REINO UNIDO

Birmingham en llamas: la huelga de los recolectores y el hedor del laborismo imperialista

La huelga lleva seis semanas

Desde hace seis semanas, las calles de Birmingham –la segunda ciudad más grande del Reino Unido– están cubiertas por montañas de residuos. No se trata de una plaga bíblica o un spot de Rodríguez Larreta, sino de una huelga histórica protagonizada por los trabajadores del sindicato Unite, que se niegan a ser la variable de ajuste de la bancarrota municipal orquestada por el ayuntamiento... laborista.

La chispa que encendió la mecha del conflicto fue la decisión del consejo local, gobernado por el Partido Laborista, de eliminar el puesto de oficial de recolección y reciclaje de residuos (WRCO), lo que implica una pérdida de hasta 8.000 libras anuales para más de un centenar de trabajadores. El ayuntamiento alega que debe hacerlo para cumplir con una sentencia de igualdad salarial que costó 760 millones de libras y que lo llevó a declararse en quiebra. La decisión carga con un simbolismo particular, dado que el puesto de WRCO surge como parte de las conquistas arrancadas en una huelga del año 2017. Entonces, este recorte se enmarca en un proceso de disciplinamiento de la clase trabajadora, campaña necesaria para continuar con la escalada bélica, ya que los debates políticos de este verano están girando en torno al engorde de los presupuestos de defensa. En Reino Unido, los trabajadores son forzados a observar cómo el mismo gobierno que financia con fondos públicos la guerra en Ucrania, les niega un salario digno en nombre de una disciplina fiscal arbitraria.

El conflicto, lejos de resolverse, se ha profundizado. A pesar del despliegue de contratistas privados, militares, planificadores logísticos y la represión mediática, el sindicato ha resistido, en un contexto de presión creciente y negociaciones amañadas por parte del poder político y empresarial.

Laborismo imperialista

La huelga en Birmingham pone al desnudo la naturaleza profundamente reaccionaria del Partido Laborista, convertido en gerencia local del imperialismo británico. Mientras su líder, “Sir” Keir Starmer, apoya con fervor la guerra de la Otan en Ucrania y recorta los fondos públicos en nombre de una austeridad "responsable", los trabajadores del Reino Unido enfrentan despidos, privatizaciones y ajustes. El deterioro de la economía del antaño “taller del mundo” se ha profundizado en la última década, pudiendo señalarse como principal causal la falta de un proyecto económico capitalista superador y la caída en la productividad. Esta última es fruto de un vuelco a la especulación financiera por parte de los capitalistas británicos, la caída de la inversión real y el curioso hueco dejado por los oligarcas rusos luego de los embargos de 2022.

La huelga de Unite, en este sentido, es una expresión de las contradicciones sociales acumuladas en el corazón del imperio británico. Pero también revela los límites de una dirigencia sindical que, aunque opone resistencia, lo hace dentro de un marco de colaboración con el gobierno laborista (cuya campaña electoral financiaron), sin levantar una perspectiva de transformación revolucionaria del régimen social.

El fantasma de la guerra se pasea por los parlamentos europeos, donde las burguesías europeas votan sus respectivos rearmes, entendiendo, además, que necesitan antes declarar la guerra a los trabajadores de sus respectivas naciones para avanzar en la suba de los presupuestos bélicos. La clase obrera inglesa, como la francesa o la alemana, debe levantar un programa de lucha internacionalista: abajo los gobiernos de la guerra, por el fin de las guerras fratricidas.

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Testimonios y reportajes hacia el Foro Internacional Antirrepresivo, que se realizará el sábado 26 en forma online. -
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