África: la pandemia, la depresión y la tendencia a la rebelión

Grandes huelgas de los trabajadores de la salud.

Según informaciones recientes (muy relativas por la escasez de testeos) hay 11.500 infectados por el covid-19 en 52 naciones africanas, con 576 decesos (5% de los contagiados). La expansión del virus es potencialmente una catástrofe humanitaria, porque para una población de más de 1.100 millones de habitantes hay apenas 5.000 camas hospitalarias.


África es un continente jaqueado por el dominio del imperialismo, lo que redunda en guerras, en el saqueo de sus recursos naturales y en un endeudamiento forzoso de los gobiernos títeres. El agravamiento de la guerra comercial y la caída de los precios internacionales del petróleo impactan de lleno en las condiciones de vida de su población y sus trabajadores. Pero también ha sido el escenario de rebeliones populares, que continúan latentes.


Como consecuencia de la pandemia los países petroleros africanos han perdido 101.000 millones de dólares. Algunos pronósticos indican que la depresión económica generaría la pérdida de 20 millones de puestos laborales en el continente. Los gobiernos africanos han solicitado un préstamo de 150.000 millones de dólares a los países del G-20, es decir que su respuesta es reforzar la dependencia del imperialismo.


Las consecuencias de todo esto en la conducta sanitaria de los Estados africanos son desde luego muy graves. En Sudáfrica la policía disparó gases y balas de goma a los trabajadores de la salud frente al Hospital Regional de Bongari, en la localidad de Welco, debido a la huelga iniciada por los médicos y enfermeras para reclamar la provisión de insumos para protegerse del coronavirus. Trabajadores de ambulancias del Grays Hospital Pietermaritzburg fueron agredidos por la policía por negarse a atender pacientes mientras no contaran con los insumos necesarios para su protección. En Port Elizabeth los taxistas cortaron rutas reclamando una compensación al gobierno por la disminución de sus ingresos debido a la pandemia, y fueron reprimidos con pistolas de aturdimiento.



También hubo huelgas de los enfermeros de Guinea Ecuatorial. Los médicos y enfermeros de Zimbawe iniciaron una huelga de larga duración exigiendo los recursos necesarios para enfrentar la pandemia, y el gobierno respondió despidiendo 450 médicos y 15.000 enfermeros; lo que aumentó la beligerancia de los trabajadores de la salud que continúan la huelga reclamando la reincorporación de los despedidos. En Kenia hay una huelga de la salud en demanda de insumos médicos (un país donde solo se gasta en salud el 1% del producto bruto). En Nigeria la asociación de médicos residentes ha iniciado una huelga reclamando insumos médicos, que se prolongó en respuesta al maltrato policial.


La profundidad de la crisis sanitaria es producto del régimen semicolonial que somete a las naciones africanas. Pero esta situación también convierte a África en un polvorín, donde las brasas ardientes de las recientes rebeliones populares están a punto de reavivarse.


Un programa de salida para evitar la catástrofe debe partir de una centralización de la salud en un sistema único estatal bajo control de los trabajadores, la expropiación al gran capital imperialista sin compensación, la nacionalización de los recursos naturales (petróleo, minería) bajo control obrero, imponer un plan de desarrollo industrial, nacionalizar la banca y rechazar el pago de la deuda externa.


Para eso es necesario construir partidos obreros, a partir de las luchas por los reclamos de los trabajadores de la salud, contra los despidos y por aumentos de salarios al nivel de la canasta familiar contra las camarillas gobernantes que son socias menores del saqueo. Para luchar por la unidad obrera y campesina y la unidad socialista del continente. Será un acto de salud. Más que nunca es socialismo o barbarie.