Cultura

3/4/2022

Veo una voz: “CODA”, la sordera y el lenguaje

La ganadora a mejor película de los Oscar 2022 y algunos debates.

CODA, ganadora de varios premios Oscar 2022.

Los que no lo entienden [el lenguaje de señas] no pueden comprender las posibilidades que proporciona a los sordos, el poderoso influjo que ejerce en la felicidad social y moral de las personas privadas de audición, ni su capacidad asombrosa para transmitir el pensamiento a inteligencias que sin él se hallarían en una oscuridad perpetua. Tampoco pueden apreciar la importancia que tiene para los sordos. Mientras haya dos personas sordas en la superficie del planeta y se encuentren, se usarán señas.

J. Schuyler Long,
The sign Language (1910)

La sordera trae aparejadas maneras de comunicarse y expresarse que aportan luz a muchísimos campos, y sobre todo al lenguaje. El Habla es fácilmente considerada como un idioma completamente natural, aunque la experiencia nos demuestra una y otra vez, que cuando invocamos como argumento a lo “natural”, nos amordazamos en nuestra comprensión de lo que nos rodea. Tal vez sea preciso, en palabras de Oliver Sacks (1933-2015), ‘enfrentarse a otro lenguaje [la Seña], o más bien a otra forma de lenguaje, para sorprenderse, para que el asombro nos invada’. La última semana, a raíz de los premios Oscars y del film CODA, como ganadora de la máxima estatuilla, lxs sordxs han pasado a la primera plana del debate.

Veamos de qué se trata.

Una gala que ha dado qué hablar

El domingo pasado se entregaron los premios de la Academia (USA), en su edición número 94. Los premios Oscar, año tras año vienen desluciéndose y en particular, en los últimos tiempos, esta tendencia se ha acelerado. Los escándalos han sido moneda común: como confundirse el premio a la mejor película (La La Land con Moonlight en 2018), récords de baja audiencia (2020), nulas o mínimas nominaciones de mujeres o afrodescendientes (2016) y este año, el cachetazo de Will Smith a Chris Rook, que fue sin dudas el hecho de la noche, después que este último se mofase de la alopecia de Jada Pinkett con el debate que trajo aparejado la agresión, en temas de violencia y feminismo.

En resumen: los premios que históricamente han representado el sumun de la excelencia y el reconocimiento al séptimo arte (al menos en lo que a Hollywood se refiere) siguen la rastra de la crisis en la industria cinematográfica, donde un puñado de empresas se reparten la taquilla a nivel mundial, donde domina el ‘copy paste’, la falta total de innovación y la carencia total de un riesgo artístico.

Hoy los Oscars se ven atravesados por el show del escándalo y la vulgaridad; quedando lejos las nominaciones de los setenta, donde un Padrino 2, La Conversación (Coppola) y Barrio Chino (Polanski) se disputaban el premio a la mejor película del año, solo para dar un ejemplo y en un año puntual. Y es que películas elevadas artísticamente, salen y siguen saliendo; pero los focos apuntan a otro lado.

CODA, Sound of Metal y el retrato de la sordera

CODA, Señales del Corazón (Apple TV+), película dirigida por Sian Heder, fue la ganadora de este año a mejor película, mejor guion adaptado y mejor actor de reparto (Toy Kotsur, el primer actor sordo en ganar). CODA, comedia dramática, narra la historia de una familia sorda con una hija oyente (Emilia Jones), que después de oficiar de traductora de sus parientes sordos en el negocio familiar durante toda su infancia, entra en crisis al unirse al coro de su escuela, llevándola a una crisis personal y familiar cuando se replantea las prioridades en su vida.

Película remake de la española La familia de Bélier (2015), sorprende que un film sin guion original se haya llevado el premio a la mejor película del 2021, donde por momentos se convierte en un drama adolescente, girando el argumento en la negativa familiar a que la protagonista siga sus sueños de cantar.

Pero si algo se le puede rescatar a CODA, es el reflejo (de manera parcial y deformado) de las vivencias diarias de una familia trabajadora y sorda en los Estados Unidos. El lenguaje de señas (gran protagonista en los momentos más emotivos de la película), el mundo que los rodea y excluye, la discriminación en ciertos ámbitos sociales, son todas temáticas que trata de abordar la película con mayor o menor éxito. Porque es precisamente en este tópico donde esta nota busca ahondar, usando CODA, como puntapié inicial.

Sound of Metal (Darius Marder, 2020) película que curiosamente (o no, dado los tiempos que corren) también se estrenó y se produjo en una plataforma virtual sin antes pasar por salas (Amazon Prime) es seguramente un mejor exponente a la hora de reflejar el día a día de la comunidad sorda. Ruben, un baterista metalero que pierde repentinamente la audición, se ve arrastrado a abandonar su vida de músico y se suma a una especie de refugio comunal sordo. El debate sobre la identidad y la (des)patologización de la sordera hacen mella en un film que en pocas palabras, realiza una tarea brillante al abordar el tema. Sound of Metal destaca en representar la riqueza del lenguaje de señas, quizás la cuestión más fascinante de todo este asunto.

Veo una voz y el lenguaje

La situación de lxs sordxs es idéntica, en algunos aspectos, a la de todo el mundo y totalmente distinta, en otros. La sordera cognitiva se da en todo tipo de países, y así ha sido desde el principio de la historia. En esta nota, venimos abordando como se ha tratado la sordera en el cine, pero este proceso lleva, al menos, un trecho largo y tendido en la cultura y en otros órdenes de la vida. En la década de los setenta, se formaron grupos de “orgullo sordo” (en contraposición a una visión instalada de lxs sordxs como personas incapacitadas y consideradxs ciudadanxs de segunda). Proliferaron los libros, las obras teatrales y los programas televisivos en los que se daba una nueva visión positiva de lxs sordxs y a su lenguaje, muchas veces con sordxs como protagonistas.

La introducción de algunas señas en los colegios secundarios (en un proceso que llega hasta el día de hoy a colegios de la Provincia de Buenos Aires no necesariamente especializados -ver por ejemplo “Un secundario incluyó como enseñanza obligatoria la lengua de señas”, en Clarín, 24/3); el acceso de un número cada vez mayor de sordxs a la universidad; la aparición de una élite sorda muy instruida, con conciencia política, hasta llegar a la llamada “revolución de los sordos” en la Universidad de Gallaudet, en 1988, del cual Oliver Sacks se hace eco en el libro Veo una voz (2003).

O. Sacks trae para el amplio público la historia de la sordera a través de los siglos, la lucha por imponer un lenguaje propio (el de la Seña), los avances en su sistematización (con los primeros estudios de De l’Eppe) y sus retrocesos históricos, como cuando se impuso el lenguaje del ‘habla’ y la prohibición de las señas en la enseñanza del mundo occiedental en el tristemente célebre Congreso Internacional de Educadores Sordos celebrado en Milán en 1880.

Pero el aporte más maravilloso del libro es cuando nos introduce a lxs lectorxs en el lenguaje visual, con el asombroso aumento de la percepción y la inteligencia visual que aporta su aprendizaje y las posibilidades ricas e insólitas que provocan en el cerebro humano. La Seña nos echa luz (para quien quiera ver) de la flexibilidad casi ilimitada y los inmensos recursos del sistema nervioso y del organismo humano, cuando se enfrenta a una situación nueva y tiene que adaptarse.

Sacks nos habla del descubrimiento de una perspectiva insospechada de la condición humana. ‘Veo una voz’ nos desanda en un camino donde Piaget, Vigotsky, Chomsky son traídos a colación para entender qué es el lenguaje para la humanidad y cómo se estructura un lenguaje espacial (con sus propias sintaxis, gramática y semántica completas) que se sale de la norma y que trae nuevas fronteras que se configuran en el desarrollo cognitivo y comunicacional. A la luz de los hechos, nos muestra los límites del lenguaje hablado.

La revolución de las señas

La lucha por la reintroducción del lenguaje de señas vuelve con fuerza a comienzo de los setenta cuando comienza a retroceder el oralismo exclusivo, después de casi un siglo y se (re)introdujo la “comunicación total” (el uso de lenguaje hablado y el lenguaje de señas a la vez) de la mano de los primeros estudios académicos. Pero para conseguir eso, hubo que hacer frente a una gran resistencia.

La lucha en la comunidad sorda estadounidense alcanza ribetes magníficos con la creación de las organizaciones Poder Sordo y Orgullo sordo, con la lucha por la despatologización de la sordera y llega a un sumun en la ya mencionada huelga de sordxs de la Universidad de Gallaudet, en 1988 en Washington. Era la única universidad de humanidades para sordxs en el momento de la huelga y que hasta entonces no había tenido ni un único rector sordo en su siglo y medio de existencia.

En un nuevo cambio de autoridades, la nueva rectora (oyente) aclama que “los sordos no están aún preparados para desenvolverse en el mundo oyente”. La indignación alcanza la rebelión con un movimiento que pedía un rectorx sordx y un cambio curricular integral de los programas de estudio. Lxs estudiantxs cerraron la universidad y levantaron barricadas en el campus (!). En las siguientes semanas se militariza el campus universitario y el movimiento estudiantil de Gallaudet gana adeptos de toda la comunidad sorda y oyente. El cambio de conciencia emana por los poros de cada unx de lxs protagonistxs.

Seis días de barricadas y toma de la universidad logran la dimisión de las autoridades, en pos de nuevas autoridades elegidas por la propia comunidad sorda, logrando a través de la acción directa, cambio de todo tipo: administrativos, sociales, educativos y psicológicos.

La lucha de lxs sordxs continúa, en un mundo que segrega, patologiza y acentúa las diferencias sociales. Se puede buscar ejemplos en el cine, en la década de los 80 en Washington. Pero también en CABA, donde la Escuela-Comunidad Sorda Ayrolo sigue luchando contra la usurpación del jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta y la ministra Soledad Acuña, contra la entrega del Palacio Cecia en pos de un negocio inmobiliario. La revolución de lxs sordxs de Gallaudet o la lucha de La Escuela Ayrolo, demuestra por enésima vez, que la rebelión como horizonte se hace presente en toda actividad del género humano.