Historia

10/5/2007|991

La coalición de mayo

Los centroizquierdistas ingresan al gobierno burgués

La descripción de Rosenberg resume las grandes líneas del panorama que quedó planteado luego de las “Jornadas de Abril”.


La “revolución burguesa ha concluido”, había dicho Lenin desde que se enteró que los soviets habían cedido el poder a un elenco capitalista que formó el Gobierno Provisional.


Trotsky describe el mismo cuadro a comienzos de mayo de 1917: “A pesar de todas las teorías, declaraciones y rótulos oficiales, la realidad era que el poder del Gobierno Provisional sólo existía sobre el papel. La revolución, haciendo caso omiso de los obstáculos que le oponía la llamada democracia, seguía avanzando, ponía en movimiento a nuevas masas, robustecía los soviets, armaba, aunque de un modo muy incompleto, a los obreros. Los comisarios locales del gobierno y los ‘comités sociales’ que funcionaban en torno suyo, y en los cuales predominaban casi siempre los representantes de las organizaciones burguesas, se veían desplazados por los soviets, como la cosa más natural del mundo y sin el menor esfuerzo”. 2


De este modo, “los soviets, de órganos de vigilancia y fiscalización se convertían en órganos de gobierno, no se avenían a teoría alguna de división de poderes y se inmiscuían en la dirección del ejército, en los conflictos económicos, en los conflictos de subsistencias, en las cuestiones de transporte y hasta en los asuntos judiciales. Presionados por los obreros, los soviets decretaban la jornada de ocho horas, destituían a los funcionarios que se distinguían por su reaccionarismo, hacían dimitir a los comisarios menos gratos del gobierno provisional, llevaban a cabo detenciones y registros, suspendían las publicaciones enemigas. Obligados por las dificultades, cada día más agudas, de abastecimiento y por la gran penuria de mercancías, los Soviets… decretaban la prohibición de exportar fuera de los límites de cada provincia, ordenaban la requisa de todos los víveres almacenados”. 3 Lenin, por su parte, describe un proceso similar, por el cual los soviets se acercaban al poder más fácilmente en las provincias que en la capital (ver recuadro).


Una imposible tercera vía


La crisis de abril dejó planteadas tres salidas alternativas. “Cabía que el poder pasase íntegramente a manos de la burguesía, lo cual no podría conseguirse más que mediante una guerra civil; Miliukov lo intentó, pero fracasó. Otra solución era entregar todo el poder a los soviets: para conseguir esto, no hacía falta ninguna guerra civil, bastaba con alargar la mano, con quererlo. Pero los conciliadores no querían querer, y las masas no habían perdido todavía la fe en ellos, aunque esta fe estuviese ya un poco quebrantada. Es decir, que las dos salidas principales, la burguesa y la proletaria, estaban cerradas. Quedaba una tercera posibilidad, una solución a medias, confusa, tímida, cobarde: un gobierno de coalición.” 4


El 1º de mayo (según el viejo calendario; el 14 de mayo, según el calendario occidental), el Comité Ejecutivo de los Soviets aprobó, luego de muchas vacilaciones, la “alianza” mediante la cual se habilitó a los social-revolucionarios y a los mencheviques a formar un gobierno común con los representantes de la burguesía. La moción fue aprobada por una mayoría de cuarenta y un votos, con dieciocho votos en contra y tres abstenciones, que reunían a los bolcheviques y algunos mencheviques disidentes. Pocos días después, el gobierno de coalición fue aprobado por el Soviet de Petrogrado; los bolcheviques reunieron en su contra, entonces, apenas un centenar de votos.


De quince carteras, los socialistas se quedaron con seis; de tal modo que aun asumiendo directamente el gobierno con la burguesía, “todavía seguían jugando a las escondidas” 5 . Para hacer pasar el acuerdo con los socialistas, tuvo que renunciar quien oficiaba de canciller: Miliukov, que había detonado la crisis de abril con una nota a los aliados de Rusia, asegurando la prosecución de los objetivos de la guerra. Con él también tuvo que irse el ministro de Guerra.


El signo más pérfido del cambio de gobierno fue precisamente la pretensión de remediar al antiguo gabinete de guerra con una suerte de cubierta “pacifista”. El objetivo del “nuevo” gobierno era, como antes, retomar la ofensiva contra Alemania, agregando ahora, a la conocida verborragia de la “defensa de la democracia y la revolución”, la defensa de un gobierno que incluía a los socialistas.


Con este objetivo, notorios dirigentes “socialistas” europeos visitaron Rusia. Sus gobiernos capitalistas reclamaban una actitud “más decidida” en el frente oriental para sostener a sus propios ejércitos en campaña en el oeste. Una curiosa expresión de “internacionalismo”… imperialista. El embajador inglés en Rusia no se anduvo con vueltas: “el gobierno de coalición representa para nosotros la última y casi la única esperanza de salvación para la situación en este frente”. 6


Los “centroizquierdistas” del menchevismo y del partido de los socialistas revolucionarios jamás habían pensado en asumir una función de gobierno. En segundo lugar, no fueron pocos los dirigentes que entendieron que, incorporados al gobierno, perderían el rol, en apariencia ambiguo, de oficialistas y opositores. Temían entonces verse desbordados por la presiones de las masas que todavía no seguían mayoritariamente a los bolcheviques y que incluso pensaban que el ingreso de los socialistas al gobierno era el comienzo de un desplazamiento de la burguesía del poder. “Dos presiones, la de la burguesía y la del pueblo, partiendo dos polos distintos, convergían, por un momento, en el poder”. 7 El gobierno de coalición seguía traduciendo una impasse más general que caracterizaba la situación del “doble poder”.


La dirección de los partidos centroizquierdistas pretendía valerse de la nueva situación para acabar con los soviets. Entró al gobierno oficial “confiando en que podrían suprimir pacífica y progresivamente el sistema soviético; se imaginaban que la fuerza del soviet estaba concentrada en sus personas, y que, por lo tanto, se refundiría con el gobierno oficial al entrar ellos en éste (…) Estaban convencidos de que el centro de gravitación de la vida política se trasladaría de los soviets a los nuevos órganos de gobierno (…) El Gobierno Provisional se disponía a convertirse de este modo en un puente que debía conducir al régimen de república parlamentaria burguesa”. 8


No le faltaba lógica a este razonamiento. Veinte años después, la burguesía republicana española y el stalinismo se valieron de un “gobierno de coalición” con los elementos más izquierdistas del campo republicano (Largo Caballero, los anarquistas e, incluso, Andrés Nin en Cataluña) para asimilar al Estado a las milicias y a los “comités” que cumplían funciones de gobierno en la retaguardia; los que se resistieron, fueron reprimidos.


Ironías de la historia


El gobierno de coalición acabó por replantear, de un modo totalmente original, la principal polémica que había separado a los bolcheviques de los mencheviques desde la revolución rusa de 1905: qué actitud adoptar ante la emergencia de un gobierno revolucionario que tomara el poder como consecuencia del derrocamiento del viejo régimen zarista.


Los mencheviques planteaban entonces que de ninguna manera se podría participar en él porque se trataba de un gobierno burgués que se vería encargado de crear las condiciones de desarrollo capitalista. Este planteamiento de apariencia principista, dejaba el gobierno a la burguesía, a la cual adjudicaban un papel revolucionario.


Lenin y los bolcheviques, en cambio, planteaban la posibilidad de participar en un gobierno revolucionario, que no sería otra cosa que un gobierno obrero y campesino (“dictadura democrática”). Este gobierno obrero y campesino enfrentaría desde un primer momento a la burguesía liberal, abriendo un proceso de revolución “ininterrumpida” hacia el socialismo.


La Revolución de Febrero y la dualidad de poderes cambiaron el escenario. Los mencheviques, que se oponían a entrar a un gobierno burgués, entraron. Los bolcheviques, que eran partidarios de entrar al gobierno que surgiera de un derrocamiento del zar, se opusieron. La defensa pasiva de la burguesía, que fue la función histórica original del menchevismo, se convirtió en activa. La colaboración que el bolchevismo había pregonado con la burguesía revolucionaria (campesinos) se transformó en la lucha por la dictadura del proletariado.


La incompatibilidad de los regímenes que el doble poder exhibía tomó en el gobierno de coalición una forma acabada. Miliukov, el jefe de la burguesía, se había tenido que ir del gabinete; los socialistas eran como una sombra del poder que anidaba en los soviets.


El poder formal (el gobierno) aparecía sobre todo como ficción. “Los ministros, que no se atrevían a decir en voz alta lo que pensaban del gobierno, vivían en una atmósfera de convencionalismo que ellos mismos se creaban. La dualidad de poderes, disfrazada por la coalición, acabó por convertirse en una escuela de doble sentido, de doble moral y de toda clase de dobleces y equívocos. A lo largo de los seis meses siguientes, el gobierno de coalición pasó por una serie de crisis y modificaciones, pero conservó siempre, hasta el día de su muerte, sus dos rasgos característicos fundamentales: impotencia y falsedad”. 8


1. Arthur Rosenberg, Historia del bolchevismo.


2, 3, 4 y 5. León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa .


6. Arthur Rosenberg, op. cit.


7, 8 y 9. León Trotsky, op. cit.