Bielorrusia: ola de huelgas contra Lukashenko

Se profundiza la movilización popular

Desde que se anunciaron los resultados oficiales de la elección presidencial ocurrida el 9 de agosto, en todas las ciudades de Bielorrusia se están sucediendo grandes movilizaciones contra el fraudulento régimen de Alexander Lukashenko. El dato distintivo de los últimos días, junto con la masividad de las protestas, ha sido el protagonismo creciente de la clase obrera que está interviniendo con sus métodos en el proceso. Así, en el país se está desenvolviendo una virtual huelga general con paros y protestas en grandes fábricas tanto estatales como privadas como la enorme fabricante de tractores TMZ, fábricas automotrices, refinerías, ingenios azucareros, minería. Los trabajadores de servicios, como los de la sanidad, también están participando de esta lucha. Lukashenko buscó darse un baño de apoyo popular yendo a dar un discurso a la fábrica de vehículos MZKT pero tuvo que irse ante el repudio masivo de los trabajadores. La movilización callejera registró un pico de convocatoria el último domingo en Minsk, donde se dieron cita 200.000 manifestantes exigiendo que se vaya el gobierno.

La política represiva del régimen (que lleva encarcelados siete mil manifestantes, entre 2 y 5 muertos y decenas de desaparecidos), si bien no se detuvo, encontró límites ante el enorme rechazo que generó la violencia policial lo que ha repercutido incluso al interior del aparato del Estado con unidades policiales que se negaron a repeler movilizaciones.

Crisis y choques

En este contexto de huelgas y gigantescas movilizaciones, Lukashenko, quien se niega a dimitir, aparece cada vez más aislado, recostándose fundamentalmente en las fuerzas armadas, en el servicio secreto (KGB) y en un tibio apoyo de Putin, consistente en el reconocimiento del gobierno ruso al resultado electoral y a la negativa del mismo a entablar negociaciones con la oposición local por considerarlas una intromisión indebida. Al mismo tiempo que denuncia a las movilizaciones como una operación organizada por la Unión Europea, Lukashenko ha manifestado que se podría avanzar en una reforma constitucional y en nuevas elecciones, pero sin el desconocimiento de la elección del 9 de agosto. Se trata de una maniobra que busca ganar tiempo.

La oposición, apuntalada por la UE, busca apaciguar las protestas ante la posibilidad de que se abra un proceso que escape a su control, a la vez, está intentando organizar una transición política ordenada. Para este fin, la líder opositora, Svetlana Tijanóvskaya, que permanece en Lituania ha convocado a un “Consejo de coordinación”, conformado por notables (que notoriamente incluye a varios empresarios, pero solo a un delegado de los trabajadores en lucha), con el objetivo de que sea el encargado de operar un cambio de gobierno. El gobierno bielorruso ha dispuesto la judicialización de los miembros de ese consejo. Entre los operadores de la oposición se encuentran antiguos miembros del régimen, así como capitalistas que hacen negocios a través de empresas rusas como el banquero y candidato proscripto Viktar Barbaryka. Este es el cuadro en el que Putin interviene para buscar preservar a Bielorrusia dentro del área de influencia rusa, lo que se traduce en un apoyo solamente parcial a Lukashenko para no confrontar abiertamente contra el pueblo movilizado. El mandamás ruso espera condicionar el proceso político abierto a partir de las movilizaciones de masas, con o sin Lukashenko, e impedir un viraje total del país hacia la UE y la Otan.

Por su parte, la Unión Europea, a través de una resolución tomada por el Consejo Europeo (que se reunió de emergencia por la crisis bielorrusa), ha desconocido por unanimidad el resultado electoral oficial y ordenado sanciones contra funcionarios del gobierno bielorruso. La política del imperialismo es manipular la lucha popular para avanzar en una colonización económica completa de Bielorrusia, país que hasta el día de la fecha conserva a la mayor parte de su economía bajo el control del Estado.

El gobierno bielorruso, en lo que constituye fundamentalmente una maniobra propagandística, ha movilizado tropas hacia la frontera con Polonia, azuzando la idea de que las protestas en curso se deben exclusivamente a una ofensiva del exterior. Sin embargo, un crecimiento de las tensiones militares no puede descartarse. La Otan viene desplazando hacia el este cada vez más unidades militares como una forma de presión contra el régimen ruso, como lo demuestra la reciente decisión de Trump de desplegar tropas en Polonia. Por su parte, Rusia y Bielorrusia tienen suscriptos pactos de ayuda mutua en el caso de que ocurriera un ataque del exterior. Lukashenko asegura que el Kremlin le ofreció apoyo militar en caso de que resulte necesario.

Por una política obrera independiente

La fuerte presencia obrera en la lucha contra el régimen autoritario de Lukashenko distingue al proceso bielorruso de otros fenómenos recientes de movilizaciones que tuvieron lugar en el ex espacio soviético como el euromaidán ucraniano. Sin embargo, por el momento, el movimiento se encuentra relativamente tutelado por la oposición proimperialista, que restringe los reclamos a una salida ordenada de Lukashenko y a un nuevo proceso electoral.

Se hace necesario que del reguero de luchas obreras y movilizaciones emerja una alternativa política propia de los trabajadores, que rechace tanto la continuidad de Lukashenko como la política privatizadora y ajustadora de la oposición y del imperialismo.