Azerbaiyán, Armenia, el báltico: La cuestión nacional en la URSS

La crisis nacional se ha agravado considerablemente en la URSS en las últimas semanas al acentuarse los reclamos separatistas en las repúblicas del Báltico y debido a la ocupación militar de Azerbaiyán. La permanencia de Gorbachov en el gobierno ha sido puesta en tela de juicio como consecuencia de estos acontecimientos. En una visita que hiciera a Lituania, el mismo Gorbachov consideró necesario señalar que los movimientos independentistas podrían provocar su caída. En una declaración excepcional, el gobierno norteamericano anunció que apoyaba la integridad territorial de la Unión Soviética, ratificando una clausula establecida cuando se establecieron las relaciones diplomáticas entre ambos Estados en la década del 30. La declaración norteamericana que avalaba la ocupación de Azerbaiyán no hacía mención a los países bálticos que fueron ocupados por Stalin con posterioridad, y que Estados Unidos nunca reconoció. Es que como lo admite un informante del “New York Times” (15.1), “la administración norteamericana espera que Gorbachov logre un compromiso, Incluso algo más acá de la independencia, debido a que Bush ha apostado mucho en el desarrollo de relaciones con el líder soviético”. Esa vieja potencia que es el Vaticano también apoyó la ocupación militar de Afganistán, sin importarle para el caso ni el “ecumenismo” con las religiones musulmanas ni la marcada hostilidad del gobierno ruso contra el movimiento nacional armenio —una nación católica—. Mientras despotrican contra el comunismo, los bastiones de la reacción mundial salen en defensa del “comunismo”.

El Báltico

La desintegración de la Unión Soviética es un resultado de la opresión política y de la desigualdad económica existente con sus naciones periféricas. El régimen burocrático supone el ahogo del libre desarrollo nacional así como de cualquier otra manifestación de libertad. Pero al mismo tiempo, ese régimen burocrático es, por su incapacidad política para movilizar las energías de las masas y por su compromiso con el capitalismo mundial, una traba insuperable al desarrollo de las fuerzas productivas.

En estas condiciones, el desarrollo de los distintos componentes de la Unión entran en contradicción entre si y sufren la fuerza de atracción de la economía capitalista mundial. La perestroika, que es un intento de remediar el hundimiento de la seudo-planificación burocrática destruyendo la planificación y el monopolio estatal del comercio exterior, ha agravado las tendencias centrífugas (separatistas) en la URSS. La “apertura política” no ha acercado a las naciones entre si sino que ha permitido poner más en evidencia aún su antagonismo con el régimen burocrático. Se ha acentuado la desigualdad económica entre las distintas capas sociales, entre las diferentes ramas de la industria y entre las repúblicas. Gorbachov fue el primero en plantear que las naciones del Báltico se convirtieran en “zonas francas” para la inversión sin control del capital extranjero. En contacto íntimo con el mercado capitalista escandinavo y mundial, la pequeña burguesía y la burocracia bálticas plantean un separatismo político que se adapte a esta tendencia económica y sin destruir el aparato estatal burocrático existente. Gorbachov ha admitido la posibilidad de una independencia condicionada de estas repúblicas, es decir que no tenga un carácter unilateral y mucho menos revolucionario. Plantea que se establezcan garantías de orden militar y la continuidad del manejo de sus inversiones en rubros estratégicos, mediante un acuerdo en el que participe el imperialismo en el marco de la llamada “seguridad europea”. Esto significaría simplemente darle un carácter “ordenado” a la restauración capitalista.

Precisamente para respetar ese desarrollo “ordenado”, tanto Bush y Gorbachov como los líderes burocráticos lituanos están procurando conciliar el mantenimiento de la unidad política con la completa libertad económica. Exactamente al revés de la fórmula leninista: completa libertad política y centralización económica mediante la planificación. De acuerdo con esto último, el planteo obrero en las presentes circunstancias debería ser la lucha por la independencia (libertad) nacional (separación), la destrucción del Estado burocrático y su reemplazo por un gobierno obrero, y el llamamiento a la unidad a los obreros de la URSS para el establecimiento de una nueva Unión de República basada en los soviets de trabajadores (expulsión de la burocracia  de ellos).

El Cáucaso

La situación de Azerbaiyán, donde está en curso una revuelta popular, ilustra claramente las contradicciones explosivas que hacen Imposible la unión de repúblicas bajo el régimen burocrático. El 50% de los habitantes de Azerbaiyán viven de la tierra, en manifiesto contraste con la industrialización soviética y aún de la propia Azerbaiyán, que tiene establecidas alguna de las principales industrias de la URSS. El 10% de los azeríes está desempleado y en algunas regiones esta cifra llega al 75% (Financial Times). Esta situación ha sido agravada por la perestroika, por-que en los dos últimos años han sido despedidos en la URSS uno cuatro millones de trabajadores, principalmente en el territorio asiático. Según el ministro de trabajo y Asuntos Sociales de la URSS, Vladimir Cherbakov, los graves enfrentamientos registrados en Azerbaiyán y Armenia son en primer lugar”, el resultado de un desempleo “creciente”. (Ámbito, 24.1).

Estas tendencias desintegrado-ras han sido potenciadas por la política reaccionaria de la burocracia gorbachiana, la que en los dos últimos años atizó el nacionalismo azerí para usarlo en el aplastamiento del movimiento nacional revolucionario de Armenia. Mientras el nacionalismo de Azerbaiyán bloqueaba militar-mente el comercio y las fronteras de Armenia y desataba masacres para impedir la autodeterminación del enclave armenio de Nagorno Karabaj, los gorbachianos hicieron la vista gorda y cedieron en toda la línea ante los chauvinistas al reintegrar esa región a Azerbaiyán. La burocracia azuzó el enfrentamiento nacional para aplastar la revolución en Armenia y distorsionar políticamente el movimiento nacional azerí. Ahora que el movimiento azerí se ha salido de madre (para la burocracia), esto porque comienza a plantear la secesión y la formación de un Azerbaiyán único con el territorio dominado por Irán, Gorbachov ordena la ocupación militar —con el visto bueno, naturalmente de los ayatollas persas que, islamismo aparte, no quieren ver un levantamiento nacional en su propio territorio.

Lo que podría dar un desarrollo revolucionario imparable a la situación en el Cáucaso, sería que los pueblos armenio y azerí se solidarizaran con sus respectivas reivindicaciones separatistas y se brindaran apoyo mutuo, y no hace falta decir que esto ayudaría a la resolución pacífica de sus diferencias. La consigna de la separación podría dar lugar inmediatamente a una acción de unidad entre ambas naciones, que reforzaría el reclamo de una unión libre de las repúblicas soviéticas —aspecto central de una estrategia internacionalista, lo que supone previamente el derrocamiento de la burocracia moscovita y la expulsión de toda la capa burocrática de los soviets.

Internacionalismo

Esto es precisamente lo que se hace sentir en el conjunto de las masas soviéticas. Es que en contraste con el apoyo a la ocupación militar de Azerbaiyán otorgado por Bush, el Papa y el imperialismo nipón y europeo, los trabajadores soviéticos del resto de la URSS ¡se movilizaron en contra! En las ciudades de Krasnodar, Rostov sobre el Don y Stavropol (esta última base política de Gorbachov), la orden de movilización militar fue anulada luego de importantes demostraciones de masas organizadas por comités de mujeres (Washington Post, 29.1). En Moscú hubo manifestaciones de protesta. El diario de la Juventud Comunista, Komsomolskaya Pravda, criticó duramente la orden de movilización militar al describir las enfervorizadas manifestaciones que tuvieron lugar en Krasnodar.

El imperialismo, los cleros católico y musulmán, y la burocracia, de un lado; los obreros y los pueblos, del otro. Estos son los términos de la situación.


 

En la República Rusa también

Todo el comité del partido comunista de la región de Volvogrado tuvo que renunciar el martes 30 de enero luego de tres días de manifestaciones protagonizadas por decenas de millares de manifestantes. Volvogrado no es otra que la vieja Stalingrado y es una de las ciudades industriales más importantes de la República Rusa.

El dirigente máximo así destituido es Vladimir Kalshnikov, un protegido de Gorbachov y una estrella ascendente en el firmamento de la burocracia rusa.

Es evidente que está en marcha un proceso revolucionario que entrelaza todas las aspiraciones de libertad y de destrucción del régimen burocrático contrarrevolucionario en todas las repúblicas de la URSS. Esto podría permitir la recreación de una URSS revolucionaria sobre los escombros de la URSS burocrática, que ya no oculta, dicho sea de paso, su anticomunismo y su alineamiento con el imperialismo mundial.


 

¿Renuncia Gorbachov?

Se agotó la perestroika

Al cabo de tres años de gestión, Gorbachov enfrenta un panorama de catástrofe y la posibilidad de su caída. De acuerdo con una información de la Cable News Network de EE.UU., obtenida de una “muy confiable fuente del partido comunista”, Gorbachov estaría por renunciar a su condición de secretario general para conservar solamente el puesto de presidente de la URSS. Lo mismo dice un despacho del diario francés Le Monde, quien tuvo acceso a un memorándum interno redactado por asesores de la máxima confianza de Gorbachov.

Los datos son muy simples: crece el desabastecimiento, el producto bruto caerá espectacularmente en 199G luego de varios años de estancamiento, se agudizan los levantamientos nacionales, la inflación está apenas contenida, hay continuas huelgas obreras que el régimen apacigua con aumentos salariales que no encuentran la contrapartida de una mayor oferta de productos de consumo.

Gorbachov es minoría (tiene tres votos) entre los doce miembros del Comité Político. Pero además la cúpula del PC se desintegra, como se ve en la renuncia colectiva de la importante región de Volvogrado (ver artículo); en el hundimiento de los PPCC caucásicos; y en la ruptura de los partidos comunistas del Báltico. Después de haber proclamado hace pocas semanas que el PCUS era el único factor de cohesión estatal, Gorbachov parece haber llegado a la conclusión que es un factor de anarquía o por lo menos de inmovilismo.

Pero aun así, pretender gobernar al margen del PC, en carácter de Presidente que está por encima de las facciones, es un salto en el vacío. No cuenta para esto con el apoyo incuestionable del ejército sino apenas de la KGB —el servicio secreto, cuyas tropas tuvieron que ser reemplazadas en Azerbaiyán por su incapacidad para controlar la situación. El principal recurso de Gorbachov es el apoyo del imperialismo y la división o falta de política propia de sus contrincantes.

Esta tentativa de bonapartismo, sin base social o institucional propia, sería la última tentativa para impedir el separatismo nacional y las huelgas obreras a través de un pacto con los líderes pequeño burgueses de las diferentes repúblicas y con los emergentes líderes sindicales. El fracaso de Gorbachov debería acelerar la comprensión, en la URSS, de la necesidad de construir un partido revolucionario, inspirado en la tradición y en el programa de Lenin y de Trotsky.

J.O.