Educación
18/4/2022
Milei y el “Ministerio sin escuelas”, conclusión a tres décadas de descentralización menemista
Dijo que no tendría Ministerio de Educación si fuera presidente.
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Captura del programa Casi Patriotas, de LN+.
El diputado porteño de La Libertad Avanza, Javier Milei, aseguró “reformar” el Ministerio de Educación si algún día fuera presidente. El argumento que el declarado privatista esgrimió fue que la cartera “no tiene escuelas” bajo su órbita (aunque se olvide de los colegios preuniversitarios), y dice que estas dependen enteramente de las provincias, por lo que iría a casi que un desmantelamiento del área. Al ser señalado en la entrevista del programa Casi Patriotas sobre la dependencia de las universidades públicas del Ministerio de Educación, se refirió a las mismas como “centros de adoctrinamiento”.
Milei, recibido de dos universidades privadas, hace esta suerte de valoración dejando mucho más claro que, de ser por él, privatizaría de punta a punta el sistema educativo. No hay que descifrar ni leer entre líneas: así lo dijo abiertamente incluso el año anterior. El parlamentario puso como referencia en tal ocasión el sistema de “vouchers”, que según él mejorarían incluso la calidad educativa, aunque la evidencia le juega en contra como por caso de los distintos estudios comparativos realizados en Estados Unidos, o de lo que dieron cuenta incluso las pruebas estandarizadas con promedios bajísimos en Suecia una década después de su implementación. Es el mismo modelo contra el que se rebeló la juventud de Chile en 2019.
Para el liberal, la universidad pública sería un “centro de adoctrinamiento”. No lo serían las privadas, cuyos programas pedagógicos están mediados directamente por los grupos empresariales que las administran, o que participan como accionistas y labran convenios con ellas. Parece que para Milei no serían un centro de adoctrinamiento ni siquiera la UCA y la red de universidades católicas del país, con una Iglesia que tiene una destacada injerencia en el sistema educativo nacional. En la medida en que las universidades públicas son gobernadas por un régimen de camarillas, que teje alianzas con sectores reaccionarios, como la mencionada Iglesia, o hace acuerdos privados con grandes pulpos, con ejemplos como el acuerdo entre Exactas de la UBA y Shell, o Agronomía y Monsanto – Bayer, se vuelven también factores de adoctrinamiento. Pero en la universidad pública hay, a diferencia de los otros casos, una enorme tradición de la comunidad universitaria a enfrentar la avanzada de todos ellos y hacer valer las conquistas logradas desde la Reforma Universitaria; como lo es, por ejemplo, la libertad de cátedra.
Ahora bien, los hechos marcan que los acuerdos y convenios de este tipo ganan cada vez mayor terreno en una educación pública en aras de privatizarse, lo que sólo está siendo evitado de fondo por la inclaudicable lucha de estudiantes, docentes y la comunidad educativa de conjunto desde hace décadas. Estos planes privatistas ganaron un enorme terreno a raíz de las reformas educativas impulsadas por el Banco Mundial y el capital financiero internacional en la década del 90’, y que tuvieron su correlato con la Ley de Educación Superior de Menem, “el mejor gobierno de la historia argentina”, según Milei. La misma orientación que implicó la absoluta descentralización de la educación a la órbita de los gobiernos provinciales, que preservada por todos los gobiernos posteriores, y ratificada con la Ley de Educación kirchnerista de 2006, es la responsable del “Ministerio sin escuelas”, como lo definió el elogioso del menemismo.
Desde esta perspectiva las conclusiones se hacen mucho más claras. El anuncio de una eventual avanzada contra el Ministerio de Educación es, en realidad, el anuncio de venir a coronar esta avanzada privatista y este plan de guerra contra la educación pública que se desarrolla desde hace tres décadas. Todos los gobiernos desde entonces vienen masacrando el presupuesto educativo, incrementando los subsidios a la educación privada y alentando los negociados capitalistas sobre la educación. Cuando la educación privada gana cada vez más terreno, el intento del régimen político en avanzar con reformas, cierres y adaptaciones mercantilistas variopintas se enmarca ahora en el cuadro del acuerdo con el FMI, que trae bajo el brazo la demanda de una aceleración de todos estos factores.
Sin duda alguna que el movimiento estudiantil, la docencia y la comunidad educativa deben tomar nota de estas palabras para redoblar la organización y la lucha en defensa de la educación pública. Milei quiere venderse como el “mejor postor” para venir a ponerle el gancho final a treinta años de privatización y ajuste educativo.
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