Cultura

30/4/2015|1361

UN SIGLO DE LA TEORIA DE LA RELATIVIDAD: Einstein, más allá de la Física (II)


Einstein se convirtió en un personaje enormemente popular en 1919. Fue al someter a prueba su asombrosa teoría sobre tiempo y espacio, en la observación de un eclipse solar total en aquel año. La concretó el gran astrofísico británico Arthur Eddington y la confirmación de las predicciones de Enstein tuvo un impacto enorme. Einstein quedó desde entonces canonizado ante las masas, convertido en un santo laico, como acaba de señalar el físico español David Blanco Laserna.


 


Paz y algo más


 


Era entonces un mundo en convulsión. Acababa de concluir una carnicería humana, la Primera Guerra Mundial. Eddington no sólo confirmó la teoría de la relatividad. Era un pacifista, objetor de conciencia que se había negado a integrar las fuerzas armadas inglesas. Einstein, a su turno, había renunciado tempranamente a la ciudadanía alemana para evitar ser convocado al ejército del kaiser. La “ciencia” se presentaba como un refugio frente a la catástrofe bélica, Einstein como su encarnación. Una corriente del propio imperialismo inglés presionaba para que Alemania no fuese aplastada con exigencias que harían inviable la reconstrucción capitalista de un mundo devastado y amenazado por la revolución de los soviets.


 


El pacifismo de Einstein alimentó su exposición en el vasto teatro de la opinión pública mundial. Cuando Hitler subió al poder, abandonó su país natal, adonde había vuelto a trabajar. Fue recibido con bombos y platillos en los Estados Unidos. Fue allí donde sus planteamientos contra la guerra y el militarismo fueron rápidamente abandonados. Frente al ascenso de los nazis al poder, Einstein consideró que sus viejas posiciones no servían más. Para acabar con la nueva amenaza debía propiciarse el rearme de las grandes potencias.


 


Avanzaban los años treinta. El mundo científico se vio conmovido por los avances en la investigación atómica. La fórmula de la relatividad (transformación de materia en energía) podría concretarse en un letal artefacto nuclear. Convencido de que Hitler podía alcanzar a concretar su propia bomba atómica, Einstein firmó, en 1939, una célebre carta al entonces presidente norteamericano, Franklin Roosevelt, alertando sobre tal posibilidad. El episodio es considerado como el punto de partida del que sería el llamado Proyecto Manhattan, la construcción de la bomba norteamericana que culminaría en las masacres de Hiroshima y Nagasaky. Einstein fue excluido de tal empresa, objetado por los servicios yanquis. Más tarde consideró que su mensaje a Roosevelt había sido la decisión más equivocada de su vida y retomó la militancia pacifista.


 


Sionismo y socialismo


 


Einstein apoyó la creación de un hogar nacional judío en Palestina, pero se opuso inicialmente a la idea de un Estado judío y apoyó la instalación de un Estado binacional con la población árabe. Criticó las matanzas provocadas por la derecha sionista y, en los primeros años de la década del '50, declinó el ofrecimiento para ser presidente de Israel.


 


Poco antes, en mayo 1949, Einstein publicó un artículo en la revista norteamericana Monthly Review, editada entonces por los profesores marxistas Paul Baran y Paul Sweezy. Se titulaba “¿Por qué el socialismo?” Y respondía: “(porque) hay solamente un camino para eliminar la anarquía de la sociedad económica capitalista tal como existe hoy (…) la verdadera fuente de los males (de la sociedad contemporánea) (…) En una economía socialista, los medios de producción son poseídos por la sociedad y utilizados de una forma planificada (…) que ajusta la producción a las necesidades de la comunidad y distribuye el trabajo a realizar (…) garantizando el sustento a cada hombre, mujer y niño (…)”.


 


En el artículo de marras se agregaba, además, que “la concentración en pocas manos del capital” tiene como resultado “…una oligarquía cuyo enorme poder no se puede controlar (…) incluso en una sociedad organizada políticamente en forma democrática”. Y aclaraba, además, que la “economía planificada no es todavía socialismo”, aludiendo a la “centralización de gran envergadura del poder político y económico” que conduce a “una burocracia todopoderosa y arrogante”.


 


Habían pasado 30 años desde que Einstein concluyera la más célebre teoría científica de todos los tiempos.