Adónde va el Partido de los Trabajadores de Estados Unidos

Las resoluciones aprobadas por la convención de fundación del Labor Party de los Estados Unidos, que tuvo lugar en Cleveland en junio pasado, son una muestra elocuente de las extraordinarias limitaciones con que debuta esta tentativa de acción independiente de un sector de la clase obrera organizada norteamericana. La expresión de uno de sus textos, que reclama para el proletariado de ese país la fidelidad al “sueño americano”, habla más que miles de libros de la completa orfandad ideológica de la mayoría del nuevo partido. El “sueño americano”, que para muchos trabajadores se ha convertido en las últimas décadas en una pesadilla de miseria, es una verdadera reliquia histórica, desde que la libre colonización de la tierra y la ampliación de la frontera económica fue sustituida por el régimen de los monopolios y la declinación de la pequeña producción y del ascenso social; el 2% de la población norteamericana es dueña del 47% de los activos de la nación. Lo más grave es que esa referencia es la más fuerte cortina de humo que se pone a los explotados norteamericanos sobre el imperialismo de su país, que destruye sin misericordia los sueños genuinos de los trabajadores de la inmensa mayoría de las naciones. Pero es precisamente la acción política colectiva que pueda emprender un Labor Party, la que habrá de encargarse de hacer que los trabajadores superen la ilusión individualista por una conciencia de clase socialista, a condición de que se desarrolle una fuerte vanguardia que desnude el carácter explotador e imperialista de la ‘democracia americana’.


El programa aprobado por la convención es extraordinariamente vago en cuanto a comprometerse prácticamente en la lucha por las reivindicaciones que defiende —como el derecho al trabajo, el derecho de huelga, la indemnización por despido o el salario mínimo. Aun así, ha puesto por escrito lo que él mismo define como la ‘agenda’ del movimiento obrero. Llevar a la práctica la lucha por estas reivindicaciones ofrece un gran canal de actuación para la pequeña vanguardia que existe en la actualidad.


Hay que hacer notar la propuesta, rechazada,  del sindicato de estibadores y de diferentes locales sindicales, para que las secciones del Labor Party puedan presentar candidatos locales allí donde sea posible realizar una campaña efectiva. Está fuera de duda que este tema se volverá a plantear con nueva fuerza luego de las próximas elecciones de noviembre, ya que cualquiera sea el ganador, la política anti-obrera habrá de acentuarse. Otro aspecto fundamental es el relativo a la democracia dentro del partido, pues obliga a tocar la cuestión de la democracia en los sindicatos que constituyen la base del Labor Party. El planteo de que los delegados de los sindicatos a las convenciones del partido sean elegidos por la base y no designados por la burocracia, servirá para impulsar la participación obrera en la acción política y para plantear la vigencia de la democracia sindical. También es muy importante la exigencia de que los estatutos determinen las características de las organizaciones locales que no sean sindicatos.


Lo que no entienden los que condenan esta tentativa de Labor Party es que ella no obliga a la vanguardia del movimiento obrero a moverse dentro de los límites burocráticos que le pueda querer imponer la dirección, lo que equivaldría a darles la espalda a las masas, que pugnan por movilizarse frente a sus problemas crecientes. Al revés, ofrece una plataforma para construir ese partido con métodos propios, o sea revolucionarios, en el seno de los sectores obreros que despiertan a la lucha o que son despertados a ella por la crisis social y política. Por eso, mientras es necesario explicar con el mayor empeño las limitaciones programáticas y metodológicas del nuevo partido, e incluso las perspectivas limitadas que le adjudica su dirección, igualmente necesario es construir ese partido en la práctica, porque sólo el ingreso de mayores contingentes obreros y sólo la acción práctica de los socialistas podrá alterar la fisonomía del Labor Party, o incluso, superarlo a través de una nueva tentativa política.