Abajo el bloqueo, Libertad de inmigración

La situación sin salida en la que se encuentra el pueblo cubano ha producido en las últimas semanas un éxodo dramático y masivo hacia los Estados Unidos. Los intentos iniciales del gobierno cubano por impedir la fuga en masa del país, tuvieron que dar paso a la tolerancia, so pena de provocar un estallido político. Aunque la inmigración legal y clandestina de latinoamericanos hacia los Estados Unidos es superior a la cubana, aunque este fenómeno refleje una tendencia de larga data, ante la espantosa miseria que envuelve a los pueblos de América Latina, los acontecimientos cubanos no dejan de ser una expresión sin atenuantes del fracaso de la política oficial y de la completa incapacidad del gobierno, que durante dos décadas vivió del endeudamiento internacional (10.000 millones de dólares con la banca capitalista occidental).


Los yanquis, por su lado, decidieron modificar su política de libre admisión de la inmigración cubana, apenas ésta adquirió un carácter masivo. Después de haberla alentado, como instrumento de combate al gobierno castrista, reclaman que éste la controle, sin que importen los métodos represivos que deba adoptar. Para agravar la situación ha prohibido la remesa de dinero de los exiliados a sus familiares en Cuba. Los balseros son llevados a la base militar de Guantánamo, donde son retenidos como en un campo de concentración. Palos porque bogas, palos porque no bogas; las únicas víctimas de este enfrentamiento son los trabajadores. Abundan los testimonios de la prensa, de que muchos de los que fugan no son hostiles a la revolución; simplemente no tienen para comer y esperan resolver el problema de su supervivencia en territorio norteamericano.


Las negociaciones que fueron forzadas por esta crisis, entre el gobierno de Castro y el de Clinton,  se encuentran en una impasse, por la negativa de este último a discutir el embargo o bloqueo contra Cuba y por el ofrecimiento insuficiente que ha hecho con relación a los inmigrantes que estaría dispuesto a admitir. La cifra de 20.000 por año, que hasta ahora nunca cumplió, es ridícula frente a las estimaciones de la prensa norteamericana, de que habría tres millones de cubanos interesados en salir del país. La cuestión del embargo se plantea, además, casi automáticamente, ya que uno de los objetivos de los balseros es poder mandar dinero a sus familias que permanecen en Cuba. En El Salvador, el ingreso de divisas por esta causa es el primer rubro del balance corriente y, en México, el segundo, después del petróleo. Los funcionarios cubanos han declarado que el país necesita un proceso de emigración masiva normal, como ocurría en la década del 40 (Abel Prieto en Página 12). La dolarización impuesta por el gobierno cubano, en julio de 1993, pretendía, entre otras cosas, convertir al dinero enviado desde el exterior en uno de los factores de la reactivación económica.


Es natural, entonces, que la prensa norteamericana, incluidos The Wall Street Journal y el Diario de las Américas, reclamen la revisión del bloqueo a Cuba, aunque  no su levantamiento incondicional.  En este caso esperan contar con la colaboración del gobierno cubano para controlar la emigración y hasta comenzar a discutir la llamada democratización. Mientras los grandes capitales estadounidenses abogan por esta salida, el lobby cubano de Miami se opone. La importancia económica de este lobby planteará, en algún momento, que se lo tenga en cuenta en los planes de inversiones extranjeras en la Isla.


La política del gobierno cubano está orientada a sobrevivir con el apoyo de las inversiones extranjeras, incluso cuando no comportan la incorporación de capital sino la conversión de deuda externa, como ocurrió con la reciente privatización de la empresa de telecomunicaciones. Esta salida se ha demostrado extraordinariamente lenta para la desesperante situación del pueblo y no ha impedido el saqueo sistemático de las empresas del Estado. El gobierno se niega a liberar sistemáticamente el comercio privado, porque de un lado significaría una pérdida del control político, pero por sobre  todo porque acabaría con esas empresas del Estado, que serían sistemáticamente vaciadas en beneficio del comercio privado. Con lo cual el inmovilismo no podría ser mayor; si hubiera un régimen de democracia política y de control obrero, un giro hacia el mercado interno sería posible de controlar y podría servir de impulso a la reactivación de la producción para el consumo. La completa abolición del mercado es una derivación del totalitarismo stalinista, nada tiene que ver con el marxismo, para el cual el mercado, como el Estado, sólo puede desaparecer progresivamente como consecuencia de un desarrollo económico extremadamente elevado y de la atenuación de los antagonismos de clase.


El imperialismo yanqui ha vuelto a mostrar en esta ocasión su repugnancia por los derechos humanos, pero lo que importa es señalar que la política del castrismo desmerece la causa de la revolución cubana ante los ojos de los pueblos del mundo entero. Cuando se tiene presente el enorme grado de penetración del capital extranjero en Cuba y las perspectivas que se diseñan a la vista en este aspecto, resulta claro que el castrismo se está defendiendo a sí mismo, no a las masas cubanas, mucho menos a la revolución. La defensa de las conquistas de ésta, proclamadas por Fidel Castro, como última reivindicación que podría aún mantenerse en pie, se ha agotado como consecuencia de la enormidad de la crisis de subsistencia, ella a su vez expresión del completo fracaso de la política oficial.


Abajo el bloqueo yanqui.


Libertad de inmigración.


Que los trabajadores gobiernen en Cuba.