Balance de la segunda Intifada

A dos años del levantamiento popular palestino

Al cumplirse dos años del levantamiento popular palestino querríamos hacer un balance del mismo no sólo desde el punto de vista del interés de las masas palestinas sino también desde el punto de vista revolucionario regional e internacional.


La presente Intifada se inició como producto del empantanamiento de las conversaciones de Camp David. En dichas conversaciones se evidenció que Israel no estaba dispuesto a entregar más de lo que había asignado hasta entonces a la Autonomía y que el futuro “Estado palestino” que se levantaría obtendría 18% del territorio de la Palestina histórica, dividido por lo menos en 8 cantones, sin el control de los recursos del agua, sin independencia económica, política o militar. La posibilidad de que parte de Jerusalén fuera la capital de ese futuro Estado y el retorno de los refugiados palestinos ni siquiera fueron discutidos en esas conversaciones.


Cabe destacar que en los años en que se sucedieron los diferentes pasos de los acuerdos de Oslo, incluyendo el acuerdo sobre Hebron, la situación de las masas palestinas empeoró, la desocupación llegó a más del 60% de la población en condiciones de trabajar, se siguieron construyendo y agrandando colonias judías en los territorios ocupados, y se construyeron una serie de rutas que dividieron los asentamientos palestinos en Cisjordania y Gaza en un innumerable grupo de islas de poblamiento fácilmente controlables desde el punto de vista militar.


En Camp David, Arafat mostró la imposibilidad de hacer más concesiones a Israel y al imperialismo, no porque no estuviese dispuesto sino por las presiones de las masas que se rebelaban contra la situación existente. El gobierno de Ehud Barak decidió llevar adelante una serie de provocaciones, incluyendo la visita del líder del Likud Ariel Sharon a la zona de las mezquitas en la ciudad vieja de Jerusalén.


La explosión popular en Cisjordania y Gaza no tardó en producirse al conocerse la cantidad de muertos acribillados por la policía israelí contra los que protestaron por la visita de Sharon a las mezquitas. Dicha explosión en los territorios ocupados se vio acompañada de un levantamiento de los palestinos que viven bajo el gobierno directo de Israel. Miles de manifestantes salieron a las calles y a las rutas de la Galilea, Jaffa y el Negev, y entonces la policía asesinó brutalmente a 13 de ellos, para evitar una situación revolucionaria de hecho que se planteó al solidarizarse las masas palestinas de uno y otro lado de la llamada “línea verde”. Esta situación de rechazo al Estado sionista entre los palestinos ciudadanos israelíes continuó con el boicot a las elecciones de febrero de 2001, a pesar de la dirección palestina dentro del Estado de Israel en general, y de la posición del partido comunista israelí en particular.


La Intifada vio surgir en un primer momento un movimiento popular similar al de la Intifada de los años 1987/1991; sin embargo, hay un número de diferencias que destacar. En principio, el levantamiento, que surgió en las calles, con un gran número de jóvenes, pasó poco a poco al terreno de la lucha armada, ya sea con acciones comando en los territorios o con atentados suicidas dentro de Israel. Las mujeres que habían tomado un importante lugar en la anterior Intifada, casi no han tenido participación en el actual levantamiento. Y los comités populares que existen en Cisjordania y Gaza, sólo reúnen a militantes de la Intifada, y no tienen un carácter popular como aquellos de fines de los ‘80.


Sin embargo, la presente Intifada surge en el marco de la creciente crisis capitalista, y como expresión particular de la resistencia de las masas a las iniciativas del imperialismo de superar las crisis en Medio Oriente. En ese sentido, la Intifada palestina es la punta de lanza de la oposición popular a los planes del imperialismo mundial y ocupa un lugar destacadísimo en la lucha revolucionaria internacional.


Es por ello que, a pesar de los golpes recibidos por el Estado sionista, las masas palestinas no han sido derrotadas. El mismo ex-general en jefe del ejército israelí dijo hace varios meses que el levantamiento duraría por lo menos hasta el 2006. En las últimas semanas, se ha visto una reactivación de la acción de las masas que salieron por miles a las calles en el último ataque a la Muqata, el centro desde donde gobierna Arafat en Ramallah, lo que muestra que la Intifada, a pesar de los miles de muertos y decenas de miles de heridos, del cercamiento y el hambreamiento, está vivita y coleando. Es más, el Fatah y otras organizaciones de la izquierda de la OLP, como producto de la presión de estas movilizaciones, han considerado la supresión de los atentados armados dentro de Israel, y el pasaje a una acción de masas.


Los continuos cercos, estados de sitio y toques de queda en las poblaciones de Cisjordania y Gaza han llevado a las masas palestinas a un estado de hambreamiento total. Si al comienzo de la intifada la desocupación llegaba al 60%, hoy en día supera ampliamente el 80%, con un promedio de 2 dólares diarios como sueldo (en Israel el sueldo mínimo es ¡30 dólares diarios!).


Esta política de expulsión de miles de trabajadores palestinos del mercado israelí, va de la mano con la creciente crisis económica del Estado sionista, que ha empezado a mostrar síntomas de la resistencia entre las propias masas judías. A principios de 2002, una serie de movilizaciones en contra del cierre de empresas, despidos masivos y recortes presupuestarios confluyeron en las calles del Negev, Jerusalén y el norte del país. Los lisiados llevaron adelante una huelga frente a los ministerios de Trabajo y Economía en Jerusalén por más de dos meses. El gobierno plantea ahora un presupuesto para el 2003 que implica la liquidación de la asistencia social y el seguro de desempleo, y el ingreso de un 15% al campo de los desocupados y un 30% de la población israelí (judíos y árabes) en la categoría de pobres.


La crisis económica en Israel recién ha empezado y se parece bastante a la crisis económica de la Argentina, con la amenaza de la quiebra de bancos, la evaporación de fondos de pequeños ahorristas y trabajadores, y la pérdida de créditos exteriores.


La relación entre la crisis económica y la Intifada ha sido discutida por los medios burgueses en Israel. Lo que está claro para el gobierno es que todo tipo de resistencia de las masas dentro de Israel “molesta” para liquidar la resistencia palestina; así lo manifestó Sharon cuando decidió intervenir en el conflicto de los lisiados, días antes de la llamada campaña “Escudo defensivo”, cuando la mayoría de la población judía se solidarizaba con el conflicto de los lisiados.


En esa campaña y en las previas, el gobierno de Sharon, de unidad del Likud y el laborismo, mostró cual es el verdadero objetivo: la destrucción de la infraestructura de la Autoridad Palestina y la destrucción no sólo de las organizaciones y de los militantes de la Intifada, sino el asesinato indiscriminado de miles de palestinos (incluyendo ancianos, mujeres y niños) bajo el argumento de la situación de guerra. Ante cada atentado en Israel, el ejército israelí aprovechó para destruir edificios de las fuerzas armadas de la Autoridad, fábricas y servicios públicos, incluyendo hospitales, estaciones de radio y televisión, y por supuesto, el edificio de la Muqata. Masacres como la de Jenín son el modelo del accionar del ejército, con el objetivo de sembrar la destrucción y aterrorizar a la población.


El imperialismo e Israel presionan ahora para que Arafat realice reformas “demo cráticas”, es decir para que desarme a las milicias de la Intifada, para que termine con todo tipo de organización popular, y reorganice lo que resta de la economía palestina a favor de los intereses capitalistas israelíes y de los pulpos imperialistas en la región. A Sharon y a los norteamericanos les importa un bledo si entre los palestinos rige un sistema democrático, sino hasta cuanto pueden presionar a Arafat para que acepte su mandato. Arafat está dispuesto a esas reformas y no es casualidad que en uno de los últimos cambios de gabinete de la Autoridad Palestina, se haya incluido a Salam Fayad, representante palestino en el FMI, como ministro de Economía.


Arafat nunca impulsó la movilización popular ni el enfrentamiento armado contra Israel. Como elemento bonapartista y representante de la burguesía palestina, su situación está entre las masas por un lado, y el sionismo y el imperialismo por el otro. La Intifada surgió a pesar de esa dirección palestina, aunque entre los elementos más activos se encuentran dirigentes políticos del Fatah, como Barguti, que representan las presiones de las masas. Toda la estrategia de la dirección palestina, a través de los acuerdos de Oslo, fue confiar en el ala representada por Rabin, Peres y sus amigos sionistas, y el imperialismo norteamericano. Arafat muchas veces repitió que su mejor aliado en las negociaciones con Israel es… George Tenet, jefe de la CIA.


Los acuerdos de Oslo prometieron dos estados para dos pueblos. Pero el sionismo y el imperialismo han reducido a la nada la opción de dos verdaderos estados en el Medio Oriente. Hay ahora dos opciones. Una es el gobierno directo sobre Cisjordania y Gaza, que impulsa el gobierno de Israel con el consentimiento de EE.UU. Para ello hay que destruir totalmente a la Autoridad Palestina o encontrar un grupo de colaboradores que reemplace a la actual dirección palestina. Arafat ha sido declarado irrelevante no por sus intenciones, sino por su incapacidad para controlar a las masas y a los militantes de la Intifada. La inminente guerra contra Irak será aprovechada para atacar a las masas palestinas e incluso para una reorganización de Medio Oriente que incluiría deportaciones en masa de palestinos y la liquidación de toda expresión política de los mismos.


La segunda opción es la de la lucha por un estado democrático y laico en todo el territorio palestino, que incluya a las masas palestinas y judías. Dicha opción sólo puede ser concretada por una dirección revolucionaria de los trabajadores que supere a la burguesía palestina y al sionismo entre los trabajadores judíos, y por ello sólo puede constituirse en el marco de una república socialista y una federación socialista de Medio Oriente.