Bienvenido, Brasil

El colapso argentino ha sido un golpe para el comercio exterior brasileño, pues la Argentina era el destino del 30% de las exportaciones brasileñas, que desde fines del 2000 vienen cayendo sostenidamente (un 70%).


Los bancos, en particular los europeos, están reduciendo su “exposición” en América Latina como consecuencia de las pérdidas sufridas en la Argentina. En los últimos meses del año pasado, los activos bancarios en América Latina se redujeron en 4.900 millones de dólares. El Banco Mundial advierte que “aumenta el riesgo de que países como Chile y Brasil puedan sufrir un cambio violento como el ocurrido en 1997, cuando los bancos japoneses contribuyeron a contagiar los problemas de Tailandia a Malasia y Corea del Sur al interrumpir sus préstamos” (Clarín, 30/5).


Así como la crisis brasileña del ’99 y la devaluación del real empujaron el derrumbe argentino, éste golpea ahora a Brasil. Brasil y Argentina son dos eslabones de la misma cadena.


Cesación de pagos


Más allá del “contagio argentino”, Brasil marcha por su propia cuenta a la cesación de pagos con una deuda pública bruta de 370.000 millones de dólares, equivalente al 74% de su PBI, y con una deuda interna incluso superior. Brasil necesita captar 43.000 millones de dólares, en 2003, para hacer frente a sus obligaciones externas.


En las últimas semanas, los acreedores internacionales se han negado a refinanciar la deuda externa de la mayoría de las grandes empresas brasileñas; las pocas que lograron hacerlo debieron aceptar poner como garantía sus ingresos por exportaciones, que serán retenidos en el exterior a disposición de los acreedores.


Crisis mundial


Brasil sufre, por sobre todo, el “contagio norteamericano”, con el aumento de la tasa de interés para las inversiones de riesgo que ha golpeado severamente al sector de las telecomunicaciones. Esta convergencia muestra el carácter mundial de la crisis que golpea a Brasil.


La sobreinversión que siguió a la privatización de las telecomunicaciones llevó, igual que en Estados Unidos y Europa, a una expansión de la capacidad instalada que no tiene posibilidades de utilización. El 2002 asiste a un verdadero desplome de la inversión: apenas un tercio del año pasado. La recesión y la caída del poder adquisitivo han llevado a una verdadera explosión de la incobrabilidad: sólo en el primer trimestre de este año, las empresas de telecomunicaciones se vieron obligadas a dar de baja 2,5 millones de líneas telefónicas por falta de pago.


La “locomotora” del ingreso de capitales a Brasil (la telefonía) está parada. Las empresas más débiles ya han caído en la cesación de pagos, lo cual hace decir a una revista especializada que “en Brasil llegó la hora de las consolidaciones” (Update, mayo de 2002), es decir, de las quiebras y la venta de los despojos.


Una política “argentina” para Brasil


La burguesía brasileña ya prevé que no contará con el apoyo del FMI o del Tesoro norteamericano. “Es muy difícil que Brasil consiga un nuevo acuerdo con el FMI”, afirma el economista Paulo Nogueira, de la Fundación Getulio Vargas (Clarín, 30/5); “la geopolítica de Bush aleja cualquier sueño de un socorro mayor”, confirma Elena Lucena, directora de la Folha de Sao Paulo (16/5).


El objetivo del Tesoro norteamericano es desplazar a sus rivales europeos y japoneses de Brasil, apoderarse a precios de regalo de los activos brasileños y, además, forzar a la economía brasileña a integrarse a la órbita comercial y financiera del imperialismo norteamericano. La crisis brasileña es, en este sentido, una manifestación del agravamiento de la lucha interimperialista mundial.


Norte estratégico


El camino de Brasil a la cesación de pagos y a una crisis “a la argentina”, es por completo independiente del proceso electoral en curso. Los temores de la burguesía brasileña no están centrados en la posibilidad del ascenso de Lula, que se ha declarado partidario de las privatizaciones, del pago de la deuda externa y de una política abiertamente “pro-mercado”; su temor radica en la capacidad del PT para manejar la crisis que se avecina.


Brasil se encuentra en un proceso que, como en Argentina o Uruguay, es la manifestación de una crisis de conjunto del capitalismo mundial. Ninguna tendencia política en Brasil, sin embargo, ha ajustado hasta el momento su orientación política a esta perspectiva estratégica y a las fenomenales conmociones sociales y políticas que sobrevendrán.