Adiós al plan de Obama para Medio Oriente

Ni plan de paz ni dos Estados

Hay pocas cosas que no son objeto de controversias respecto de Medio Oriente. Una, es el fracaso de la política de Obama en la región. Sus “conversaciones de paz” a cambio de que Israel congelara las colonias en Cisjordania y Jerusalén Este y de que algunos gobiernos árabes reconocieran, aunque fuera parcialmente, al Estado sionista “Se han deshilachado y debilitado más que nunca la propia credibilidad de Obama para iniciar conversaciones serias”, apunta el New York Times, que agrega: “Es más, Obama y sus asesores aparentemente no habían pensado ningún plan para el caso de que Netanhayu les dijera no”.

Este año, el gobierno sionista impuso un ritmo vertiginoso a la expropiación de tierras y viviendas en Cisjordania y Jerusalén Este, alternando la expulsión con la construcción de miles de nuevas casas judías. Las reconvenciones de Obama al gobierno de Benjamin Netanhayu devinieron en elogios a su “moderación” y en la exigencia a que la Autoridad Palestina (AP) negocie “sin precondiciones” –exactamente lo que exige Israel. Incapaces de disciplinar al gobierno israelí –y al lobby sionista en su propia casa– , el disciplinado fue el gobierno yanqui. Hillary Clinton dio por extinguidas las conversaciones y se dedicó a elogiar “los gestos cosméticos de Netanhayu de no construir nuevos asentamientos como ‘sin precedentes’” (Financial Times, 17/11), mientras los sionistas apuntaban que Jerusalén quedaba al margen de toda negociación (la “línea roja”, incluso para los gobiernos de la Liga Arabe).

Así las cosas, la gestión de Obama incineró al presidente de la AP, Mahmoud Abbas, sucesor de Arafat y el más fiel lacayo de los intereses imperialistas. Abbas sofocó la disidencia popular, suprimió la resistencia armada, entregó el control de cuestiones vitales como el agua y la electricidad a “comités conjuntos” en los que Israel tiene poder de veto  atacó salvajemente a Hamas mientras Gaza era aniquilada pero “no tiene nada que mostrar por sus esfuerzos para buscar una salida negociada y pacífica” (Financial Times, 17/11).

“El colapso total de la Autoridad Palestina”

Cuestionado hasta por sus ministros, Abbas renunció a ser candidato en las elecciones que él mismo convocó -por presión yanky e ignorando que Gaza está sitiada- en octubre. La renuncia amenaza con dejar acéfala a la AP: no hay quién lo suceda dentro de la corrupta y desacreditada dirigencia de Al Fatah. El único que conserva cierto predicamento entre las masas palestinas es Mustafá Barghouthi, que cumple una condena de por vida en las cárceles del sionismo. Azzam al Ahmed, antiguo dirigente de Fatah, opina que el retiro de Abbas “hundiría a la dirección y al pueblo palestino en una crisis real (…) conducirá a un colapso total de la AP y no sólo a su desmantelamiento”, según declaró al diario árabe de Jerusalén, Al Quds.

Numerosos analistas dan por muerta no sólo las conversaciones de paz sino la solución de dos Estados. Juan Cole, director del departamento de Medio Oriente de la Universidad de Michigan, un intelectual hostilizado por el lobby sionista, señaló sin cortapisas: “Sólo quedan tres opciones para Israel/Palestina: ‘apartheid’, ‘expulsión’ o ‘un solo Estado»’. La idea de un solo Estado estaría ganando adeptos entre los palestinos, según el ex presidente norteamericano Jimmy Carter, en la hipótesis de que “al renunciar al sueño de una Palestina independiente, se convertirían en conciudadanos de sus vecinos judíos y exigirían luego igualdad de derechos en el seno de una democracia” (Clarín, 13/10). Carter, que considera “preferible” la alternativa de dos Estados, finge demencia cuando dice que Israel también quiere un solo Estado cuando “insiste” en colonizar Cisjordania y Jerusalén. En el diseño sionista, ese Estado está vacío de palestinos.

Abbas ha propuesto una declaración unilateral de independencia -proclamar un Estado en los territorios ocupados- y exigir su reconocimiento a la ONU, con el apoyo de la Liga Arabe. Estados Unidos y la Unión Europea tildaron la propuesta de “prematura”, mientras Israel respondió que, en ese caso, ocupará totalmente Cisjordania, Jerusalén y “quizá más” (ídem). La catedrática sudafricana Virginia Tilley opina que una declaración unilateral de lo que son en realidad “dos absurdos y evidentes bantustanes (barrios reservados para los bantues durante el régimen del apartheid en Sudáfrica. N.de R.), es ahora la única forma de preservar la condición de Estado judío de Israel, porque es la única manera de maniatar el ascendente movimiento anti-apartheid que la llevará a la ruina”.

Algunos sectores del imperialismo han mostrado su alarma ante el desmadre. El Financial Times advierte que una declaración unilateral podría desatar una escalada en la región y propone que el Consejo de Seguridad impulse la alternativa de dos Estados “y de una patria palestina que abarque la mayoría de Cisjordania y Gaza, con Jerusalén oriental como su capital”. Para esto, llama a Obama a terminar con los vetos proisraelíes en el Consejo de Seguridad.

En esta situación, la negociación entre Hamas e Israel para liberar a un millar de presos palestinos a cambio del soldado sionista Gilad Shalit parece indicar que Israel ha decidido terminar de aniquilar a su dócil interlocutor. Contraviniendo los consejos de quienes proponían que liberara unilateralmente a miembros de Al Fatah para impedir el “colapso político de Abbas frente a sus rivales de Hamas” (Haaretz, 29/11), Netahayu dio el visto bueno a la negociaciones con Hamas, aunque esto signifique “un refuerzo de popularidad enorme” para el gobierno de Gaza. Sobre todo si entre los liberados se encuentran el popular Barghuti y Ahmed Saadat, jefe del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP). Estas liberaciones, además, “tendrían el efecto de bloquear a Abbas si decidiese revisar su amenaza de dejar la política” (Reuters 11/11).