Estados Unidos

Aumenta la persecución sionista: renuncia la presidenta de la Universidad de Harvard

Con acusaciones poco claras de plagio, la presión sionista logró que dimita Claudine Gay, la máxima autoridad de Harvard. Aunque no apoyó la lucha palestina se le exigía una censura más dura.

Manifestación de estudiantes de Harvard contra la guerra en Gaza.

Este martes 2 de enero, la presidenta de la Universidad de Harvard, Claudine Gay, anunció su renuncia. Durante las tres semanas anteriores, Gay había sido objeto de un intenso escrutinio por parte de grupos de presión sionistas tanto dentro de la vida universitaria (como Harvard Hillel) como fuera (como el Simon Wiesenthal Center), medios de comunicación (como el grupo Fox News), y empresarios y financistas destacados por su promoción del Estado de Israel (como Bill Ackman, director de Pershing Square Holdings). El eje de la polémica que rodeaba a Gay era si podía ejercer un control y disciplinamiento sobre el cuerpo de estudiantes frente al rebrote de un activismo en solidaridad con la causa palestina, a la cual el sionismo busca identificar, en todo el mundo, como expresiones de antisemitismo.

Ni Claudine Gay ni el equipo de gestión de la universidad (“President and Fellows of Harvard College”, también llamada simplemente “Harvard Corporation”) han expresado muestras de apoyo a la movilización estudiantil. Sin embargo, la orientación política del sionismo es no tolerar ningún tipo de ambigüedad ni actitud dubitativa, y reclamar un alineamiento en toda línea.

Acción estudiantil y respuesta del sionismo

A pocas horas de la acción de Hamas y otros grupos de la resistencia palestina del 7 de octubre del 2023, un comité de reagrupamiento de distintos activistas y organizaciones estudiantiles en defensa de la causa palestina (Harvard Undergraduate Palestine Solidarity Committee) lanzó un breve comunicado para sentar su posición. El texto clarificaba que “los eventos de hoy no ocurren en el vacío”, sino que “durante las últimas dos décadas, millones de palestinos en Gaza han sido forzados a vivir en una prisión a cielo abierto. Los oficiales israelíes prometieron ‘abrir las puertas del infierno’, y las masacres en Gaza ya han comenzado. Los palestinos en Gaza no tienen refugios militares para guarecerse ni a dónde escapar”. El comunicado advertía que “en los próximos días, los palestinos serán forzados a soportar todo el peso de la violencia de Israel” y caracterizaba que “el régimen de apartheid [de Israel] es el único al que hay que culpar” (The Crimson, 10/10/23). En vistas a que en tan sólo tres meses luego de este pronunciamiento el Estado israelí acumuló la cifra de más de 20.000 palestinos asesinados, la predicción de los activistas estudiantiles ha sido dolorosamente comprobada.

El pronunciamiento encontró una respuesta violenta por parte de los grupos sionistas locales. Los elementos más reaccionarios o de mayor vinculación con la política del Estado israelí dentro del cuerpo de la élite profesoral, como el expresidente de Harvard y exfuncionario de la Casa Blanca Lawrence H. Summers, iniciaron de inmediato una campaña por la sanción y expulsión de quienes sean críticos de la política criminal del sionsimo, acusándolos de apañar el terrorismo y asimilando la crítica al Estado de Israel con el antisemitismo. Los principales medios de comunicación del país amplificaron la persecución, llevándola a escala nacional.

El 11 de octubre, desde el periódico estudiantil The Harvard Crimson se denunció la filtración y publicación de información personal de los estudiantes del Comité de Solidaridad Palestina y de las organizaciones que habían firmado el pronunciamiento, una práctica conocida como “doxing”. Se elaboraron varias páginas web que exhibían listas con dicha información junto con una camioneta que las difundían en el campus, se enviaron ataques y mensajes intimidatorios a las cuentas de redes sociales de los estudiantes, y se “buchonearon” informes de sus actividades políticas a sus patronales (varias de las cuales dieron de baja a alumnos que estaban en proceso de ser contratados). Como resultado de estas presiones, cinco organizaciones retiraron sus firmas del pronunciamiento original en la primera semana.

La política de la gestión universitaria fue de contemporización con el sionismo. Claudine Gay dio luz verde a la formación de la pseudoorganización “Harvard Jewish Alumni Alliance”, un fantoche armado por elementos sionistas preexistentes como plataforma para convocar un apoyo a la política guerrerista de Netanyahu. Su dirigente es el graduado Eric Fleiss, CEO de la corporación inmobiliaria Regent Properties y que ya actuaba previamente como referente del lobby sionista en las políticas universitarias estadounidenses. Se trata de un método similar al que adoptó la Daia en Argentina, al formar en los últimos dos meses una supuesta “Asociación de Universitarios Judíos Argentinos” con voceros regurgitados de armados sionistas previos (como Florencia Kaplún del Congreso Judío Latinoamericano), y cuyo único objetivo es acallar y censurar la solidaridad de la juventud universitaria con la lucha palestina.

Gay posteriormente lanzó un comunicado donde llama al repudio de las “atrocidades terroristas perpetradas por Hamas” y desmarca por completo a la universidad de las posiciones de un “grupo estudiantil”. También anunció la futura conformación de un curso obligatorio sobre “antisemitismo” para todos los miembros de la comunidad educativa, y acusó a la consigna “Desde el río hasta el mar” (que brega por la reunificación de la Palestina histórica) de ser un cántico “exterminacionista”. Del mismo modo, convocó a las fuerzas policiales a custodiar la sede de la organización sionista Hillel dentro del campus.

En contraposición, se negó sistemáticamente a aceptar las solicitudes de una reunión o la apertura de algún espacio de diálogo con los estudiantes perseguidos. En noviembre, el grupo Harvard Jews for Palestine (Judíos de Harvard por Palestina) tomó uno de los varios edificios que conforman el campus para exigir, entre otros puntos, una entrevista con la presidenta Gay. La toma fue levantada sin que se responda a las demandas estudiantiles.

Para el sionismo local, sin embargo, todas estas medidas fueron insuficientes. Lo que reclamaba (y reclama) es una ola de expulsiones sumarias que corte de raíz toda actividad política contestataria por parte del estudiantado.

Persecución a nivel nacional

La presión del sionismo sobre Harvard no es un caso único. Una campaña similar se desarrolló contra Sally Kornbluth, presidenta del MIT, y contra Elizabeth Magill, presidenta de la Universidad de Pensilvania.

En el clímax de la escala mediática de estas persecuciones y presiones, las tres mandatarias universitarias fueron convocadas a una audiencia pública frente a una comisión del congreso. Allí sufrieron un escarnio protagonizado por las preguntas inquisitoriales de la congresista derechista Elise Stefanik, quien buscó establecer que los cánticos políticos por una nueva intifada eran equivalentes a un “llamamiento por el genocidio” contra el pueblo judío. Luego de este escrutinio, Elizabeth Magill también fue forzada a dimitir de su cargo el mes pasado. El accionista multimillonario Ross Stevens, referente del lobby capitalista dentro de las universidades, había amenazado con retirar su inversión de 100 millones de dólares de la institución pensilvana si el Magill no renunciaba a la brevedad. Lo mismo había hecho el israelí Idan Ofer para apretar al cuerpo de gobierno de Harvard. Estos episodios son un testimonio del poderío de los grandes grupos capitalistas sobre la educación bajo este régimen social.

En las últimas tres semanas, el lobby sionista por una política de persecución más dura en Harvard comenzó a amenazar a su presidenta de modo directo mediante acusaciones de plagio. Varios académicos supuestamente plagiados, como los politólogos Stephen Voss y David Canon, desestimaron públicamente las acusaciones. Sin embargo, la presión acumulada destrabó la renuncia.

Perspectivas

La orientación mercantilista y elitista de Harvard ha dejado a la institución con un estudiantado raquítico. El conjunto de esta universidad sólo tiene cerca de 7.000 estudiantes de grado en total, un número irrisorio si se tiene en cuenta que es inferior al de los ingresantes de una sola facultad de la UBA (Psicología) en un solo año (2022) (Infobae, 24/07/23). Para llevar su lucha hacia la victoria, los activistas necesitarán estrechar sus lazos con el movimiento estudiantil a escala nacional, unificarse con el movimiento docente y fusionarse con la clase obrera.

Las noticias sobre bombardeos contra hospitales, escuelas y centros de refugiados, y las consecuencias del bloqueo terrestre y marítimo que deja a los gazatíes sin acceso al agua, a comida, a medicamentos y a combustibles, conmueven a la juventud a escala global. De allí que ésta esté jugando un rol protagónico en las acciones de solidaridad con el pueblo palestino. El éxito de la presión reaccionaria contra la Universidad de Harvard augura una escalada de censura contra este activismo internacional.

En Argentina, el lobby sionista avanzó en este mismo sentido sobre las universidades públicas, intentando apretar a las autoridades y censurar las expresiones anti-sionistas del movimiento estudiantil y docente. Desde América Latina, nos solidarizamos con los estudiantes perseguidos por el régimen político del imperialismo estadounidense y nos ponemos a su disposición para darle difusión al desarrollo de su lucha.

Abajo el Estado genocida sionista de Israel. Por el derecho al retorno de la población palestina desplazada. Por el fin al bloqueo de Gaza y el derrumbe de los muros de apartheid. Libertad a los presos palestinos. Solidaridad internacional con la resistencia y el pueblo palestinos. Por una Palestina única, laica y socialista, como parte de una federación socialista de pueblos de Medio Oriente.

https://prensaobrera.com/politicas/apologia-del-genocidio-sionista-pikholtz-no-es-la-excepcion-sino-la-regla