Internacionales
3/7/2008|1044
Bolivia: Una nueva derrota electoral de Evo Morales
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Evo Morales sufrió su quinta derrota electoral consecutiva en dos meses; fue en la elección del prefecto (intendente) del departamento de Chuquisaca. La victoria fue para Savina Cuéllar, una ex constituyente masista que rompió con el MAS en diciembre, cuando el partido se negó a apoyar el reclamo de convertir a Sucre en plena capital de Bolivia. Cuéllar fue apoyada por todos los partidos de la oposición y por el llamado Comité Interinstitucional, alineado con el Comité Cívico de Santa Cruz.
En Chuquisaca y su capital, Sucre, el MAS ganó las elecciones presidenciales y de prefecto. El voto contra el MAS es consecuencia del rechazo del gobierno a devolver a Sucre la capitalía del país; el traslado de la burocracia estatal a Sucre habría abierto nuevos negocios. La cuestión de la capital dividió al movimiento indigenista del departamento; su sección urbana, encabezada por Cuéllar, se pasó a la oposición. El movimiento indigenista, que se propuso la “refundación de Bolivia”, se fragmentó por razones puramente locales.
Golpes y contragolpes electorales
A pesar de la sucesión de derrotas electorales, el gobierno prepara para agosto el referéndum revocatorio del presidente y de los prefectos (con la excepción de la recién electa Cuéllar). Según algunas encuestas, incluida una de la embajada norteamericana (Bolpress, 27/6), Evo Morales lograría mantener fácilmente la presidencia; no sucedería lo mismo con varios de los prefectos, incluidos algunos que han ganado los referéndum autonómicos.
Por eso, los prefectos han comenzado a plantear que se desconvoquen los referéndum revocatorios. Pero no tienen para eso una mayoría parlamentaria.
Los golpes y contragolpes electorales, y los referéndums y contra-referéndum, son una pulseada para determinar el cuadro de una negociación política entre el gobierno de Evo Morales y la oposición oligárquica.
Fracaso
Bolivia enfrenta dos grandes problemas: la cuestión de los hidrocarburos y la agraria. La ‘nacionalización’ petrolera ha fracasado. Para salir de la crisis, Evo Morales deberá capitular ante los pulpos, puesto que es incapaz de movilizar a las masas. Esa capitulación determinará el reparto de la renta petrolera entre el gobierno y los departamentos. El gobierno ya envió al Congreso un proyecto para “devolver a las prefecturas el impuesto directo a los hidrocarburos, uno de los reclamos de los mandatarios regionales” (Clarín, 2/7).
Un acuerdo con los prefectos implicaría, también, que el gobierno ceda las reivindicaciones agrarias, ya muy disminuidas en la Constitución aprobada por el MAS. Ningún régimen constitucional admite que las provincias gocen de las prerrogativas que se asignaron las oligarquías con los referéndum; para que el texto constitucional “reabsorba” esas prerrogativas, las reivindicaciones de la oligarquía deberían estar presentes en la propia constitución nacional.
Proletariado
El gobierno de Evo Morales ha fracasado. Fracasó en su intento de nacionalización de los hidrocarburos, ya que las empresas extranjeras operan en las condiciones dictadas por ellas mismas. Fracasó en su pretensión de repartir las tierras. Fracasó, finalmente, en su intento de “refundar Bolivia”, ya que la Constitución está empantanada mientras la bandera de las autonomías (inicialmente levantada por el MAS en términos indigenistas) ha sido tomada por la derecha contra el gobierno y las mayorías nacionales.
La derecha se vale de este fracaso para impulsar su agenda, para forzar al gobierno a retroceder en sus ímpetus “reformistas” y preparar una eventual “salida”… que aún no la tiene como primer protagonista.
El fracaso del indigenismo le plantea al proletariado la posibilidad (y la necesidad) de presentar su propio programa frente a las restantes clases explotadas; el proletariado es la única clase que puede ofrecer en las masas una perspectiva efectivamente nacional.
La expropiación de los pulpos hidrocarburíferos y del latifundio, y un gobierno central basado en consejos obreros y campesinos combinará la centralización nacional y la autonomía de los pueblos y regiones.
Pero la clase obrera boliviana, como la argentina, no interviene con un programa político propio. Este es el problema. Pero el fracaso del nacionalismo indigenista y las conmociones políticas provocadas por los golpes y contragolpes de ambos bandos habrán de sacudir este inmovilismo y desarrollarán la estructuración del proletariado boliviano.