Boris Johnson internado: un Reino en terapia intensiva

La internación del primer ministro, Boris Johnson, a causa del coronavirus, posó de nuevo las miradas sobre el Reino Unido. En ese país, ya se han registrado más de 6.500 muertes debido a la pandemia y lo peor está por venir, dado que el pico de la enfermedad se espera recién para Semana Santa.


Irónicamente, Johnson es uno de los mandatarios que había abordado el problema del Covid-19 con mayor displicencia. Inicialmente, adoptó una política prescindente que consistía en mantener la rutina económica y social, dejando que se propagara la enfermedad, en nombre de la creación de una “inmunidad de grupo”. Cuando el enfoque oficial amenazaba con generar una catástrofe total, el gobierno se avino a declarar una cuarentena obligatoria el 22 de marzo. Pero para entonces, se había perdido un tiempo precioso en la preparación frente al virus.


Hoy se estima -según un informe del Instituto de Métrica y Evaluación Sanitaria de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington- que la pandemia tendrá al Reino Unido como el país europeo más afectado, con proyecciones que hablan de hasta 60 mil muertos. 


El sistema sanitario no se encuentra preparado para enfrentar la situación (hay poco más de 17 mil camas para una demanda que llegará a las 100 mil, y 800 plazas en terapia para las 24 mil que se necesitarán).


El director de la revista médica The Lancet, Richard Horton, ha publicado un amargo texto en que reprocha la falta de medidas de prevención y sentencia que “pacientes morirán innecesariamente. El personal del NHS [servicio público de salud] morirá innecesariamente. Es, de hecho, como escribió un trabajador sanitario la semana pasada, ‘un escándalo nacional’. Aún no se percibe la gravedad de ese escándalo” (Perfil, 27/3).


Los trabajadores de la salud denuncian que la distribución de los equipos de protección -área que se encuentra privatizada desde el gobierno de Tony Blair- ha sido caótica. Y que dichos equipos son escasos y no suficientemente seguros. A causa de esta negligencia ya han muerto varios trabajadores. En algunos nosocomios se han producido sublevaciones del personal en demanda de las condiciones mínimas de seguridad.


Todo esto es la coronación de un desfinanciamiento sistemático del NHS, en línea con las políticas de ajuste, que ha llevado a un colapso de las guardias hospitalarias y a largas esperas para acceder a tratamientos. El último clavo en el ataúd sería su privatización completa. Entre los buitres que rondan alrededor figura el propio Trump, que ha expresado su interés en que sea entregado a empresarios norteamericanos.


La crisis política


Con Johnson fuera de combate, las riendas del país han quedado provisoriamente en manos del ministro de exteriores, Dominic Raab. Al igual que Boris, ha sido un ferviente defensor del Brexit -cuyas negociaciones se han congelado debido al impacto devastador de la pandemia en todo el continente. En caso de que el primer ministro falleciera, los ministros y el Partido Conservador deberían elevar a la reina Isabel II un nombre para que esta le encargue la formación de gobierno.


El abordaje político de la pandemia ha provocado -como en tantos otros países- fisuras en el gabinete. Los medios indican una tensión entre el ministro de salud y el ministro de economía, este último operando más directamente bajo la presión de grupos empresarios perjudicados por la cuarentena.


Para rescatar a las empresas ante la crisis, el Banco de Inglaterra ha dispuesto un aumento en su plan de compra de bonos de hasta 200 mil millones de libras (245 mil millones de dólares), que financiará el aumento gubernamental del gasto. Entre las medidas ya adoptadas por el gobierno, figura la asunción del pago de hasta el 80% de los sueldos -por al menos tres meses- en empresas que no están operando a causa de la pandemia.


El laborismo    


El nuevo jefe del Partido Laborista, Keir Starmer, ha anunciado en este contexto que hará una “oposición constructiva”. En nombre de la pandemia, se ha colocado en un campo común con un gobierno brutalmente antiobrero y procapitalista.


Starmer, apoyado por el ala derecha del partido, viene de derrotar con el 56% de los votos a Rebecca Long-Bailey, la candidata de Jeremy Corbyn en la interna laborista, que obtuvo sólo el 26%. Starmer consiguió un mayor apoyo que su rival incluso entre los sindicatos. La caída de Corbyn se produce como consecuencia del desastre de las últimas elecciones generales, en las que el laborismo sufrió una tremenda derrota a manos de Johnson, aun en bastiones laboristas del centro y el norte inglés. Corbyn procuró un equilibrio imposible entre los sectores de su partido proclives al Brexit y los partidarios de la permanencia en la Unión Europea, por lo que careció de un planteo coherente frente a un problema político crucial. Esto fue aprovechado por Johnson, quien presentó ante los explotados la salida de la Unión Europea como la respuesta a todas las penurias que el país atraviesa desde la bancarrota de 2008. La victoria de Starme en el laborismo refuerza a los sectores más derechistas, pero no cancela la crisis de un partido profundamente dividido.


Una salida


El coronavirus viene a potenciar la crisis en un país que se encuentra profundamente golpeado por las tendencias a la disgregación nacional que abrió el Brexit (Escocia, Irlanda del Norte) y por la propia crisis de la Corona, que tuvo su último episodio en la salida del príncipe Harry y su esposa Megan Markle.


Las masas necesitan un plan de reivindicaciones frente a la pandemia, en defensa del sistema de salud, del salario y los puestos de trabajo, como parte de la lucha contra el gobierno ajustador de Johnson. Y, frente al callejón sin salida del Brexit y las políticas ajustadoras de Bruselas, recobra actualidad el planteo de la unidad socialista del Reino Unido y Europa.