Altamira en Asunción: “La revolución latinoamericana frente a la crisis mundial’

El viernes 19 pasado tuvo lugar la prevista conferencia de Jorge Altamira en el auditorio de radio Ñandutí, auspiciada por una coalición de partidos de izquierda, la Unidad Popular, de definida orientación democratizante. Para los compañeros de la U. P. la iniciativa debe servir al debate político dentro de la izquierda. En las reuniones de Altamira con la U.P. fueron delimitadas con toda claridad las diferencias de estrategia entre ambos, y lo mismo ocurrió en la conferencia. La presencia de Altamira en Asunción suscitó una expectativa política que se puso de manifiesto en todo momento. Los tres principales diarios de la ciudad concedieron espacios en sus noticieros y en reportajes especiales. Lo mismo ocurrió con los principales programas radiales y en los dos canales de la televisión asunceña. Asimismo, la mayor parte de los locales sindicales de la CUT tenían la propaganda del acto, al igual que otras organizaciones sociales. La asistencia a la conferencia fue numerosa según los padrones políticos de Asunción —cerca de cien personas, y entre ellas dirigentes y activistas sindicales. El debate que siguió a la charla se prolongó por más de dos horas. Entre las peculiaridades del acto se puede mencionar la asistencia de miembros de la dirección del partido comunista y de la Junta de Gobierno del partido colorado.

El ángulo fundamental de la charla de Altamira consistió en desechar la caracterización de la situación mundial en términos de crisis localizadas —sea de los regímenes burocráticos o de las naciones del llamado tercer mundo— para presentarla como una crisis mundial. Las catástrofes enormes que se viven en la URSS o en América Latina y la aguda lucha de clases en éstas como en otras regiones, son episodios de una crisis mundial gigantesca. Esta situación condiciona el desarrollo de la lucha de clases en los distintos países, condenando al fracaso inmediato a las tentativas democratizantes o reformistas y otorgando a la estrategia de la revolución proletaria una plena actualidad. La campaña de intoxicación del imperialismo mundial (¡y aun de los “comunistas”!) con relación a la “muerte del socialismo”, tiene precisamente la función ideológica de disimular ante las masas del mundo que el derrumbe de la burocracia y la situación revolucionaria consecuente, no son otra cosa que un aspecto de una crisis mundial y un episodio de su desarrollo. En la base de esta crisis mundial se encuentra la inusitada aceleración de la tendencia a la disgregación del régimen capitalista. La crisis financiera mundial y los acentuados síntomas de una deflación y depresión del mercado mundial, constituyen la contrapartida dialéctica del hundimiento de los regímenes burocráticos o contrarrevolucionarios.

Altamira destacó dos características de los acontecimientos actuales en la Unión Soviética y Europa que delatan claramente la existencia de una crisis mundial. Una, es la aparición en la escena política internacional del proletariado soviético —mundialmente el segundo en importancia numérica y el primero en calificación profesional masiva. La otra es la quiebra del "orden internacional” creado por el imperialismo mundial y la burocracia rusa durante la segunda guerra mundial, el cual asociaba al ejército rojo y a la burocracia stalinista a la tarea de aplastar el movimiento independiente de las masas, primero en Europa y luego en el resto del mundo. Con independencia de que la caída del muro de Berlín haya conducido a la anexión económica de Alemania oriental a la occidental (y no a una unidad socialista en Alemania mediante la destrucción de la burocracia y de la burguesía), esa caída y la conquista de libertades democráticas en Europa oriental abren un período de naturaleza revolucionaria. La evolución de los acontecimientos en el este dependerá del desenlace de la situación revolucionaria en la URSS y, más adelante, de la entrada en la escena política de la clase obrera de occidente. Para Altamira, luego de la irrupción en la acción política del proletariado soviético es el turno de la clase obrera norteamericana, la cual debe ser favorecida por la recesión económica y las quiebras bancadas en Estados Unidos.

En el análisis de la crisis económica en el este, Altamira mostró la ligazón profunda que ella tiene con la crisis económica mundial, como lo revela el enorme endeudamiento externo de esos regímenes con la banca internacional (lo que ha llevado a todos ellos, incluida la URSS, a la cesación de pagos). La tendencia de la burocracia a la restauración capitalista ya estaba hartamente en evidencia con esa tentativa de salir del estancamiento económico “socialista” a través del endeudamiento con las finanzas capitalistas. Recíprocamente, la crisis mundial capitalista se ha visto enormemente acelerada como consecuencia de la bancarrota política y económica de los regímenes contrarrevolucionarios.

Las perspectivas de la revolución latinoamericana no pueden ser apreciadas en forma concreta, sostuvo Altamira, si se hace abstracción de esta crisis mundial. Para los democratizantes hay, en cambio, un afianzamiento del capitalismo a nivel mundial y existirían enormes posibilidades para el desarrollo de éste. Esto les permite justificar su capitulación ante los regímenes burgueses democratizantes y presentar el derrumbe del stalinismo (del cual son descendientes o compañeros de ruta) como una derrota de las masas. Altamira se detuvo en este punto para analizar la experiencia nicaragüense, en la que ha quedado definitivamente en evidencia que la estrategia democratizante es sinónimo de contrarrevolución y de desintegración social. El stalinismo ha muerto, y esto hasta cierto punto, como aparato, pero su menchevismo sigue vivo en el planteamiento democratizante.

La conclusión del análisis de Altamira retomó el tema de su intervención en el Encuentro de partidos de izquierda realizado en San Pablo: se han reunido condiciones excepcionales para reconstruir el internacionalismo de la clase obrera, cuyo contenido es la lucha por la dictadura del proletariado, es decir por la expropiación de los explotadores y el autogobierno de los explotados dirigidos por la clase obrera. En relación con el internacionalismo señalo como tarea principal la acción internacional común de apoyo a las movilizaciones revolucionarias anticapitalistas, antiburocráticas y antimperialistas de las masas de todo el mundo. La acción internacional común sería el factor más importante para desarrollar la conciencia de clase socialista de la clase obrera mundial y poder superar en gran parte de ella los prejuicios anti-comunistas provocados por el totalitarismo antisocialista del stalinismo.

En la cuestión del internacionalismo y de la estrategia y política internacional del proletariado se resume toda la política actual de la clase obrera. La crisis mundial ha desnudado, precisamente, que la base económica del capitalismo es definitivamente estrecha para las fuerzas productivas que se han desarrollado en su seno (a través de un violento proceso de lucha de clases, crisis y guerras), y que lo que mantiene en pie este sistema de explotación son, de un lado, los enormes Estados-gendarmes que salen al socorro de la clase capitalista en quiebra, y del otro la crisis de dirección de la clase obrera mundial. En la crisis del Golfo esta realidad se manifiesta de un modo brutal, pues allí se ha desplegado un arsenal de destrucción sin igual que tiene por objetivo fundamental restaurar la “confianza” de la burguesía mundial. Al lado de esto se encuentra la política miserable de neutralidad, cuando no de complicidad, con la agresión imperialista por parte de la izquierda democratizante.

Altamira llamó a asimilar el fracaso absolutamente revelador y extraordinario del sandinismo (sobre el que la “izquierda” procura guardar el mayor y más prolongado silencio), para poner en pie partidos obreros de orientación marxista y revolucionaria.