Políticas

19/8/2004|864

Aníbal Fernández

Convoca a la subversión

Cuando los otros días el mi­nistro Aníbal Fernández mandó a los piqueteros ‘a laburar’ seguramente ol­vidó que no hace mucho había de­clarado, frente al tremendo pano­rama de la desnutrición infantil: “Somos unos hijos de puta”. Des­de ese lugar, su exabrupto contra los piqueteros se entiende perfec­tamente. Hace más de diez años, por la televisión, Altamira tam­bién había mandado a los inútiles ‘a laburar’, pero en alusión expre­sa al presidente del Citibank. Un ángulo diferente, por cierto, pero que separa a dos mundos.


Como abogado debutante, este puntero duhaldista del distrito de Quilmes habría debido saber que la calificación de vagancia tiene, en el conjunto del Río de la Plata, un contenido social específico. Fue la forma jurídica que esgrimió la oligarquía para arrear a los gau­chos a la estancia o conchabarlos, como paso previo, en el ejército para sacarles la tierra a los aborí­genes. La civilización en Argenti­na se desarrolló combatiendo al trabajador libre, que para ella personificaba ‘la barbarie’. No de­ja de ser instructivo que un voce­ro privilegiado de Kirchner se identifique con el sometimiento capitalista del gauchaje y con la confiscación agraria (y nacional) de la los aborígenes.


La exigencia de que los pique­teros vayan ‘a la­burar’ es una cortina de humo, que de paso dela­ta el cinismo de los que nos go­biernan. Porque es eso precisa­mente lo que han venido haciendo Duhalde, Kirch­ner, Ibarra y otros tantos go­bernadores con los desocupados, que son obliga­dos a aceptar empleos por 150 pesos en las reparticiones públi­cas o por alrededor de 300 pesos en las empresas privadas. De este modo imponen un nuevo piso sa­larial, incluso por debajo del mí­nimo que no se mueve desde 1991, y violan todos los convenios colec­tivos bajo la mirada complaciente de la burocracia sindical. Cuando el gobernador de Tierra del Fuego decidió cambiar esta situación, la semana pasada, por razones que hasta ahora ignoramos, efectivizando a numerosos desocupados que revestían como contratados, los salarios de éstos se duplicaron de 300 a 600 pesos (en la provin­cia fueguina el costo de vida du­plica al de Buenos Aires). Para la burguesía argentina el remedio a la desocupación lo constituye el trabajo por una remuneración equivalente al 30% de la canasta familiar. La verborragia de Fer­nández está dirigida contra los de­socupados organizados que se re­sisten a ser usados como ariete para degradar aún más la fuerza de trabajo.


Que los piqueteros no le hacen asco al trabajo lo demostraron re­cientemente los de Caleta Olivia. Como ya ocurriera a fines del año pasado, ocuparon la empresa de petróleo y arrancaron empleos dentro de los marcos del convenio colectivo. Pasarán a ganar de este modo unos mil pesos mensuales. La misma experiencia tuvo lugar en Tartagal, que además tiene una bolsa de trabajo. En las últi­mas semanas, la bolsa de trabajo, bajo control de las organizaciones piqueteras, se impuso en Pehuajó y con relación a las próximas obras públicas en Tucumán.


‘Que vayamos a laburar’ sola­mente puede realizarse ocupando las fábricas.


¿En eso estabas pensando, Aníbal?