Bolivia: ante el intento de reelección de Evo

Agenda Revolucionaria - La Paz, Bolivia

La Asamblea Legislativa boliviana modificó la Constitución Política del Estado, habilitando a Evo Morales a una repostulación en las presidenciales de 2019. El 21 de febrero de 2016, el pueblo boliviano asistirá a las urnas para validar o rechazar dicha reforma mediante un referéndum. El partido oficialista está destinando más de cuatro millones de pesos bolivianos a su campaña por el Sí a la reforma y a esto se suma el despliegue realizado por la oligarquía terrateniente del Oriente, otrora rabiosa enemiga y hoy abanderada del “proceso de cambio”.

 

 

El referendo que posibilita una reelección de Morales se desarrolla en un escenario económico marcado por la entrada del país en una nueva etapa: el fin de la bonanza económica, dictada por la crisis capitalista. La baja en los precios de las materias primas ha valido para Bolivia el desplome de las exportaciones en 3.207 millones dólares menos y afectado a los ingresos por regalías petroleras que se han reducido en 1.672 millones de dólares. El nacionalismo burgués indigenista fracasó en la reconstrucción capitalista del país sobre viejas bases, no pudo romper sus nexos de dependencia con el capital transnacional y gobierna un país primario exportador, cuya economía tambalea frente a la crisis.

 

 

Cambio de frente

 

 

La presión de la crisis ha traído consigo un giro político del gobierno del MAS, que ha desplazado a la antigua derecha y tomado en sus manos la agenda imperialista. Evo se ha propuesto cumplir en Bolivia las tareas que en otros países del continente ponen a prueba a equipos de la derecha. El endeudamiento del país, la entrega de los recursos estratégicos y el ajuste a los trabajadores son parte de la salida capitalista a la crisis, diseñada por el imperialismo y ejecutada por el presidente indígena. La reciente obtención de un millonario crédito chino (7.500 millones de dólares) implica la entrada de empresas chinas al país (en construcción de carreteras y la adjudicación del yacimiento de hierro más grande del mundo) y eleva, además, la deuda externa boliviana en un 51,4%.

 

 

Evo Morales atraviesa su época dorada frente al imperialismo: el 26 de octubre (cumpleaños de Evo) el gobierno pagó al Financial Times un millón de dólares para organizar un evento con 130 inversionistas de todo el mundo, y mientras un coro imperialista le cantaba el “happy birthday”, el presidente ofrecía como plato fuerte garantías de inversión para los capitalistas (hasta ofertó el yacimiento minero de MallkuKhota, nacionalizado en 2012, después de que una larga lucha de las comunidades expulsara a la South American Silver).

 

 

Evo amenaza con el cierre de empresas estatales para imponer despidos (en la textil Enatex o la minera Huanuni) y ha puesto todo un ramillete jurídico para garantizar los negocios de las transnacionales: firmó un decreto que invalida la consulta previa a pueblos indígenas, entregando áreas protegidas a la voracidad transnacional; además, hizo aprobar un incentivo adicional de hasta 55 dólares por barril de crudo que extraigan los pulpos petroleros. Alista un impuesto al salario para el 2016 y aporta al rescate de la patronal flexibilizando el pago del segundo aguinaldo.

 

 

Qué transición

 

 

Sin embargo, los últimos reveses electorales del gobierno en las urnas son el indicio de una transición política. En las últimas elecciones para municipios y gobernaciones, el MAS perdió importantes plazas políticas a manos de la derecha. En el reciente referendo por Autonomías el 70% de los votantes se manifestó por el No, cuando el gobierno había llamado a votar Sí. Para el próximo referendo, las últimas encuestas anotan un 53% en el área urbana contra la reelección. Pero, aún con las derrotas electorales recientes, las intenciones de la dupla Morales-García Linera de ir hacia una reelección cuentan con la inexistencia de una alternativa política. La oposición derechista, que medra alrededor de los errores políticos del MAS, no representa una alternativa para las masas ni para la propia burguesía nativa. Esta tiene hoy mayor confluencia con el MAS, en la medida que éste abandonó las reivindicaciones referidas a su base indígena y campesina que proclamó en su ascenso.

 

 

El llamado a votar por el No a la repostulación de Morales tiene que estar orientado por una salida obrera y socialista a la crisis, proponiendo de inmediato un plan de lucha contra los planes de ajuste y planteándose además la construcción un partido obrero independiente como alternativa política al MAS.