Medio millón de obreros y soldados armados ocupan Petrogrado
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En las últimas horas del 3 de julio, el partido de Lenin había cambiado su orientación frente al levantamiento armado que había comenzado ese día en Petrogrado. Los acontecimientos de esa jornada habían dejado claro que era inviable seguir insistiendo con el llamado a postergar el levantamiento. Ahora la tarea era ponerse al frente de las masas insurrectas y evitar, al mismo tiempo, una toma del poder que se estimaba imposible de sostener. La orientación de los bolcheviques pasa a ser: demostración armada, sí; levantamiento armado, no. Durante la madrugada del 4 de julio, la Organización Militar de los Bolcheviques se concentró en elaborar los planes de la marcha, de la ocupación de la ciudad, de la concentración frente a la sede de los soviets. Lenin había regresado, después de interrumpir un breve descanso, y llegaba a la estación ferroviaria de Petrogrado poco antes del mediodía. Se dirigió inmediatamente al cuartel general de los bolcheviques, la mansión Kshensinskaia. La capital ya se encontraba paralizada. En los barrios obreros, luego de la agotadora jornada previa, las masas se preparaban para avanzar hacia el centro de la ciudad. También los soldados, con el aporte de nuevas unidades, despliegan sus fuerzas en el territorio urbano. Las tropas que no adherían se encuentran pasivas, neutrales. Nadie se juega por el orden existente. El gobierno no tiene quien lo defienda. Los socialistas colaboracionistas con la burguesía buscan desesperadamente algún regimiento para custodiar al Palacio de la Táurida. Cuando en algún momento del día apelan al regimiento 176 que se encuentra en las cercanías, con el objetivo de que disponga centinelas, descubren que el mando de las tropas está a cargo de... bolcheviques. Luego de consultar con los líderes del partido, accedieron a la “orden” del ministro menchevique: “era mejor tener amigos que enemigos” en tal operativo, cuenta Trotsky.
Habla Lenin
Cuando cerca de veinte mil marineros desembarcan en la capital, e inician el desplazamiento hacia el Palacio de la Táurida, la columna se desplaza para pasar primero por la sede de los bolcheviques. La dirección del partido envía a Lunacharski para saludar a los manifestantes. Lenin prefiere no hablar. Versiones del episodio sostienen que de ese modo pretendía dejar claro que los bolcheviques no querían echar más leña al fuego. Pero no hay caso. La masa a los gritos reclama la presencia del líder que, finalmente, sale al balcón del local central y es recibido por una estruendosa ovación. Es la última vez que Lenin habla en público, antes de octubre. Se trata de una intervención cuidada y formal. Saluda a los presentes y destaca que la consigna de “Todo el poder a los soviets” es justa y legítima. Nada más. Su misión está cumplida y las masas continúan su camino.
¿Pensó Lenin en la eventualidad de tomar el poder durante las jornadas de julio? Los testimonios al respecto sólo lo confirman como una especulación ante el curso eventual de los acontecimientos. Pero en ningún caso como un abandono de la línea central trazada desde los debates que sobre el problema del levantamiento armado se despliegan a partir de junio. Uno de esos testimonios es el del bolchevique Kalinin, que citó una respuesta de Lenin el 4 de julio a su pregunta sobre cuán lejos podían llegar los acontecimientos en marcha: ¿no se plantearía la necesidad de tomar el poder? “Vamos a ver cómo se desarrolla la situación”, fue la contestación de Lenin. La segunda versión sería de Lunacharski, quien la habría transmitido oralmente a Sujanov, un menchevique que la recogió en sus “Memorias”. Según esta versión, Lenin había previsto que los bolcheviques deberían formar un gobierno como consecuencia del imparable levantamiento de las masas. De ese gobierno tomarían parte Lunacharski, Trotsky y el propio Lenin 1 . La tercera versión corresponde a una reunión celebrada por la tarde en el Palacio de la Táurida, donde el propio Lenin habría planteado a Trotsky y Zinoviev: “¿Y si tomamos el poder?”, pero para responder inmediatamente que era imposible, porque el asunto culminaría, dadas las circunstancias, con una masacre a los obreros en Petrogrado. El propio Trotsky dedica un capítulo de su Historia de la Revolución Rusa a responder la cuestión de si los bolcheviques podrían haber tomado el poder en julio (ver recuadro).
Se reúne el Comité Ejecutivo de los Soviets
Cuando cae la tarde, las “jornadas” llegan a su apogeo. En el Palacio de la Táurida comienza a las seis una de las reuniones más tensas y cruciales del Comité Ejecutivo en todo el período que va de febrero a octubre. Se escuchan los gritos de los manifestantes ubicados afuera. En la marcha se habían registrado ya algunos enfrentamientos armados que acentuaban el clima de crispación (al final de la jornada se contabilizarían 29 víctimas mortales y algo más de 100 heridos). Al interior del Palacio, una delegación de varias decenas de representantes de obreros y soldados pugnaban por imponer una reunión al Comité Ejecutivo para plantear sus demandas. La situación de los dirigentes mencheviques era de extrema debilidad. Pero resisten. Luego de diversos cabildeos, se acepta una reunión con cuatro miembros del plenario de delegados reunidos para escuchar sus reivindicaciones. “Confiamos en el Soviet, pero no en aquellos en que el soviet confía. Los ministros socialistas entraron en compromisos con los capitalistas pero esos capitalistas son nuestros peores enemigos.” Es la palabra de uno de los delegados ante el Comité Ejecutivo y retrata la contradicción que enfrentaba la masa manifestante. Es lo que un historiador llamó la “paradoja de julio”: los obreros y soldados esperaban que el Comité Ejecutivo Central podía ser persuadido a tomar el poder, sin percibir todavía la alternativa de que el Comité Ejecutivo Central estuviera dispuesto a perder apoyo popular antes que a tomar el poder. “Tomen el poder, hijos de puta, que se lo estamos dando”, es el grito de uno de los trabajadores concentrados ante el Palacio.
Los dirigentes mencheviques imputan a los delegados no representar a todos los obreros de la capital y menos del resto del país. El gobierno provisional (burgués), insisten, acaba de recibir la aprobación del Congreso de Soviets de toda Rusia y es imposible desconocerlo. No admiten ninguna otra salida que la eventual convocatoria a una reunión especial del Comité Ejecutivo de los Soviets, a concretarse en las semanas siguientes. Mientras tanto no se puede tocar al gobierno burgués, que en los hechos estaba desaparecido. Los representantes bolcheviques formulan una moción en apoyo al reclamo de las masas movilizadas. El debate se prolonga. Una parte de las masas se retira a guardar posiciones en los barrios y fábricas; el resto reclama que los dirigentes del Soviet salgan a dialogar con los manifestantes. Mientras delibera el Soviet, un ministro del gobierno es rodeado por la multitud y salvado de un linchamiento por la aparición de Trotsky.
Se termina
Trotsky volverá más tarde a salir, cuando se pedía que Tseretselli, el principal dirigente menchevique en el Comité Ejecutivo, rindiera las explicaciones del caso. “En vez de Tseretselli, he salido yo”, dice Trostky, ante las risas de los trabajadores y soldados. “Esto determinó un cambio en el estado de espíritu de los manifestantes. Pude pronunciar un discurso bastante extenso (...) Como conclusión, incité al auditorio a que se disolviese enseguida, pacíficamente, en completo orden, y sin dejarse provocar en modo alguno a una acción agresiva. Los manifestantes aplauden ruidosamente y empiezan a retirarse”. 2
Continúa Trotsky: “Este episodio revela de un modo inmejorable el profundo descontento de las masas, la carencia de un plan de ataque por su parte y el verdadero papel desempeñado por el partido en los acontecimientos de julio (...) Durante la noche se desarrollan encuentros cuerpo a cuerpo entre los manifestantes y los patriotas, se efectúan desarmes de un modo desordenado, los fusiles pasan de unas manos a otras. Grupos de soldados de los regimientos indisciplinados obraban por cuenta propia, sin obedecer a ningún plan (...) Las colisiones, las víctimas, la esterilidad de la lucha y la ausencia de un objetivo práctico: todo aconsejaba liquidar el movimiento. El Comité Central de los bolcheviques tomó el acuerdo de invitar a los obreros y soldados a que pusieran fin a la manifestación. Esta invitación, comunicada inmediatamente al Comité Ejecutivo, ahora, no tropezó ya casi con ninguna resistencia entre las masas, las cuales se retiraron a los suburbios, dispuestas a no reanudar la lucha al día siguiente. Los obreros y los soldados tuvieron la sensación de que la toma del poder por los soviets era un problema mucho más complejo de lo que se imaginaran” 3 .
Las masas habían reclamado hasta donde podían que los soviets tomaran el poder. Sus dirigentes lo habían rechazado. Se ingresaba en otra fase del proceso revolucionario.
Reacción (¿Todo el poder a los soviets?)
En la madrugada del 5 de julio, la retirada de las masas del asedio al Palacio coincide con una primera “victoria” del Comité Ejecutivo, luego de haber estado al borde del colapso. Un regimiento de la capital había sido reunido por elementos afines al gobierno para explicar que se habían descubierto documentos que demostraban que Lenin era un “agente del Kaiser” y que detrás del levantamiento dirigido por los bolcheviques se encontraba la contrarrevolución. La maniobra surtirá efecto. La unidad resuelve rever su posición de “neutralidad” y acepta concurrir al Palacio de la Táurida en defensa del Comité Ejecutivo. Luego de la penosa reunión que se prolongaba desde la tarde, con los manifestantes ya dispersos, el Palacio de la Táurida recobra el “orden” con la presencia de tropa militar adicta. Lo “peor” había pasado. La mayoría menchevique aprueba la moción sobre la convocatoria a un Plenario del Comité Ejecutivo y resuelve pasar a la ofensiva contra los bolcheviques. La denuncia contra Lenin se ha probado como una provocación útil y en los próximos días, lo que ha pasado a la historia como la “gran calumnia”, hará su trabajo. Se asalta la sede de Pravda y se emite orden de detención contra los dirigentes bolcheviques. Luego de algunas negociaciones fracasadas con los mencheviques para un eventual juicio público, Lenin pasa a la clandestinidad. La reacción, sin embargo, encontrará rápidamente sus límites y el recuento de fuerzas de los bolcheviques mostrará que el golpe posterior a las jornadas de julio fue muy limitado. Nuevos acontecimientos lo revertirán por completo.
Mientras tanto, en la misma madrugada del 5 de julio, Lenin se reúne en la casa de su hermana con dirigentes partidarios, entre los que se encuentra Trotsky. Se impone un balance. Lenin adelanta su pensamiento sobre la situación creada: “La clase obrera debe enterrar definitivamente toda esperanza de traspaso pacífico del poder a los soviets. El poder no se transmite. Se toma, con las armas en la mano. Debemos ocuparnos de reforzar nuestra organización tomando como base el siguiente axioma: el poder no se toma de manera pacífica. Hay que hacer comprender al proletariado que todo su trabajo de organización no tiene otro objetivo que la insurrección que, si no está planteada para mañana ni para la semana próxima, debe ser encarada en el futuro más próximo”. 4
Una nueva etapa empezaba también para el Partido Bolchevique. En los próximos días la orientación se ajustará a las nuevas circunstancias. La consigna de “Todo el poder a los Soviets” también será revisada.
Notas
1. Ambas versiones las recoge Alexandre Rabinowitch en Prelude to Revolution —The Petrograd Bolsheviks and the July Uprising—, Indiana University Press.
2. León Trotsky, en Mi Vida.
3. León Trotsky, en Historia de la Revolución Rusa.
4. Citado por Gerard Walter en Lenin.