J.P. Feinmann: la Filosofía en su miseria
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José Pablo Feinmann acaba de publicar un extenso comentario referido a José Martí (Página/12, 10/10). Entre otras cosas, el autor asegura (“me atrevo a decir”) que “en caso de que Estados Unidos hubiera invadido Cuba en el siglo XIX, en vida de Marx y Engels, éstos habrían aprobado esta invasión porque era la invasión del progreso, del desarrollo capitalista, la invasión de la burguesía que iba a instaurar un moderno sistema de producción del cual surgiría el proletariado que verdaderamente habría de liberar a la isla de Cuba”. Los impostores se delatan porque tienden a presentar como original un argumento gastado hasta el infinito. Engels estaba aún vivo cuando se produjo el primer levantamiento nacional contra España, y en ningún momento abogó por una invasión norteamericana; como tampoco lo hizo con las expediciones del pirata norteamericano Walter contra Nicaragua. Ni él ni Marx apoyaron las invasiones inglesas o al capital británico frente a América del sur -por ejemplo criticó a Bolívar, quien en repetidas ocasiones invocó el socorro de Inglaterra. Por el contrario, los dos defendieron el levantamiento de la España de los curas y señoríos contra la invasión de Napoleón. No apoyaron la usurpación México por parte de Carlota y Maximiliano; siempre alertaron contra las aventuras de Napoleón III en Sudamérica. Es cierto que reivindicaron la ocupación de México en la década de los ’40 del siglo XIX, pero se trató más que de eso: de una condena a la incapacidad de México para generar un movimiento nacional -la vía alternativa a la expansión norteamericana para el desarrollo de una perspectiva de progreso capitalista. Fue lo que remedió, precisamente, Benito Juárez, un cuarto de siglo más tarde. Pero la posición de Marx sobre México no le da autoridad a las palabras de Feimann sobre la eventual posición de Marx acerca de la ocupación de Cuba por Estados Unidos y de su anexión vía la enmienda Platt.
Feinmann, un filósofo de la guitarra, repite el verso del desprecio Marx y Engels por las causas nacionales, cuando, en realidad, son los teóricos irremplazables en la materia, como lo demuestra su posición sobre la unificación nacional de Alemania y de Italia, dos naciones oprimidas hasta los ’70 del siglo XIX, y su defensa de la independencia de Irlanda. Mientras Feinmann compra a cualquier chapucero como antiimperialista, por el ejemplo a Barrick Gold K, Marx sabía reconocer cuándo había una causa nacional y cuándo una aventura de corsario. A diferencia del revisionismo histórico criollo, Marx no defendía las causas pre-capitalistas, sino a los movimientos nacionales de masas por su potencial de desarrollo democrático burgués. Marx y Engels apreciaban los fenómenos nacionales como internacionalistas, no como nacionalistas, o sea como factores de aceleración de la revolución proletaria mundial. Es la línea que siguieron Lenín y Trotsky -los más grandes campeones de las causas de los pueblos oprimidos luego de los mencionados. Marx y Engels eran concretos allí donde el filósofo K es un charlatán. La observación del hombre contra Marx y Engels forma parte de la defensa de los K contra la izquierda marxista y revolucionaria. En presencia de un movimiento nacional como el que lideró Martí, Marx hubiera estado al frente de la defensa de Cuba contra los yanquis, como lo estuvieron en defensa de Polonia contra la Rusia zarista. Durante su estadía en Norteamérica, José Martí tuvo la oportunidad de ocupar la tribuna en un acto proletario el 1º de Mayo. Si K hubiera estado vivo en la época, dudamos de lo que hubiera hecho, porque acaba de votar por la presencia de la Colombia de Uribe-Santos para el Consejo de Seguridad de la ONU (con el apoyo de Chávez y Correa y el rechazo de Evo Morales) y participa del contingente imperialista en Haití y de las maniobras del Comando sur en Panamá -además de oficiar de auxiliar en los preparativos del ataque contra Irán.
La constitución de la Primera Internacional, en la que tuvieron activa y directa participación Marx y Engels, estuvo signada, entre otras cosas, por la unidad de acción que se forjó entre los obreros ingleses, franceses y del resto de Europa a favor de la independencia polaca contra la usurpación de Rusia, y participó en forma activa de la insurrección polaca. Los obreros ingleses, a su turno, llevaron adelante una campaña contra su propio gobierno, en medio de la guerra civil americana que apoyaba a los esclavistas del sur. Le informamos a Feinmann que Lenin no defendió al zar cuando Rusia fue invadida por Japón; al revés: “deseó” la derrota de su propio país para acelerar la revolución que estallaría enseguida, y fue el teórico de la autodeterminación nacional de los pueblos sometidos por ‘su’ imperio. No vio en el zarismo una trinchera del desarrollo nacional, al revés de lo que hubiera ocurrido con Feinmann en las mismas condiciones. Esto sí “nos atrevemos a decirlo”.
No llama la atención la superficialidad de Feinmann ni los espacios generosos e interesados que le dispensa el puntero intelectual del oficialismo, Página/12. Para los Feinmann, la historia es plana; como no distingue las etapas históricas ni las interrelaciones y combinaciones entre ellas, absolutiza los fenómenos, como cualquier filósofo que se precie de ello. Las posiciones de Marx deben ser caracterizadas históricamente -de lo contrario no se entiende cómo hubiera podido admitir un desarrollo socialista de las comunas de Rusia luego de haber escrito El Capital, ni por qué Lenin refutó la posibilidad entrevista por Marx en su libro sobre el desarrollo del capitalismo en Rusia. La expansión norteamericana al sur -que es anterior al ingreso del capitalismo a su fase imperialista; anterior incluso a la victoria de la burguesía industrial yanqui contra los plantadores esclavistas de algodón y anterior además a la colonización del oeste de Estados Unidos- está determinada por las características de la época, en particular por enfrentar la penetración de Inglaterra. No pretenden convertirse en Biblia.
Por último, Feinmann, exhibe una ignorancia sideral sobre Cuba, cuando desconoce la presencia del proletariado. Cuba tuvo desde el inicio de la implantación azucarera un proletariado numeroso y concentrado y, al revés de lo que pretende el filósofo, un campesinado relativamente débil; basta leer La Historia me Absolverá. Cuba tuvo la más intensa historia sindical, luego de Argentina. La revolución cubana comenzó con una huelga general en el oriente, en febrero-marzo de 1957; tuvo otra en abril de 1959 y la final en diciembre del mismo año. Es cierto, sin embargo, que la preeminencia política la tuvo la pequeña burguesía revolucionaria, que se manifestó en Cuba en tres grandes ocasiones históricas: la guerra de independencia, la revolución contra Machado y la guerra contra Batista. El partido de la clase obrera no ocupó ese lugar por las razones que todo el mundo conoce hasta el hartazgo. En definitiva, para luchar contra la izquierda revolucionaria marxista, Feinmann se vale del recurso del macaneador. No recuerda que el peronismo, esa ‘obsesión argentina’, apoyó a Batista contra Fidel en una de sus tantas traiciones nacionales.
El esfuerzo de Feinmann de darle un envión al nacionalismo burgués es vano y tardío. La nuevas tentativas nacionalistas ya vienen demostrando sus limitaciones insalvables. Los mentideros aseguran, en los últimos días, que los K estarían pidiendo la escupidera a Scioli.