Internacionales
19/12/1991|348
Adónde va la ex URSS
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El completo agotamiento del régimen burocrático en la Unión Soviética ha servido hasta hace muy poco tiempo, y aún continúa sirviendo, para simbolizar el fracaso histórico del comunismo, o sea de la tentativa de emancipación social por medio de la revolución proletaria mundial. Pero a esta altura de los acontecimientos, es indudable que esa tesis interesada se ha quedado corta, porque la crisis revolucionaria soviética ya ha tenido la oportunidad de demostrar también el completo hundimiento de las tentativas capitalistas y “democráticas" para “salir” del “comunismo”. Es lo que ha ocurrido con la perestroika, un intento de “reforma” impulsada desde arriba que apuntaba a una transición “gradual” al capitalismo; es lo que ha pasado asimismo con la política de “shock" capitalista propugnada por los “críticos” de la perestroika, que ahora se baten en retirada ante el pánico que les produce la perspectiva de explosión social que produciría, y que ya está produciendo, el “shock” capitalista; es lo que se constata en el fracaso verdaderamente miserable de todos los “demócratas" que gobiernan hoy por decreto, sin instituciones representativas y completamente controladas por la “nomenklatura comunista"; o lo que está ocurriendo también con el completo fracaso de la “independencia republicana”, que simplemente ha reemplazado a la dictadura del “centro” por las dictaduras locales, que no ha concretado ninguna independencia política y que tampoco ha logrado superar la desintegración del Estado soviético a través de la puesta en pie de Estados republicanos estables. La “iniciativa privada”, que pretende recoger los despojos de la economía estatizada, no ha servido en ningún lugar de la Unión Soviética para reconstruir el proceso económico, todo lo contrario, ha sido el principal factor de aceleración de la desintegración completa de la economía. A través del acaparamiento, de la fuga de capitales y de una fabricada hiperinflación se pretende desvalorizar a las empresas del Estado y potenciar a los acaparadores de dólares para rematar el patrimonio público por algunos centavos. Con este método de expropiación brutal, la vieja “nomenklatura comunista” y los nuevos arribistas que también provienen del “comunismo” pretenden superar su carencia de capital suficiente para convertirse en capitalistas.
No debe sorprender, entonces, que el fantasma del comunismo, tan apresuradamente exorcizado por los grandes medios de comunicación del imperialismo, vuelva a asomarse en el territorio de una ex-URSS prematuramente desahuciada. Y ello de ninguna manera se debe a un resurgimiento del partido comunista, cuyos restos fósiles están, en realidad, apoyando a Yeltsin en Rusia, a Kravchuk en Ucrania, y a cuanto pichón de dictador pro-capitalista y chauvinista aparece en el escenario de la crisis (“desde el golpe la fracción comunista en el parlamento ruso ha sido una fuerte sostenedora de las políticas de Yeltsin que apuntan al fortalecimiento de un Estado ruso Independiente... y al fortalecimiento de los poderes de la presidencia con el fin de implementar reformas radicales" (The Christian Science Monitor, 20/11). El comunismo se expresa en la revuelta popular. “En las colas que se forman, bajo temperaturas de menos de 15 grados, frente a los almacenes vacíos o surtidos de mercancías a precios Inalcanzables, relata el corresponsal de AFP,... se rompen vitrinas con piedras como triste revancha contra una vida cada día más difícil. De pronto se escucha una exclamación que ya parecía olvidada: ¡Abajo los burgueses!” (La República, 9/12).
Un corresponsal de Efe relata para La Nación algo más preciso: “Hoy mismo, representantes de las principales empresas de Moscú formaron piquetes ante la Municipalidad para exigir a las autoridades que garanticen el abastecimiento de la ciudad... Inclusive la organización Zhivoe Koltso (anillo vivo), que agrupa a los ex-defensores de la Casa Blanca, sede del parlamento ruso, durante la asonada golpista de agosto pasado, advirtió al alcalde, Gavril Popov, de que si no adopta medidas radicales' para alimentar a la ciudad, sus militantes recurrirán a acciones de protesta civil'. Al apoyar a los dirigentes de Rusia y de Moscú (recientemente) confiábamos en que cumplieran sus promesas electorales, pero todas quedaron sumergidas bajo maniobras burocráticas y políticas señalaron. Al mismo tiempo, advirtieron que día a día crece el número de partidarios del fracasado golpe (de agosto pasado) e Inclusive muchos defensores de la Casa Blanca hoy ya lamentan haberlo hecho”. No podría haber un testimonio más contundente del vertiginoso agotamiento de los “demócratas renovadores” de la especie de Yeltsin, que hace menos de cien días eran poco menos que héroes nacionales.
Es que la política de despojo tiene características de guerra civil. Así, por ejemplo, “los habitantes del barrio de Oktiabreski, zona residencial del corazón de Moscú, se enteraron hace poco que todo su barrio había sido vendido a una sociedad norteamericana el pasado mes de junio — cuando aún no había comenzado la privatización” (La República, ídem). Este es uno de los “métodos” que usa la vieja “nomenklatura” reconvertida a la “democracia”, para conseguir los dólares necesarios que le permitan postularse para la privatización de empresas. Pero el estallido social que ha provocado esta política ha llevado a Popov, elegido hace seis meses con el 65 por ciento de los votos, a anunciar su intención de renunciar: es que “el consejo municipal y el gobierno ruso (!!) se opusieron a la privatización del comercio y de las viviendas... ”, a pesar de que son partidarios de la privatización! (La República, 16/12). Un eventual derrumbe de Popov serviría para confirmar la observación de uno de los principales especialistas en asuntos soviéticos y asesor privilegiado de Yeltsin, el sueco Anders Aslund, acerca de que “la autoridad... Inclusive a nivel republicano... se hunde cada día...; dos meses después del golpe, la oportunidad extraordinaria que se presentó para resolver problemas políticos y económicos muy difíciles... ha sido dilapidada” (The Christian Science Monitor, 25/10). Robert Strauss, el flamante y ricachón embajador norteamericano en Moscú, dice lo mismo: “si la economía fracasara el peligro no sería una repetición del golpe de agosto, sino más bien la irrupción del descontento popular” (The Washington Post, 19/11). La misma advertencia hizo el nuevo jefe de la CIA, Robert Gates.
No solo ha fracaso el “comunismo"... La experiencia de la descomunal desintegración del Estado provocada por todas las alas y por todas las tentativas políticas de la burocracia restauracionista y de sus aliados capitalistas, simplemente demuestra que solo el Comunismo es la salida a la muerte del “comunismo”.
“Comunidad de Naciones”
Los burócratas oriundos del disuelto partido comunista ya han elaborado innumerables salidas políticas al hundimiento de su régimen y de su Estado, ninguna de los cuales logró, sin embargo, salir del papel. En virtud de esta situación, el Estado en la ex Unión Soviética no tiene una estructura formal, es simplemente un amasijo de remiendos que se modifica día a día a espaldas de quienes creen gobernar. En abril pasado un referéndum a nivel de todo el país determinó que debía elaborarse un nuevo Tratado de la Unión, pero ninguno de sus variados proyectos consiguió ver la luz. El golpe de agosto lo mandó al tacho de basura. Desde entonces se pretendió coser un nuevo tratado con el fin de poner en pie una Unión de Estados Soberanos. La UES abortó, sin embargo, aún antes de que fuera concebida. Luego de las elecciones ucranianas del 1° de diciembre pasado, las repúblicas "eslavas" anunciaron la disolución de la URSS con un retraso de varios meses, para suscribir la formación de una Comunidad de Estados Independientes. Pero no llegaron a pasar un par de horas cuando también este engendro empezó a capotar. El parlamento de Ucrania aprobó el nuevo tratado solo “con reservas”, impugnando nada menos que la previsión que establece un comando militar único, y poco después Gorbachov y Yeltsin anunciaron la disolución de la ya disuelta URSS para el 31 de diciembre y la asunción de la sucesión legal por parte de la República rusa. Yeltsin, de confirmarse esta versión, se quedaría con la herencia sin convidar al resto de los afectados, lo cual conferiría a Rusia la tutela sobre todos los bienes de las demás repúblicas. La burocracia restauracionista se consume a sí misma y por sobre todo consume las energías del conjunto de) pueblo, desgarrada entre poderosas tendencias contradictorias, de un lado, la defensa de un “espacio económico común”, que preserve las posibilidades comerciales de la ex URSS; del otro, la tendencia al acaparamiento privado de la propiedad estatal, lo cual exige un poder político excluyente.
Todos los comentaristas avisados, y naturalmente los voceros de los directamente involucrados, coinciden en que la sustitución de la URSS, o más bien la sustitución de la ex URSS, por la Comunidad, ha sido un intento extremo de mantener la Unión, es decir la URSS, la cual en realidad había dejado de existir. Algunos han precisado que esa sustitución, o mejor, esa preservación, fue el factor que logró impedir un golpe militar inminente y permitir que fuera destituido su aparente artífice, el comandante en jefe del ejército, general Lobov. La Comunidad debía asegurar la unidad de las fuerzas armadas y por sobre todo proveer a su financiamiento. El acuerdo entre Gorbachov y Yeltsin amenaza dislocar a la novata Comunidad y obliga a Rusia a poner la plata para las fuerzas armadas, lo que significa que priva de autoridad militar a todas y cada una de las repúblicas mancomunadas. Pero una República sin ejército no es una república. Aún no ha surgido el Estado que supere la desintegración estatal soviética, ni aún el esbozo de sus características. La política de la burocracia, restauracionista, conduce a la completa desorganización económica y, en última instancia, a la guerra civil.
El primer vicepresidente del Congreso de Moscú y consejero de Yeltsin, de paso por Argentina, fue muy claro en una entrevista que concedió a La Nación (17/12). “Yo defiendo los intereses de Rusia, dice este ex "Internacionalista”. Rusia hubiera preferido una organización más fuerte de carácter federal ya que (la región eslava) era el corazón de la vieja URSS, en un papel ya histórico... (Pero) Yeltsin encontró falta de comprensión entre sus correligionarios (Schevarnadze, Popov)... (Yeltsin) espera ahora (que) se formen los lazos federativos que es mejor para Rusia... Esto se descartó después del plebiscito de Ucrania. Si Yeltsin no hubiera aceptado habría habido dos posibilidades: o ir a la guerra con el fin de insistir en la federación (como vemos en Yugoslavia) o la completa separación con la independencia y lo que ella implica: ejército, fronteras con controles, etcétera”. La Comunidad, en consecuencia, es un recurso transitorio para evitar la guerra, una especie de tregua, lo cual de ningún modo puede servir para la reconstrucción del Estado, sea en Rusia o en, Ucrania, y mucho menos para transformar a la ex URSS en un Estado federal.
Toda la idea de la formación de esta Comunidad de naturaleza híbrida (que no reconstituye el Estado federal ni asegura la independencia de las repúblicas) parece haber tenido la inspiración del propio imperialismo. Por lo menos, Zbigniew Brzezinki, ex asesor de Carter y figura influyente de la política exterior norteamericana, contó hace más de un mes que “una fórmula que discutí en Kiev con dirigentes ucranianos es una Liga de Estados Soberanos que reemplazaría al centro soviético en extinción. Parecida a la Comunidad británica, la Liga no sería un Estado sino un órgano consultivo y coordinador, encabezado por una figura respetada pero no ejecutiva” (The New York Times, 11/11). El adefesio salió como fue imaginado, pero ninguna fórmula puede poner en pie un Estado, sino la lucha viva entre las clases.
Mucho más efectiva fue la intervención de Bush en la aparición de la Comunidad. El columnista Strobe Talbott, del Time (11/11), relata que “el vice-presidente de la Federación rusa, Alexan-der Rutskol, la informó sigilosamente al embajador norteamericano, Robert Strauss, acerca de una primera versión de un discurso que Boris Yeltsin había preparado para pronunciar en vísperas de la partida de Gorbachov hacia Madrid (para la conferencia sobre el medio oriente)... en el cual proclamaba la defunción de la URSS y al gobierno de Yeltsin protector de los 25 millones de rusos de las demás repúblicas... Bush replicó dándole instrucciones (al embajador) para que hiciera registrar la preocupación oficial de Estados Unidos ante Rutskol y el ministro de relaciones exteriores de Yeltsin, Andrei Kozyrev... En la versión final del discurso, Yeltsin... se abstuvo de proclamar con efectos inmediatos a Rusia como Estado sucesor de la URSS”. La Comunidad nació entonces como un compromiso inestable, incluso con el propio imperialismo, el cual precisamente anunció el reconocimiento de Ucrania una vez que recibió la información acerca de la política final que había decidido seguir Yeltsin. (Jim Hoagland, The Washington Post, 30/ 11).
La Comunidad está encabezada integralmente por los viejos burócratas stalinianos que han trasladado sus viejas disputas en los recintos del aparato al escenario abierto de todo el territorio, como consecuencia de la dislocación total del viejo aparato staliniano. La lucha por la apropiación del patrimonio estatal se ha acentuado en forma extrema, porque es a partir de cómo se resuelva el reparto de los despojos políticos del ex Estado soviético que se podrá dirimir, al menos con cierto orden, el reparto de sus riquezas y patrimonios entre las camarillas que otrora decían ser “comunistas”. Pero esto no parece viable sin guerra comercial y eventualmente civil.
(Es ilustrativo a este respecto la siguiente información del Business Week de mediados de noviembre. “El fracaso del golpe dio nuevo Impulso a las grandes liquidaciones. En muchos casos los bienes estatales fueron transferidos del gobierno central de Moscú a las repúblicas. Bielorrusa, por ejemplo, recibió derechos sobre todos los bienes del sector de aviación de su territorio. Estos bienes Incluyen aeropuertos domésticos, cuatrocientos aviones y el aeropuerto internacional de Minsk, recientemente construido y valuado en 50 millones de dólares. El ministerio de Aeronáutica de esta república quiere crear su propia empresa aérea, que organizará rutas Internacionales para competir con Aeroflot...”).
Una mayor dislocación
Las “reservas" con que el parlamento ucraniano votó la formación de la Comunidad no sólo se refieren al ejército —sino también a su equivalente económico: el banco central y la moneda única. ¡Sobre esto la Comunidad aún no ha fijado posición!
Que el tema del presupuesto, la moneda y el banco es de alta política lo sabe muy bien Gorbachov, que cayó sencillamente cuando Yeltsin decidió interrumpir los pagos al Tesoro central. El ejército, no decidido aún a tomar por asalto la Caja rusa, cambió el fusil de hombro para apoyar, y sólo por el momento, a sus nuevos proveedores de fondos.
Pero son claras para cualquiera las reservas que tienen las repúblicas para admitir los rublos devaluados que emite el Banco bajo control ruso como equivalente de las mercaderías que ellas venden. Tampoco Rusia tolerará por mucho más tiempo vender su petróleo en el espacio doméstico “común” al 1-2% del precio que rige en el mercado internacional. La liberación de los precios entrañará un aumento de 70 veces en el precio de los combustibles — suficiente para incendiar algo más que una estepa. Las barreras aduaneras y financieras entre las repúblicas se están levantando con toda "naturalidad”, pero sin la contrapartida de un mercado y moneda propios. La determinación de si va a haber o no una moneda y banco únicos hace a la esencia del Estado, pero ello significa antes que nada repartir los activos en oro y diamantes existentes. Semejante disputa es suficiente para desatar lá guerra. El Banco Europeo, creado para financiar al Este y a la URSS, propugna en un reciente informe “como modelo (para la ex URSS) a la Comunidad Europea”(Wall Street Journal, 23/8). Pero la recomendación es simplemente incomprensible cuando se tiene en cuenta que la Comunidad Europea pretende evolucionar, a su vez, hacia una moneda y banco central únicos — es decir un Estado federal, algo que ya existía— la URSS. Pero mientras distraen su tiempo dando consejos para otros, los banqueros occidentales no dejaron de aprovechar la desestabilización provocada por el golpe de agosto para retener divisas de exportaciones soviéticas y especular descaradamente a la desvalorización del rubio, es decir al hundimiento de la “moneda única”. Los banqueros de occidente solo quieren un banco central único para que actúe como recaudador de los montos debidos a los acreedores extranjeros. Fue seguramente por esto que el banco inglés “Barclay ayudó a salvarle el puesto al jefe del Gosbank (banco central de la URSS) (comprometido en el golpe de agosto)... secundado por varios otros bancos europeos... incluyendo al Deutsche Bank y al Midland” (Financial Times, 30/8).
Para los financistas internacionales la situación económica de la ex URSS simplemente no tendría salida— ¡pero esto significa reconocer el desangre inútil que implica la política de “mercado"! Por ejemplo, para el Deutsche Bank, “la independencia de Ucrania es Inviable ... Europa del oeste no necesita alimentos ni acero (que produce Ucrania)”. Este planteo recogido por Walter Laqueur en Los Angeles Times (10/9) sencillamente significa que Ucrania no es viable porque el conjunto del mercado mundial tampoco lo es. Pero al mismo tiempo, estos mismos banqueros alemanes opinaron, en ocasión de una reciente visita de Yeltsin, que “nadie sabe cómo éste pretende financiar sus reformas y asegurar la prevista convertibilidad del rublo” (The New York Times, 23/ 11). Es decir que declaran simultáneamente inviables a la separación y a la unidad.
También para el jefe de los "capitanes de la Industria” de Rusia, Víctor Volski, hombre de Yeltsin, “la convertibilidad (del rublo) es irrealizable” porque “requiere una estabilización macro-económica” que no existe” (Le Monde, 21/11). Por su lado, el grupo financiero francés Paribas opina que sólo un sistema monetario y económico autónomo en cada república puede sustituir a la vieja relación económica centralizada, al posibilitar el intercambio bajo la forma de un comercio internacional.
Lo que ocurre es que Gorbachov y las pandillas republicanas y de toda especie han destruído todas las posibilidades de una estabilización económica capaz de servir de propulsión a la economía. Entre 1989 y fines de 1991, las reservas de divisas de la ex URSS cayeron de 15 mil a mil quinientos millones de dólares, en tanto que la deuda extema subió de 60 a 90 y posiblemente a 110 mil millones de dólares. Estas cifras significan lo siguiente: que bajo las barbas del “socialismo renovado" se fugaron de la URSS entre 45 y 65 mil millones de dólares en poco más de dos años. Los responsables de la “hazaña” son los burócratas de las 15.000 empresas autorizadas a operar en comercio exterior y abrir cuentas en el extranjero, luego que fuera abolido el monopolio estatal. Todo esto lo documenta el consejero económico de la embajada brasileña en Moscú, en la Gazeta Mercantil del 30/10. ¡Así se va formando el “capital" con el cual la burocracia de la ex URSS pretende convertirse en explotadora capitalista! Pero esto, que ya ha provocado el completo dislocamiento social y económico, deberá engendrar todavía una convulsión sin precedentes. Solo una nueva revolución proletaria, que expropie a todos los acaparadores y nuevos capitalistas, podría reunir la reserva monetaria necesaria para estabilizar la economía. Esto lo comprende hasta un gran empresario norteamericano, quien, en una contribución para el New York Times (2/9) propone sencillamente revalorizar el rublo, no devaluarlo, respaldándolo parcialmente con oro. Pero para eso es necesario recuperarlo y cortar su fuga — es decir expropiar a la burocracia acaparadora restauracionista. Significa también parar la emisión de moneda y elaborar un presupuesto equilibrado, algo que en las actuales circunstancias es irrealizable, dada la dislocación del Estado, y que además provocaría el cierre masivo de empresas. Un parate a la emisión inflacionaria exige implantar el control obrero de la producción y el restablecimiento de los lazos de intercambio entre las empresas. Lejos de esto, la burocracia acaparadora ha impulsado la creación de Bolsas de materias primas y de productos industriales, donde anárquicamente se desvía la producción de las empresas del Estado, en un caso único de desabastecimiento oficial.
La cuestión nacional
La desintegración de la URSS no es una consecuencia de las tendencias centrífugas nacionales sino de los atropellos, primero, y derrumbe, después, de la burocracia staliniana y del Estado burocrático. El contenido de todos los movimientos nacionales de las naciones periféricas e incluso de Rusia consiste en la insurgencia contra la opresión burocrática. Las posibilidades de un desarrollo nacional independiente de las Repúblicas ex soviéticas es infinitamente menor hoy que cuando intentaron ese objetivo en 1917. Su único futuro realmente progresista reside en una unión libre sobre bases socialistas. La “independencia" actual de las repúblicas así lo demuestra, porque todas ellas están bajo el control de las mismas camarillas burocráticas del período anterior; porque todas se proclamaron independientes pero ninguna lo es en la práctica; porque carecen de instituciones representativas; porque el planteo nacional, aislado en sí mismo, simplemente ha servido para azuzar el enfrentamiento entre los pueblos de las repúblicas, impulsar pogroms y establecer dictaduras retrógradas. Ni los países bálticos han sido capaces de actuar en forma independiente, al punto que siguen subordinados al rublo y por lo tanto a que los burócratas de la ex URSS ¡se queden con las empresas que se vayan privatizando!
Detrás de las maniobras, a veces amenazantes, a veces conciliadoras, de Yeltsin, simplemente se oculta el intento de imponer la dominación rusa, suplantar a la URSS por el imperio que añoró en vano la burguesía liberal rusa superada por la revolución socialista de 1917.
Los límites de la cuestión nacional se pueden apreciar en el caso ucraniano, al que sin embargo se inviste clásicamente como típicamente nacional. Pero, informa un especialista francés, “la independencia es vista en primer lugar como una evolución obligada, dictada por la disgregación del poder central. La Unión Soviética no existe más, la república rusa no existe verdaderamente sino que pretende sustituir a la URSS, no hay otra salida que realizar un Estado ucraniano en el territorio de la antigua República soviética'. Este es el discurso del conjunto de la clase política en Kiev” (Le Monde, 25/10). Como se ve está ausente el planteo positivo de creación de un Estado nacional sobre la base de un mercado propio, y su lugar lo ocupa una posición defensiva frente a la dislocación soviética. “La clase política de Kiev" ni siquiera entrevé la posibilidad de una revolución proletaria que re-unifique a las masas soviéticas sobre la base de la democracia obrera.
“Lo más inquietante para el poder ruso es que los ucranianos no prevén seriamente una unión económica”, dice el especialista — lo que confirma la precariedad de la flamante Comunidad. “Al revés, prosigue, es lo económico lo que empuja a la población en su conjunto, rusos de Ucrania incluidos, a impulsar la independencia... Es necesario abandonar el inmenso navío a la deriva antes de hundirse con él”. Aquí está la explicación de por qué los rusos y hasta la Flota rusa votaron por la independencia de Ucrania el pasado 1° de diciembre!! Pero semejante voto refuta la pretensión de que se trata de una mera o exclusiva cuestión nacional, al contrario realza su contenido socio-económico e internacional. Los ucranianos votaron la independencia en función de una salida social que, sin embargo, no han definido mediante el voto. Encima de esto, sus gobernantes formaron enseguida una Comunidad sin consultarlos, con lo que mostraron su antidemocratismo y su incapacidad para consumar esa independencia. Y para colmo firmaron el acuerdo con “reservas", haciendo zozobrar la salida en la que no creen, pero que han aceptado.
El rápido agotamiento del tema nacional se ve en Rusia también, donde lo nacional ha pasado de ser una reivindicación de la cultura y de la libertad rusas a ser un instrumento de provocación contra las repúblicas vecinas y contra las regiones autónomas dentro de Rusia. El nacionalismo de la burocracia, aun de la democrática o renovadora, ha desnudado rápidamente su fibra reaccionaria. El agotamiento de la cuestión nacional como factor de movilización de masas actualiza el programa de la revolución, de la independencia socialista contra la burocracia restauradora y de la posterior unión libre y socialista de los pueblos. Los nacionalistas de origen burocrático o pro-capitalista han sido incapaces de realizar la independencia de las repúblicas.
Ejército y proletariado
Dentro de este cuadro de disgregación, explosión social, hundimiento de las tentativas reformistas, guerras económicas y perspectivas de guerra civil, un elemento clave es el papel del ejército, que tiene por otra parte la responsabilidad de las armas nucleares. Han habido fuertes indicios de un nuevo golpe militar, que habría sido contenido por el súbito acuerdo “eslavo”. Sin embargo, la impresión que se recibe es que el ejército no sería ya capaz de un golpe bonapartista. Obligado forzosamente a actuar, esto porque ninguna fuerza armada permite que se la prive de su sustento, se levanta la perspectiva de golpes militares en las diferentes repúblicas y la consiguiente posibilidad de que se formen diversos feudos militares. Un golpe a la escala de todo el territorio, para salvar el arsenal nuclear, en caso de tener éxito solo postergaría la canibalización de las estructuras estatales. Cabe incluso la posibilidad inédita de que se forme un fondo internacional de socorro económico del “ejército rojo”, para proceder a una ordenada destrucción y reducción de armas. Pero esta posibilidad supone un “entendimiento nacional” y un “entendimiento internacional” francamente utópicos.
Como en el pasado, la gran salida histórica estaría en la unión del proletariado y la masa del ejército, es decir en la revolución. La burocracia restauracionista ha acentuado adrede la disgregación social para desahuciar las reivindicaciones de los trabajadores, que se transforman en inviables en medio de una franca hiperinflación. Cuando esto ocurrió en 1917 existía una dirección capaz de plantear la reivindicación política general de la toma del poder. Pero esta misma disgregación social, al desahuciar también la ilusión en las soluciones renovadoras y privatistas, deberá servir para que penetren en las masas las consignas de conjunto, y para que se reaviven las tradiciones históricas de los explotados. La unión del proletariado con la masa del ejército, es decir la unión del descontento popular con el descontento militar puede ser la chispa que transforme la situación.
La URSS ha dejado de ser tal y por supuesto un Estado obrero. La propiedad estatal, eminentemente mayoritaria, solo sirve al acaparamiento individual, en función de los burócratas restauracionistas. Estamos ante un Estado obrero en completa disolución, es decir ante un Estado no obrero. Sin planificación ni monopolio del comercio exterior, sin moneda, el Estado obrero es una abstracción, incluso lo es también el Estado simplemente. Naturalmente que el destino de este proceso gigantesco depende enormemente de la reacción de la clase obrera internacional ante la crisis capitalista que está creciendo como bola de nieve.
Informe ONU: La producción mundial cae por primera vez desde 1945
por Luis Gurevich
En su reciente “Informe anual sobre la economía mundial” la ONU informa que la caída de “la producción mundial (en) un 0,3% en 1991” (Estado do Sao Paulo, 17/12) constituye el primer resultado económico de signo negativo desde 1945. ¡Todo un símbolo de la envergadura de la crisis mundial!
“Se trata —insiste el informe— de los peores resultados desde 1946”. En 1991, la producción global se contrajo “aún más allá de las previsiones”.
De acuerdo con el "informe”, “tres de las siete mayores economías mundiales (Canadá, Gran Bretaña y Estados Unidos)” atraviesan una recesión profunda y duradera. El llamado G-7, tuvo un crecimiento “de apenas el 1%” y esto sólo gracias a la "compensación estadística" de la expansión del Japón... un país donde los índices de crecimiento han comenzado a reducirse desde mitad de año.
El escenario que pinta el "informe” sobre la URSS y Europa del Este, de “colapso económico y declinación aguda de la producción”: “en los primeros nueve meses de 1991, la renta de la URSS tuvo una disminución del 13% anual y deberá caer todavía más en el último trimestre de este año”, aparece directamente vinculado al conjunto de la crisis capitalista en su peor momento. El informe señala, precisamente, que “el flujo de capitales externos hacia los países del Este quedó por debajo de las expectativas”. En los países atrasados, el crecimiento del 3,5% “apenas consiguió acompañar el de la población” y esto sólo gracias al “aumento de las exportaciones de los productores de petróleo y del Sudeste asiático y el extremo Oriente” (Folha de Sao Paulo, 18/12).
Junto con la caída de la producción, el "informe" constata el “estancamiento del comercio mundial” y “el simultáneo crecimiento de la inflación”. Pero estos datos significan que la crisis mundial deberá profundizarse y agudizarse, obligadamente, porque sus dos grandes salidas —el comercio y el crédito— se encuentran en retroceso.
El "informe” pone de relieve esa agudeza de la crisis al contrastarlos “récords históricos (de la) caída en el segundo semestre del año” de los precios de los productos de exportación de los países “subdesarrollados” con el crecimiento de la inflación mundial que normalmente hubiera debido elevarlos. El “informe" señala que la consecuencia de esto es que “la renta per cápita disminuyó en varios países, alcanzando a 1.400 millones de personas, un cuarto de la población mundial”. Dentro de cada país, la distribución de esa renta perjudicó aún más a los trabajadores, con lo que tenemos configurado un verdadero cuadro de barbarie social.