Bangladesh, rebelión y después

Tras la caída del régimen de Hasina, se formó un gobierno interino.

Manifestación estudiantil

Tras la rebelión popular que obligó a la primera ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, a huir a la India en helicóptero el lunes 5 tras quince años de gobierno, las fuerzas armadas lanzaron un gran operativo para evitar que el levantamiento fuera más lejos. Ese mismo día el jefe del ejército, Waker-Uz-Zaman, anunció la formación de un gobierno provisional y reclamó al movimiento estudiantil, protagonista de la revuelta, que se desmovilizara. “El deber de los estudiantes es mantener la calma y ayudarnos”, indicó.

Es que el levantamiento, que comenzó el 1 de julio con las manifestaciones en rechazo al sistema de cuotas para el reparto del empleo público (anulado por la Corte Suprema a mediados de ese mismo mes), tuvo tal profundidad que acorraló a la policía y los grupos paraestatales impulsados por la oficialista Liga Awami. Un editorial de Prothomalo (12/8) señala que en los días álgidos del 4 al 6 de agosto el personal policial abandonó las comisarías por temor a los manifestantes, que atacaron varias de esas instalaciones en repudio a una represión criminal que dejó centenares de muertos. El mismo diario señala, alarmado, que “ante la ausencia de la policía, los estudiantes controlaban el tráfico en las carreteras”.

Este desborde precipitó la intervención del ejército. Ahora Zaman promete que los soldados volverán pronto a los cuarteles, cuando la situación se haya normalizado por completo: se estima que el 90% de las comisarías volvieron a funcionar, igual que el servicio ferroviario, y en los próximos días se reanudaría también el metro.

La movilización estudiantil reclamaba inicialmente contra el sistema de cuotas y el desempleo juvenil, pero la magnitud de la represión planteó la consigna del derrocamiento de Hasina. Entre julio y los primeros días de agosto hubo más de 500 muertos. De ellos 326 se concentran entre el 4 y el 6 de agosto. Las fuerzas policiales y paraestatales dispararon a matar sobre los estudiantes y el pueblo sublevado, pero también sufrieron decenas de víctimas.

El nuevo gobierno provisional está encabezado por un premio nobel de la paz, Muhammad Yunus, banquero que obtuvo esa distinción en 2006 por impulsar un sistema de microcréditos en los sectores populares. En el momento de la rebelión se encontraba en París, a raíz de un tratamiento médico. Yunus no pertenece a ninguna formación política, pero estaba fuertemente enemistado con Hasina y la Liga Awami. Cuando se conoció su designación dijo desde Francia en un mensaje que su primera tarea sería “proteger la ley y el orden”.

Este nuevo gobierno cuenta con un consejo asesor de 17 miembros, cuatro de los cuales están ligados al opositor Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP por sus siglas en inglés), tres al islamista Jamaat-e-Islami y dos (Nahid Islam y Asif Mahmud Sajib Bhuiyan) al grupo Estudiantes contra la Discriminación (SAD por sus iniciales en inglés), que lideró el levantamiento y promovió la designación de Yunus. También fue designada en el consejo como ministra de ambiente Syeda Rizwana Hasan, titular de la Asociación de Abogados Ambientales e integrante de la Sociedad de Ciudadanos Agraviados, compuesta por docentes y letrados que participaron de las manifestaciones contra el gobierno. En la ceremonia de asunción del gobierno interino participaron también referentes del Partido Comunista de Bangladesh.

Estudiantes contra la Discriminación, que cuenta con “asesores adjuntos” en todos los ministerios, reclama el juicio y condena de Hasina y los responsables de la represión, y plantea cambios en el sistema político. Hasina, sin embargo, permanece refugiada en la India, donde el gobierno de Narendra Modi le otorgó protección. No está claro si volverá a Bangladesh. Tras su caída, hubo algunas protestas de sus seguidores.

En los planes del ejército el nuevo gobierno interino debe dar paso a una nueva elección en los próximos meses, culminando así el proceso de normalización institucional. De este modo se busca asimilar una rebelión que amenazaba con llevarse puesto al sistema entero.

Esta misma comprensión es la que llevó a los grandes jugadores del exterior a exhortar a la calma. Estados Unidos, que algunos artículos periodísticos indican que es el principal inversor extranjero en el país, valoró el nuevo gobierno interino como un paso en la estabilización. China siguió con cautela todo el proceso y reclama seguridad para las cientos de empresas radicadas en el territorio bengalí y para sus planes de infraestructura, ya que Dakha integra el proyecto de la Ruta de la Seda.  

Desde el ostracismo, la primera ministra destituida insinuó que Estados Unidos la dejó caer, explicando que podría haberse mantenido en el cargo si les hubiese entregado a los norteamericanos la Bahía de Bengala. No sabemos si la Casa Blanca actuó de esa manera, pero sí sabemos que Hasina supo cortejar al imperialismo, anudando un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional por 4.700 millones de dólares.

Hasina buscó también durante su larga gestión un equilibrio entre los intereses de India y China en la región, aunque algunos analistas la ubican más cercana a Delhi, que ahora le da alojamiento, mientras que el opositor BNP sería más próximo a Beijing, por lo que deducen que el gigante asiático tiene más para ganar en esta transición.

La profundidad del levantamiento de Bangladesh contrasta con los objetivos más limitados que se trazó la dirección estudiantil, que apuntó contra el gobierno despótico de Hasina pero no contra el conjunto del régimen burgués. En estas condiciones, las fuerzas armadas lograron tomar el control del proceso político, bien que obligadas a hacer ciertas concesiones a los manifestantes, como la liberación de todos los detenidos y la promesa de condenar a los represores.

La caída del régimen de Hasina como resultado de la rebelión, en cualquier caso, abre una nueva etapa. Es una efervescencia popular que puede reaparecer más pronto que tarde.

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