Internacionales
2/5/2019|1546
Abajo el golpe en Venezuela
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El autoproclamado presidente de Venezuela, Juan Guaidó, desarrolló este martes 30 una nueva intentona golpista en Caracas. Tras indultar y liberar a Leopoldo López, dirigente del derechista Voluntad Popular, quien se encontraba bajo arresto domiciliario, se agrupó junto a un puñado de militares rebeldes en las inmediaciones de la base militar de La Carlota. López, finalmente, se refugió en la Embajada chilena y posteriormente en la española.
Pese a presentarlo como la “fase final” del operativo golpista, se trató de una operación limitada, ya que ni siquiera fue tomado ese cuartel. El gobierno asegura, por su parte, que mantiene el respaldo de las Fuerzas Armadas. La medida de Guaidó, precisamente, fue un nuevo intento frustrado de quebrarlas, tras el fracaso del 23F, cuando fue derrotada la operación golpista en la frontera. Tras aquel revés, Nicolás Maduro avanzó con la inhabilitación política de Guaidó y la detención de uno de sus colaboradores.
La derecha se movilizó el 30 y el 1° de mayo en las calles. El gobierno desplegó la Guardia Nacional y llamó a una movilización de apoyo frente al Palacio de Miraflores. Pero el canciller Jorge Arreaza hizo un llamado al diálogo.
Golpismo
El nuevo capítulo del golpe recibió el respaldo inmediato de Estados Unidos. El Grupo de Lima y la Unión Europea también renovaron su respaldo a Guaidó. En nuestro país, Mauricio Macri y el canciller Jorge Faurié saludaron la acción del presidente autoproclamado, lo mismo que el justicialista Miguel Pichetto. Cristina Kirchner, en pleno proceso de aggiornamiento ante los mercados, se llamó a silencio, mientras cierra acuerdos políticos en todas las provincias con los amigos del golpismo.
En el caso de Donald Trump, el apoyo a la precipitada operación golpista se corresponde con la necesidad de exhibir un logro en el plano político internacional de cara a sus intentos reeleccionistas.
Guaidó trata de romper, con las nuevas medidas, el impasse en que había ingresado el operativo golpista tras el 23F. Pero lo hace con menos balas en la cartuchera. La oposición derechista, al mismo tiempo, no es un bloque homogéneo. Tras el estallido de la Mesa de Unidad Democrática, hay un degradé de posiciones que incluye bolsonaristas, “radicales” y “moderados”, subdivididos a su vez en varios grupos. Aunque en estos días expresó su respaldo a Guaidó, el ex candidato presidencial Henrique Capriles cuestionó, en enero, la oportunidad táctica del alzamiento y acusó implícitamente a Guaidó de sabotear la Asamblea Nacional.
Por el lado del chavismo, aunque hasta ahora ha logrado mantener el respaldo mayoritario de las Fuerzas Armadas, se encuentra jaqueado por el trabajo erosivo de las sanciones económicas y por el desarrollo de la bancarrota económica y social. Algunos medios aseguran, por ejemplo, que en la ciudad de Maracaibo “el precio de productos como un kilo de carne superó el salario mínimo esta semana” (El Nacional, 28/4).
El tablero internacional
Los funcionarios norteamericanos no se han cansado de repetir que todas las opciones están sobre la mesa, incluida la intervención militar, una carta sumamente peligrosa por sus consecuencias explosivas. La Unión Europea patrocina algún tipo de “salida ordenada”, igualmente golpista, cuya principal dificultad consiste en que debería armonizar intereses contradictorios entre las potencias, empezando por la Unión Europea y los norteamericanos, quienes vienen chocando en la región: las últimas medidas de Trump contra Cuba afectan al capital europeo.
Una de las variantes en danza consiste en un golpe desde adentro. Un analista lo describe en Infobae (30/4) como un escenario en que los militares ocupen un rol semejante al que cumplen en Argelia y Sudán, tutelando una transición política (uno de los partidarios de esta vía sería el vicepresidente brasileño, Hamilton Mourao). “Ello implicaría -dice- que la máxima autoridad militar, el ministro de Defensa, el general Vladimir Padrino López, encabece la destitución de Maduro y conduzca la transición, pero subordinado a Guaidó como presidente a cargo del poder”. Dos pesos pesados de la administración norteamericana, el asesor de seguridad John Bolton y el jefe del Departamento de Estado, Mike Pompeo, dieron fuerza a esta versión, al asegurar el primero que Padrino López, junto al presidente del Tribunal Supremo de Justicia, habrían encabezado negociaciones con Guaidó para una retirada de la camarilla madurista. Más aún, Pompeo dijo que Maduro estaba dispuesto a partir a La Habana, pero habría sido disuadido por los rusos.
Como quiera que sea, el desenlace venezolano forma parte de choques y negociaciones internacionales. Clarín informó a fines de marzo sobre una reunión de máximo nivel en Roma entre el enviado norteamericano sobre Venezuela, Elliot Abrams y el vicecanciller ruso Serguéi Riabkov. Allí se habría discutido una potencial salida electoral, pero no habría prosperado porque los yanquis no querían a Maduro en ese proceso, en tanto que los rusos sí. “La reunión de Roma -decía el columnista del diario- emerge de la dificultad norteamericana y de sus aliados para mantener el pulso junto a Guaidó pero sin resultados claros sobre la mesa. Ese trastorno obliga a negociar con los aliados del régimen para intentar modificar la escena, con el costo de aceptar concesiones en aras de un posible avance”. El vasto tablero en que se discute la cuestión venezolana incluye a Ucrania y Siria. Maduro, recostado hoy en Putin, puede quedar pedaleando en el vacío si éste decide sacrificarlo.
Está planteado reencarar una movilización continental contra el golpismo. Fuera el imperialismo de América Latina.