Balance del Genovazo

En diciembre de 1999, en Seattle, 40.000 jóvenes y trabajadores norteamericanos se movilizaron contra la reunión de la Organización Mundial del Comercio. En Praga, en Quebec, en Gotemburgo, en cada una de las ‘cumbres’ imperialistas, las movilizaciones fueron cada vez más numerosas. En cada una de ellas, también, la represión estatal se fue haciendo cada vez más violenta. En Gotemburgo, hace pocas semanas, un manifestante fue gravemente herido por un disparo de arma de fuego. La represión montada en Génova superó todo lo conocido. Génova fue militarizada bajo estado de sitio. Se montó una provocación de grandes dimensiones y se reprimió con una violencia inusitada a los manifestantes organizados, a los contingentes obreros, a los jóvenes, a los viejos. La policía atacó el centro de prensa del Foro Social de Génova, incluso, cuando ya todo había terminado! Allí fueron detenidos 100 compa “eros, que fueron salvajemente reprimidos en las comisarías locales.


En Génova, las “fuerzas del orden” llevaron concienzudamente a la práctica la ‘recomendación’ formulada poco tiempo antes por un diario financiero británico: “si se quieren parar los avances de los adversarios malintencionados de la globalización –advertía el Financial Times (19/4)– ha llegado el momento de trazar una línea divisoria que no se pueda franquear”. Estaba claro que esa “línea divisoria” había que trazarla con sangre.


 


Diferenciación política


El tumultuoso crecimiento del movimiento ‘anti-globalización’ es una expresión de la crisis capitalista y de sus devastadoras consecuencias sobre las condiciones de vida de los explotados en todo el planeta. Hay un crecimiento de la lucha de masas en la mayoría de los países, desde la Argentina a Indonesia, de Brasil a Italia o de Bolivia a Ucrania.


Al frente del movimiento se encuentra una dirección con profundas limitaciones políticas: defiende la regulación impositiva del capitalismo, la ‘reforma’ del FMI, la ‘democratización’ del capital financiero (‘finanzas éticas’) y los mercados nacionales contra el ‘libre comercio’. Pero también caracteriza a estas direcciones, un débil control político sobre el movimiento de masas.


En este cuadro, la represión en Génova tuvo un objetivo político más sutil pero no menos pérfido: provocar una diferenciación política en las direcciones que están al frente del movimiento para separar a los ‘responsables’ de los ‘contestatarios’. A los primeros se les ofrece la perspectiva de una integración, ‘pluralista’ y ‘crítica’ al orden imperialista. La prensa internacional está llena de noticias sobre “acuerdos” y “colaboraciones” entre las ONGs y los ‘antiglobalizadores’ “serios” y el gran capital. Pulpos como Boeing, Caterpillar, Nike, British Petroleum-Amoco, han establecido “acuerdos de conducta” con grupos ambientalistas ‘responsables’ (Business Week, 6/8; Financial Times, 24/7). Para los ‘contestatarios’, los gases, los palos y la cárcel. El imperialismo está actuando a fondo para liquidar la amenazante posibilidad de una evolución a izquierda del movimiento, apoyándose en las debilidades y limitaciones políticas de sus direcciones.


Ante la ofensiva, las direcciones ‘anti-neoliberales’ han comenzado a retroceder. Bernard Cassen, director de Le Monde Diplomatique y presidente de Attac, ha declarado que “Attac revisará sus métodos y repensará sus tácticas” (Financial Times, 25/7). Susan George, vicepresidente de Attac, fue más lejos al escribir que “este movimiento ya no podrá avanzar de la misma manera (…) tenemos propuestas serias que hacer (…) a partir de ahora necesitaremos encontrar nuevas vías democráticas para llevarlas a cabo ” (El País, 29/7). Luca Cassarini, de los Tutte Bianchi, va por la misma vía: “es necesario –dice– encontrar un modo de abrir un espacio político para el disenso (…)” (La Repubblica, 23/7). Pero este retroceso ya estaba claro en los propios objetivos políticos que estas direcciones le fueron poniendo a cada una de las manifestaciones: a Seattle fueron para impedir la realización de la reunión de la OMC; en Génova se limitaron a organizar una manifestación de repudio…


El previsible giro de las direcciones ‘anti-neoliberales’ lleva al globalizador e imperialista Business Week (6/8) a una conclusión que sorprenderá a más de uno: “El caos de Génova, dice, puede acelerar el compromiso (…) cuando todo el humo y los gases se disipen en Génova, una reunión de pensadores sobre distintas cuestiones no está tan alejada como parece (…) [La fractura del movimiento ‘antiglobalización’] puede abrir una oportunidad para las corporaciones para sentarse y negociar compromisos con grupos dispuestos a razonar (…) los ejecutivos inteligentes pueden tener éxito en abrir un diálogo con los reformadores”. El semanario imperialista, incluso, traza una caracterización de clase de estas direcciones que supera, y en mucho, las tonterías que se escuchan en los medios ‘izquierdistas’: “La verdad –editorializa Business Week– es que muchos de los reclamos de los grupos anti-globalización reflejan los valores de los consumidores de clase media en Estados Unidos y Europa, especialmente los jóvenes”.


 


Saquemos las conclusiones


La manifestación de Génova ha puesto en evidencia la enorme contradicción entre un movimiento de masas en ascenso y una dirección que retrocede; entre una masa obrera y juvenil que busca una salida de lucha contra la crisis capitalista y una dirección que sólo ofrece ‘foros’ y ‘propuestas serias’ para ser negociadas con el gran capital. Bajo la presión imperialista, esta contradicción se va a agudizar todavía más y va a poner en evidencia las limitaciones insuperables de las direcciones ‘anti-neoliberales’: que no pretenden imponer su programa, cualesquiera sean sus limitaciones, mediante la lucha y la movilización de masas contra el gran capital sino a través de los ‘consensos democráticos’, es decir mediante la conciliación con el imperialismo.


Estas direcciones, por su programa y por sus objetivos estratégicos, no pueden encauzar el movimiento que encabezan y están condenadas a estrangularlo: los ‘foros’ y las utopías sobre la regulación impositiva de la especulación, la ‘democratización ’ del FMI o las ‘finanzas éticas’ no pueden dar ninguna salida a la situación desesperada de masas crecientes de explotados en todo el mundo y a las luchas que esas mismas masas han comenzado a protagonizar.


Para enfrentar la crisis capitalista es necesario un programa anticapitalista y una organización que luche por el derrocamiento del capital a escala mundial: el programa de la revolución socialista y la IV Internacional.