna, y sugieren que las leyes del genio científico y del genio político revisten un paralelismo particular. Seguramente, por algo nos reclamamos herederos de un “socialismo científico”.


 


 


Sobre el legado


 


La revolución de la teoría de la relatividad estableció un escalón, descomunal escalón, en las posibilidades de apropiarnos de un modo consciente de las condiciones de nuestra existencia. En tal cosa consiste el conocimiento. La física preexistente no podía explicarlos. Con Einstein, la física pudo entender qué sucede en un mundo de altas velocidades y a escalas muy superiores al del tamaño “humano” y explicar así los fenómenos del universo particularmente alejados de nuestra experiencia cotidiana o inmediata.


 


Al mismo tiempo, la física también progresará con el inicio del siglo XX en el ámbito de lo muy pequeño, de lo microscópico, como es la física del mundo atómico y de lo que se denomina las partículas elementales constitutivas de la materia (física cuántica). En este campo, las contribuciones de Einstein fueron decisivas. Sin estos nuevos horizontes y sus fórmulas incomprensibles para los no especialistas, el mundo que conocemos no existiría (nos referimos a la ciencia aplicada en energía nuclear, telecomunicaciones, computación, robótica, automatización de procesos, etc.). La ciencia se hace “práctica” en la misma medida en que revela una realidad no visible ni captable por el sentido común. “Lo más incomprensible del mundo -indicó alguna vez Einstein- es que sea comprensible”.


 


La contribución al entendimiento del mundo en el cual vivimos y al dominio de la naturaleza es la base material sin la cual cualquier socialismo sería imposible. Las conquistas de la ciencia en manos del capitalismo se concentran bajo el capital a un punto en el que se convierten, como intuía Einstein, en lo contrario a la construcción de un destino humano. Sólo un gobierno de trabajadores y el socialismo podrán hacer de las conquistas de la ciencia un instrumento para la liberación y no para el sometimiento del hombre.