La práctica de tiro debe ser una obligación

En un país cuya Constitución autoriza a levantarse en armas en su defensa, debería sorprender la decisión de la ministra Decibe de anular la autorización de la práctica de tiro a los estudiantes secundarios. Como vivimos bajo un virtual co-gobierno, el abogado Zaffaroni, de la Alianza, corrió en apoyo de la funcionaria. Para la Decibe, el aprendizaje del manejo de las armas, “Contradice la política educativa actual, que quiere formar jóvenes en un marco de no violencia”. ¿Es quizás por esto que está tratando de meter como sea una reforma educativa rechazada por los docentes y los estudiantes y que pretende imponer toda suerte de filtros selectivos para abortar las aspiraciones formativas de las nuevas generaciones?


Pero ¿desde cuándo la ignorancia es diploma? Desconocer el manejo de las armas no aproxima ni un centímetro a la sociedad al pacifismo social; las armas de fuego, por otra parte, pueden reemplazarse por las armas blancas, la violencia física o el atropello sicológico. La violencia no nace de las armas y mucho menos del conocimiento de su manejo sino de los antagonismos sociales. No son las armas las que determinan la violencia social sino esta violencia lo que les da a las armas la apariencia de una potencia social incontrolable. Aprender el manejo de las armas ayudaría a desmitificarlas, es decir a enseñar que la violencia viene de un lugar diferente a la punta de un fusil. Es curioso que después de que el país experimentara durante ocho décadas el servicio militar obligatorio, se venga a descubrir que el aprendizaje de las armas es algo nocivo. La experiencia del servicio militar, por otra parte, ha demostrado que la violencia parte del monopolio de las armas por una camarilla de altos oficiales, no de la educación militar del recluta.


El conocimiento del uso de la piedra, del bronce, del fuego, de la pólvora y de la fisión atómica significaron progresos gigantescos para la civilización. Lo que permitió que también sirvieran para la guerra tiene que ver con el régimen social, no con la ciencia. Si no se abole este régimen social, la abolición de las armas sólo sería posible si se liquidaran todos esos avances científicos, o sea si se retornara a la barbarie. Como esto es imposible, lo mejor para la Decibe es reservar el dominio de las armas a los colegas de Balza o del comisario Klodczik. Negar la práctica de tiro a la juventud, en un país en que domina la seguridad privada servida por los grupos de tareas de la dictadura, es hacer gala de un colosal cinismo.


La ignorancia de las armas inspira temor y pasividad. Es por esto que, en este punto también, el co-gobierno menemo-aliancista quiere mantener el oscurantismo. Pero un pueblo que desconoce el uso de las armas está condenado a ser esclavo. La obligación de aprender el manejo de las armas y de recibir entrenamiento militar debe ser una reivindicación de toda la juventud trabajadora.